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martes, 11 de enero de 2022

Lágrimas de hollín (113)

Dhevelian había llegado a la muralla interior que separaba el barrio de los mercaderes con La Cresta, en el mismo momento que empezaban a cruzar la puerta los supervivientes del ejército imperial. Dhevelian observó con asombro el estado de los soldados imperiales, a los que creía casi invencibles. Mandó a unos cuantos miembros de la milicia a que les ayudasen. El resto empezaron a tomar la muralla, con orden de impedir que el fuego cruzase esa defensa. 

-   ¿Gran magistrado qué hace aquí? -preguntó el general, que se acercó cojeando a donde se encontraba Dhevelian. 

-   El gobernador me ha mandado a sofocar el incendio con la milicia -contestó Dhevelian, que al ver la cara crispada del general-. El gobernador está bastante enfadado por que le haya pegado fuego al barrio. Creo que está esperando que vaya usted a informar. ¿Y el resto de su ejército?

El general se dio cuenta de que pocos hombres eran los que habían llegado. Dudaba que los enemigos hubieran acabado con ellos. Pues esas ratas estarían huyendo, bueno si alguno hubiera sobrevivido a la explosión. Supuso que los que no habían llegado eran los más heridos, que habían perecido en el regreso. 

-   No hay resto -negó el general, a lo que Dhevelian no pudo evitar poner una cara de asombro-. No se sorprenda, ese Jockhel era un hueso duro de roer. Estoy seguro que era un antiguo militar. Nos ha hecho jugar a lo que ha querido, además en su territorio. Pero lo principal es que hemos acabado con él. 

-   ¿Está seguro de eso? 

-   Su cuartel general estalló en llamas -indicó el general-. Pero no lo incendiamos nosotros, fueron ellos mismos. Se suicidaron, llevándose a mis hombres con ellos. Maldito ruin. 

-   ¿Y el oro? -preguntó Dhevelian bajando la voz. 

-   En el fondo del fuego, supongo. 

-   Perdido -añadió Dhevelian-. Bueno, puede descansar aquí. 

-   Gracias.

Dhevelian dejó al general para que se lamiera sus propias heridas, pero de algo estaba seguro, el general no iba a vivir mucho más, después de dejar por lo suelos la reputación victoriosa del ejército imperial. Supongo que el gobernador le daría a elegir, veneno y honor o un juicio y la ignominia. Mientras se dirigía a una de las torres de la puerta, donde había decidido poner su puesto de mando, pensó que no había sido tan mala idea ordenar cerrar la ciudad, porque algo le decía que Jockhel no solo no había muerto en la explosión, sino que aún tenía el oro de los imperiales. Con la ciudad cerrada, no podría escapar.

En la sala donde se había establecido, llegaban correos y salían hombres con nuevas órdenes. La milicia había conseguido impedir que el fuego saliese del barrio. Pero eso había provocado la ira de los habitantes de La Cresta que habían huido antes de la llegada del ejército imperial y ahora pedían que la milicia salvase sus casas. Tuvo que retirar soldados para aplacar los conatos de levantamiento. No quería que el malestar se extendiese por toda la ciudad. no quería que todo volviese a ser como cuando lo de Laester.

Un soldado entró y dejó un mensaje sobre la mesa. Dhevelian no se molestó en mirarlo, tomó el mensaje y empezó a leerlo. La nota tenía manchas de sangre. Le decían que las puertas estaban informadas y cerradas. Pero el oficial que había escrito eso indicaba que en la puerta norte, un mercader había dejado la ciudad, un tal Malven de Jhalvar, y lo que le había parecido raro al oficial es que le había informado al sargento que el ejército imperial estaba llevando una acción punitiva en La Cresta y de paso habían incendiado el barrio. 

-   Ese oficial tuyo vale su peso en oro, es una pena que haya tenido que morir -dijo el soldado, con una voz que Dhevelian reconoció al momento. 

-   Inghalot -nombró Dhevelian-. No sé que te propones, pero solo tengo que gritar y… 

-   Y no ocurrirá nada -se rió Inghalot-. Tus hombres están intentando acabar con el tumulto que he provocado abajo. De todas formas, mientras leías, he cerrado las puertas. Tardarán en llegar a ayudarte. Parece que Jockhel se ha marchado de la ciudad, y por lo que he oído con el oro del emperador. Pobre gobernador. 

-   Maldito ingrato -espetó Dhevelian-. Si lo hubieras matado cuando debías, en vez de jugar al gato y al ratón. 

-   Olvídalo, jamás le hubiera vencido, Dhevelian -negó Inghalot-. Nunca puedes vencer a alguien que busca venganza y en su caso, tenía mucho que vengar. Mírame.

Inghalot se deshizo de la capa que llevaba, dejando ver su torso lleno de cicatrices recientes, algunas aún heridas abiertas. 

-   ¿Qué diablos? 

-   Esto es lo que me hicieron durante días los hombres de Jockhel -le contó Inghalot-. De comer agua sucia y pan mohoso. Solo tenían orden de no dejarme morir. No hasta que recibiera mi justo castigo. No he sabido la verdad de mi pecado hasta que me han liberado hoy. Supuestamente por la magnanimidad de Jockhel. Y mientras yo sufría, tú decidiste mandar a un asesino contra mí. Era peligroso para tu estatus, ¿no? Pero no te preocupes, tu hombre murió. 

-   Yo… yo… -Dhevelian no sabía qué decir. Entonces escuchó golpes en la puerta. Sus hombres se habían percatado que algo iba mal y venían a ayudarlo. 

-   No queda tiempo, viejo amigo -anunció Inghalot-. Pero me falta decirte quien era o más bien es Malven de Jhalvar. Claramente ya has tenido que llegar a la conclusión que es Jockhel, pero yo te voy a decir su verdadera identidad. Es el hijo de Laester. 

-   La…es…ter -deletreó Dhevelian temeroso, ya que Inghalot había nombrado al fantasma que le atormentaba.

Inghalot aprovechó que Dhevelian se había quedado petrificado para sacar un puñal ensangrentado que empezó a clavar con saña en el cuerpo del magistrado que no hizo nada para defenderse. Inghalot le asestó más de dos docenas de puñaladas, tanto cuando estaba de pie, como cuando se cayó al suelo al no poder soportar su peso. Justo cuando los soldados reventaron la puerta, tomó el mensaje del capitán de la milicia y la tiró al fuego. Tras ello, se lanzó contra los soldados de la milicia. Inghalot murió como siempre había soñado morir, como un guerrero, con el acero en la mano.

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