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sábado, 1 de enero de 2022

El reverso de la verdad (59)

Los pasos de Marie se fueron haciendo menos audibles mientras se alejaban por el pasillo, al otro lado de la puerta del cuarto de invitados donde habían entrado Helene y Andrei. El cuarto no era muy grande y Andrei miraba la disposición de los muebles, con el rostro ligeramente crispado. Marie había sido siempre una lianta y lo seguía siendo en la actualidad. Como esperaba, solo había una cama en la habitación, de matrimonio. Un armario, que al abrirlo Andrei, encontró ropa vieja y alguna manta. Dos mesillas con lamparitas y un reloj despertador en una de ellas. Una alfombra mullida en el suelo, que ocupaba la totalidad de este. La última cosa era una silla de madera. Dentro del cuarto había una puerta, por la que se accedía a un pequeño baño. Así el invitado no tenía que molestar al anfitrión dando vueltas por la casa. Muy útil, pero con una ducha, no una bañera. No había tenido suerte. 

-   Parece que tendremos que compartir la cama -murmuró de improviso Helene, algo que desconcertó a Andrei, ya que pensaba que la joven no le tenía en buena estima. O por lo menos siempre se quejaba de sus malas formas. 

-   Parece ser -se limitó a decir Andrei. 

-   Voy al baño -indicó Helene. 

-   Bien, voy a preparar la cama -dijo Andrei-. Creo que lo mejor es que tú duermas bajo la sábana y yo encima, cubriéndome con la manta. 

-   Me parece… bien.

Helene se marchó al baño y Andrei respiró algo más tranquilo. Mientras abría la cama, para separar la manta de la sábana, pensaba en lo último que había dicho Helene. No entendía el porqué de la pausa. Cuando terminó, se quitó la chaqueta, o más bien lo que quedaba de ella. Lo siguiente fue la pistolera, que dejó colgada del respaldo de la silla, sobre la chaqueta. Por un momento pensó si debía sacar su pistola y dejarla en la mesilla, pero decidió confiar en Marie y Markus. Iba a desnudarse, un acto reflejo habitual, pero se acordó de donde estaba y con quien. Prefirió esperar su turno en el baño y que Helene ya estuviera en la cama para hacerlo. En ese momento escuchó el crujido en la madera a su espalda y se volvió. Helene había salido del baño. Vestía únicamente con su ropa interior, un sujetador de encaje negro y un braguita de igual color pero de escaso tamaño que apenás cubría nada. La sonrisa que apareció en el rostro de Helene denotaba que Andrei debía haber puesto la cara que ella esperaba. Aunque era Andrei quien no sabía lo que estaba pesando. 

-   Ya he preparado la cama -consiguió decir Andrei, alzándose. 

-   Eso está muy bien -aseguró Helene, andando hacía la silla, por lo que Andrei retrocedió torpemente unos pasos hacia atrás.

Helene se contoneaba demasiado o eso le parecía a Andrei. No podía concentrarse bien. Helene dejó su ropa en el asiento de la silla, con delicadeza, agachándose ligeramente, pero lo suficiente para que Andrei pudiera ver la parte superior de los senos de Helene, algo que era fácil, debido a la forma del sujetador. La joven se volvió a alzar con elegancia y se dirigió directamente a Andrei, que permanecía estático en el mismo sitio. 

-   Creo que es hora de poner todas las cartas sobre la mesa, ¿no Andrei? -susurró Helene, pegándose a Andrei, que la miraba asustado, pero con un ápice de codicia en sus ojos.

Helene se elevó poniéndose de puntillas y besó en los labios a Andrei. El beso fue corto y casto, sin lengua, pero provocó lo que esperaba. Notó como todo el cuerpo de Andrei se estremecía. Hacía mucho tiempo que el viudo no se había relacionado con una mujer de esa forma. Helene se dejó caer, recuperando su altura y empujó con las dos manos a Andrei, golpeándole en el abdomen. Lo que en condiciones normales no hubiera ocurrido, pasó en esta ocasión. Como si Helene hubiera sido la más fuerte del mundo, Andrei cayó hacía atrás, sentándose en la cama. Helene lanzó una ligera carcajada, sentándose en sus rodillas. 

-   Esto no… -intentó decir Andrei, pero Helene volvió a tomar las riendas de la situación.

Helene no le dejó decir ni una sola palabra más. Volvió a besar en los labios a Andrei, mientras que le acariciaba con las dos manos por el rostro, el cuello, la nuca y jugaba con el pelo de Andrei. Los besos seguían siendo castos, pero en cada intento, probaba a que su lengua pasase entre los labios carnosos de Andre. Poco a poco, Andrei fue perdiendo la compostura y su rigidez. Cada uno de ellos era un pequeño triunfo en la entente de Helene y eso la hacía más osada.

Sus manos fueron descendiendo por el torso de Andrei, hasta llegar a la cintura. Empezó a sacar la ropa, pues quería tocar la piel de su tronco. Cuando por fin la ropa quedó liberada, fue levantándola, para que quedase al aire. Observó su obra y se sonrió. Como si Andrei fuera un muñeco en sus manos, le quitó toda la ropa del torso. Mientras besaba, acarició el pecho, jugó con los pezones de Andrei y lo abrazó. Entonces volvió a empujarlo. Andrei se tumbó sobre la cama. Helene le se dejó caer sobre él, pero en vez de atacar con sus labios el rostro de Andrei, fue directo a su pecho. Empezó a besar y morder los pezones de Andrei. Helene sabía que iba a ser una noche larga y que se iba a divertir.

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