Bharazar se despertó poco a poco, intentando moverse con cuidado,
para no despertar a Xhini, pero se fue dando cuenta que nadie ocupaba el lecho
más que él. La luz le daba de lleno en la cara, pero pronto sus ojos se fueron
aclimatando a la luminosidad de los primeros rayos del sol. De esa misma forma
pudo distinguir que había una silla colocada frente a la celosía que cubría su
ventana. Él no recordaba haberla puesto ahí, pero claramente ahí estaba. Para
sorpresa alguien estaba sentado, mirando a la celosía. Bharazar se movió, como
buscando una espada, pero estaba desnudo y no había ningún arma bajo su
almohada.
-
Príncipe, por favor, no se alarme -dijo Shennur, que seguía
mirando hacia el exterior-. Ya sé que no soy la persona que esperabais junto a
vuestro lecho y menos junto a vuestro cuerpo. Pero hace un buen rato que la he
despertado y la he mandado a sus habitaciones. Recordad que es mejor así, pues
es un peligroso juego. Si alguien le informa de vuestro proceder a Pherrin, nadie
de esta casa sobrevivirá, ni vos, ni yo, ni mi esposa ni mis hijos, tenedlo
seguro. Aunque Xhini lo pasaría peor. ¿Recordáis lo que dice nuestra ley sobre
las adúlteras?
Bharazar se sentó encima de la cama, usando la almohada como
cojín. Negó con la cabeza.
-
Si alguien la acusa de adúltera, el gran sumo sacerdote en este
caso, al ser la primera esposa del emperador, aunque haya sido expulsada de la
corte, deberá aplicar el juicio de Rhetahl. Deberá hacerla tragar agua
hirviendo por el gaznate. Si se quema y deja de hablar, se la considerará
culpable. Si por el contrario, Rhetahl en su esplendor la considera inocente de
los cargos la protegerá y no se quemará -explicó Shennur, serio, con voz
tensa-. Si es culpable, se la colgará, ahogará en agua, se la descuartizará y
los restos se entregarán a los perros. ¿Queréis esa tortura para la pobre
Xhini?
-
No -dijo con voz queda Bharazar.
-
En ese caso, por favor, comportaros, no le permitáis compartir
vuestro lecho, tratadla cortés, pero sin dejar ver vuestros sentimientos
-advirtió Shennur-. No sé si es que os habéis encaprichado de ella, o sois un
jeta, pero no juguéis con sus sentimientos. Mientras vuestro hermano viva, ella
no podrá relacionarse con ningún hombre. Ni podrá marcharse, pues no se podrá
emparentar con nadie, pues vuestro hermano nunca se divorciará de ella. Siempre
estará casada con ella, repudiada o no. Solo la muerte la hará libre. ¿Espero
que lo entendáis?
-
¿Y si la amo? -preguntó Bharazar, lo que hizo que Shennur se
pusiera de pie y le mirará directamente.
-
En ese caso y por Rhetahl, buscad a otra y olvidad a Xhini, aun
con todo lo que pueda doleros el corazón -indicó Shennur, sorprendido por la
pregunta del príncipe, pues no había barajeado esa opción, pues el príncipe no
podía haberse enamorado de su cuñada tan rápido o sí.
-
Puedo llevármela conmigo, huir de la capital -rebatió Bharazar,
como un niño con una pataleta.
-
¿A dónde iríais? Pherrin obligaría a vuestro hermano a
perseguiros, le gustara o no. Los lobos serían liberados, no habría lugar en el
imperio o sus fronteras que estuvierais seguros -comentó Shennur-. Los países
vecinos os expulsarían de sus tierras por miedo a que el imperio les atacase
por daros refugio.
-
¿Y el reino de Thargensis? -inquirió Bharazar.
-
Nunca llegaríais hasta allí, los lobos os cazarían antes
-contratacó Shennur-. Por favor, príncipe, pensadlo con cordura. Podéis huir y
no llegaréis a ninguna parte. Y en vuestra partida, arrastraréis a otros con
vosotros. Mi familia, la de Xhini. Todo aquel que fuera vuestro amigo o que te
tuviera simpatías. Pherrin se encargará de limpiar todo. Solo os pido que
tengáis seso. Encontraremos otro modo. Pero por ahora debéis dejar de tener
estos encuentros de alcoba. Solo pensar que la dejéis embarazada y tiemblo. Y
no me digas que tienes cuidado, eso no existe.
-
Haré lo que me pedís, pero Xhini…
-
De Xhini se está encargando mi esposa -señaló Shennur-. ¡Juradme
que no vais a liarla más!
-
¡Que Rhetahl quede como testigo de ello! -bramó Bharazar.
-
Bien -se limitó a decir Shennur.
El canciller hizo una reverencia y se marchó de la estancia,
dejando a un entristecido Bharazar. El príncipe se vistió y tras desayunar
solo, se marchó a practicar con Jha’al y Siahl. Los dos veteranos no dijeron
nada, pero notaron el cambio en su señor. Shennur como todas las mañanas se fue
al palacio, pero volvió por la tarde, tan cansado como siempre, con cara de
pocos amigos y quejándose del número inaudito de palomas que había en sus
jardines.
A Xhini tampoco se la había visto mucho, Jhamir alegó que estaba
ligeramente indispuesta cuando Bharazar había preguntado por ella en la comida.
El príncipe le indicó a la señora de la casa que le transmitiera sus mejores
deseos y se retiró de nuevo con sus hombres, dejando a Shennur y Jhamir solos.
-
Está enamorado de ella -dijo Jhamir, en voz baja.
-
¿Tanto se nota? -murmuró Shennur, siempre sorprendido por el sexto
sentido que parecían tener las mujeres para esas cosas.
-
Me recuerda mucho a ti, hace ya tanto tiempo -añadió Jhamir, con
una ligera sonrisa-. Supongo que no se lo ha tomado bien.
-
Nada, quería huir con ella -asintió Shennur.
-
¡Qué caballeroso!
-
¡Qué estúpido! -indicó Shennur-. ¡Y qué peligroso! Espero que haya
entendido lo problemático que sería.
-
Si no estuviera su hermano, sería una forma de arreglar todos los
males que se han cernido sobre la capital -comentó Jhamir.
-
¡Jhamir, eso es traición! -se quejó Shennur, aunque sabía que su
mujer tenía mucha razón, un matrimonio entre Bharazar y la primera esposa del
emperador podría traer paz al imperio. Durante cuánto tiempo, no lo sabía, pero
los nobles se pacificarían. Pero no funcionaría si Shen’Ahl seguía en el trono.
Pero él, que llevaba tanto tiempo defendiendo al emperador, no se veía como
aquel que lo eliminará.
Shennur decidió que la conversación no le llevaría a nada útil y
solo le haría pensar en traición. Pero la solución de su esposa era demasiado
buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario