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miércoles, 10 de enero de 2018

El tesoro de Maichlons (34)



La pareja, cruzó el umbral de las puertas, abiertas de par en par, entrando en una segunda sala, con menos ventanales, esta vez solo en la pared que daba al exterior. En la que daba al patio interior había ventanas altas, pero estrechas. Al fondo de la sala, sobre una pequeña grada se encontraban sentados en filas los músicos. Tres tocaban violines, dos hacían sonar unas trompetas, uno se empeñaba en sacar notas de un violonchelo y el último, fuera de la grada, sobre el suelo, hacía sonar un piano. En medio de la sala, las parejas estaban enfrascadas en un baile conjunto, haciendo unas bellas coreografías, al son de la música.
Gharsiz indicó que fueran hacia uno de los lados, ante el patio interior, para esperar un poco, hasta que terminaran el baile empezado, ya que sería imposible entrar en la composición que ya se estaba ejecutando. Así que ambos hablaron de la decoración de la sala de baile y de la fiesta en general. Maichlons se dio cuenta que Gharsiz era muy despierta y que le interesaban más las cosas que le estaban vedadas por su género en esta sociedad, que otras cosas tal vez más consideradas femeninas. Por fin, y sin que se dieran cuenta, la música se detuvo y los bailarines aplaudieron a los músicos.
La pareja dejó de hablar y se trasladó a la zona de baile. Los músicos se prepararon y comenzaron otra tonadilla, más alegre y vivaz. Maichlons se sabía los pasos, más parecidos a pequeñas carreritas, siguiendo a su pareja o los círculos que formaron con los otros. Este era un baile movido, por lo que no pudieron hablar demasiado. Y aunque Maichlons pronto empezó a notar las gotas de sudor que le caían por la frente se divirtió. Cuando terminó, aplaudieron a los músicos, como el resto y conversaron solo un poco, porque ya se preparaban para tocar la siguiente pieza. Que para fortuna fue una lenta, donde los bailarines podían mantener una ligera conversación.
Bailaron otras cuatro piezas seguidas, pero cuando llegó la quinta, Maichlons pidió un poco de respiro, algo que Gharsiz concedió. Se retiraron hacia los ventanales, donde habían estado antes. Pero no fueron los únicos, muchas de las parejas, se marcharon también, de vuelta a la otra sala.
-          Creo que el señor de Barnan va a dar el discurso de rigor, por lo del aniversario -explicó Gharsiz.
Maichlons no respondió nada, porque su mirada se había posado en un pequeño grupo formado por seis jóvenes caballeros, a uno de los cuales ya había visto antes, Shon de Fritzanark. El bastardo del señor del norte. Pero su mirada pronto se cruzó con los ojos del bastardo, que le reconoció de inmediato. Seguido por sus palmeros, Shon cruzó la sala hasta donde se encontraba Maichlons y Gharsiz.
-          Vaya, qué tenemos aquí -dijo Shon cuando llegó a su lado.
-          Será mejor que te vayas, muchacho -le advirtió Maichlons, que no quería líos, no con Gharsiz allí. Pero por si acaso se interpuso entre los supuestos caballeros y ella.
-          Aún no has tenido tiempo para disculparte por tu afrenta del otro día -espetó Shon, con una sonrisa malévola-. Aquí no tienes a ese pelmazo de Mullens para importunarnos.
-          ¿Disculparme? -repitió haciéndose el tonto Maichlons-. No recuerdo afrenta ni ofensa alguna por mi parte. Solo una piedrecilla en mi camino, que retire con todo el cuidado posible.
-          ¡Cómo te atreves! -bramó Shon, que se fijó en Gharsiz tras Maichlons-. ¿Hermosa, por qué gastas tu tiempo con este pringado?
-          Se elegir perfectamente mis compañías -murmuró Gharsiz, pero parecía que nadie la escuchaba.
-          Si vienes con nosotros, preciosidad, te voy a dar una cosa que este viejo no podrá ni repetir -indicó Shon, mientras le hacía un gesto obsceno a Gharsiz.
-          Más cuidado -advirtió Maichlons-. Estás ante una dama.
-          No puede tener mucho de dama si se junta con un soldado de arrabal que no sabe su lugar -terció Shon-. Si vienes con nosotros sí que serás una dama. Y si no te pagaremos lo suficiente por abrirte de piernas como para que te creas una.
-          ¡Maldito bastardo! -exclamó airado por las palabras ordinarias de Shon, pero sin saberlo había tocado el punto débil de Shon, su origen.
-          Eso lo tendrás que demostrar con el acero -advirtió Shon, mientras ponía su mano sobre la empuñadura de la espada envainada, mientras un amigo le decía que ahí no, impidiéndole sacar el arma.
El barullo había hecho que algunos invitados hubieran vuelto al salón de baile, entre ellos Authior que se acercaba a paso firme seguido de varios hombres más.
-          ¿Qué diablos es este escándalo? -quiso saber Authior airado.
-          Este soldado me ha insultado -espetó Shon, señalando a Maichlons.
-          Él ha tomado a la hija del señor Tuvelorn por una puta -acusó Maichlons-. Yo solo he defendido su honor como me lo había pedido su padre y yo lo he creído necesario.
-          ¿Has insultado a la hija del señor Tuvelorn? -preguntó Authior sin creérselo, mientras el rostro de Shon se volvía blanco y sus acompañantes daban unos pasos hacia atrás.
-          El soldado miente -respondió Shon.
-          ¿Qué yo que? -Maichlons se había quedado asombrado-. Me ofende que se me acuse de mentiroso.
-          Pues es lo que eres -afirmó Shon.
-          Esta ofensa no puede quedar sin satisfacción -indicó Maichlons, a lo que Shon se alegró, pensando que le había llevado a donde quería. Shon había tenido muchos duelos con padres, novios y maridos, ganando casi todos.
-          En ese caso no nos queda otra que llevar a cabo un duelo -comentó Authior-. Mañana por la mañana, tras los muros del monasterio de Bhall, debéis traer a vuestros padrinos, ¿lo entendéis ambos?
Ambos respondieron que sí, aunque Maichlons se vio con el problema de quién podría ser sus padrinos. Aunque ya barajeaba un par de capitanes de la guardia. Shon, satisfecho por el resultado se marchó de allí, sin esperar a conocer el nombre de su rival.
Maichlons acompañó de vuelta a Gharsiz con su grupo, con los que estuvo hablando de la sociedad de Stey durante el resto de la ceremonia y se despidió de ellos cuando la fiesta terminó. Esperó a su carruaje y se fue para hablar con sus posibles padrinos. Desde una ventana del piso superior observó cómo se marchaba Authior, quien estaba alegre, por su suerte, aunque fuera mala para Maichlons, ya que lo más seguro es que muriera a manos de Shon, pero Gharsiz caería en sus manos, y los negocios fluirían de nuevo.

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