Armhiin suspiró ante la maledicencia que Vyridher parecía tener
hacia Lybhinnia, que no parecía ser como la de Gynthar. Tendría que investigar
qué era lo que movía al cuidador de la arboleda. Pero ahora lo importante era
la misión que debían llevar sus pupilos, o por lo menos el anciano los veía
como tal.
-
Gynthar, Lybhinnia, debéis viajar hacia el norte, hasta la arboleda
de Lhym, allí hablareis con la mhilderein Shiymia, espero que ella sepa ante lo
que nos enfrentamos. Tratadla mejor que lo que hacéis a mí, pues es de mayor
nivel que yo. Necesitamos información fidedigna sobre este asunto. Viajad
rápidos, sin buscar problemas, dependemos de vuestra pericia para resolver este
asunto. El consejo, sin fisuras -Armhiin miró directamente a Vyridher que bajó
los ojos- ha puesto toda su confianza en vosotros. Marchad lo antes posible.
-
Así lo haremos -respondieron solemnes Gynthar y Lybhinnia.
-
Entonces doy por terminado este consejo, hasta vuestra vuelta
-indicó Armhiin.
Los miembros del consejo restantes esperaron hasta que los
elegidos abandonaron la plataforma, para luego irse ellos también, con caras
serias y duras. Armhiin fue el único que se quedó allí, pues quería intentar
hablar con Shilvinix, quien no le devolvía la palabra desde hacía tiempo. No le
importaría que algún dios le respondiera, incluso Ahr Arhoura y eso que era la
de la sabiduría. Con tal de hablar con alguien estaría feliz. Pero hacía semanas
que estaban muy silenciosos, que junto a esta nueva crisis, le daba un
presentimiento muy negativo.
Lybhinnia, que ya había preparado lo necesario para el viaje,
tanto sus enseres, como elementos para las jornadas que tenían por delante,
como para alimentarse. Solo le faltaban las armas, así que se dirigió hacia la
armería, el feudo de Dhearryn, que ya estaba allí esperándoles.
-
Lybhinnia, Armhiin me pidió ayer que te preparase lo mejor, este
es un arco hecho con madera de roble milenario, la mejor posible, su
elasticidad natural, junto con la cuerda de tendón reforzado, lanzará tus
proyectiles más lejos y más precisos. Ya no se encuentran robles milenarios,
así que cuídalo. También te he preparado está espada corta, por si tienes que
luchar de cerca -señaló Dhearryn.
-
Gracias maestro armero -contestó con respeto Lybhinnia, en el
mismo momento que entraba Gynthar, con una armadura pesada de escamas grandes,
que brillaba con ganas.
-
Gynthar, he preparado una espada larga, de dos manos, como te
gusta -dijo Dhearryn como saludo al guerrero-. Se llama Ahlmhirhin, la
cortadora de tendones, ya sé que no es un gran nombre, pero su filo es letal.
-
Me da lo mismo el nombre, mientras sea tan letal como afirmas,
maestro armero -indicó Gynthar, tomando la espada, sopesando su peso y dando un
par de tajos al aire.
-
Armhiin es realmente un mhilderein, envía un arquero y un
guerrero, los mejores en sus artes -comentó Dhearryn, sonriente.
-
¿A qué te refieres? -quiso saber Lybhinnia, mientras Gynthar que
ya sabía la respuesta, pues Dhearryn fue su maestro, se limitó a sonreír.
-
En los tiempos antiguos, nosotros luchábamos en parejas, un
guerrero y un arquero -explicó Dhearryn-. Uno luchaba de frente y el otro desde
su espalda. El guerrero detenía al enemigo cercano, el arquero acababa con el
lejano o el detenido. Hace mucho que ya no vamos a la guerra, pero nuestros
ejércitos eran letales.
-
Y aun así perdimos Vhal’Thevllanum -indicó Lybhinnia.
Los rostros de los dos guerreros se ensombrecieron. Lybhinnia
sabía que había elegido mal sus palabras, no había elfo que no añorara su
antigua ciudad, ninguno de los dos que estaban con ella en la armería había
visto la gran ciudad, pero aun así lloraban su pérdida. Había sido durante la
primera guerra Vhalarya, los enanos, tras un asedio continuado de más de mil
días, sometieron la ciudad. Se cuenta que el rey enano, como gesto por la
heroica defensa, permitió a los elfos supervivientes, marcharse con lo que
pudieran llevar, después se tiró meses en reducir la ciudad a polvo, para
eliminar cualquier resto que pudiera indicar que allí hubo una gran ciudad. Los
elfos jamás volvieron a formar urbes de esa magnitud, sino que se relegaron a
bosques y zonas más pequeñas, en gran parte dejando más sitio libre para los
humanos, los recién llegados que se empezaron a extender como una infección.
-
Sí, se perdió Vhal’Thevllanum, pero nosotros perduramos y volvimos
a ser fuertes -aseguró Dhearryn, recuperando su amabilidad habitual.
En ese momento llegó una elfa, una cocinera, con un par de
paquetes.
-
Os hemos preparado estos suministros para vuestro viaje. Ulynhia
ha añadido algunas pociones y cataplasmas, por si tenéis algún problema -dijo
la cocinera, entregándoles los paquetes-. Tened buen viaje.
-
Gracias, Thalyan -agradeció sonriente Lybhinnia, tomando su
paquete y guardándolo en su macuto de viaje.
Thalyan se quedó junto a Dhaerryn, quien puso brazo derecho sobre
los hombros de esta, ambos sonriendo a los que se marchaban. A Lybhinnia le
caían bien ambos, lo que era una suerte, porque eran compañeros y el hijo de
ambos era uno de sus pupilos para la caza, aunque todavía no se lo había
llevado a una real. Pero apuntaba maneras, así que estaba interesada en él.
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