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domingo, 14 de enero de 2018

La odisea de la cazadora (9)



Armhiin suspiró ante la maledicencia que Vyridher parecía tener hacia Lybhinnia, que no parecía ser como la de Gynthar. Tendría que investigar qué era lo que movía al cuidador de la arboleda. Pero ahora lo importante era la misión que debían llevar sus pupilos, o por lo menos el anciano los veía como tal.

-       Gynthar, Lybhinnia, debéis viajar hacia el norte, hasta la arboleda de Lhym, allí hablareis con la mhilderein Shiymia, espero que ella sepa ante lo que nos enfrentamos. Tratadla mejor que lo que hacéis a mí, pues es de mayor nivel que yo. Necesitamos información fidedigna sobre este asunto. Viajad rápidos, sin buscar problemas, dependemos de vuestra pericia para resolver este asunto. El consejo, sin fisuras -Armhiin miró directamente a Vyridher que bajó los ojos- ha puesto toda su confianza en vosotros. Marchad lo antes posible.

-       Así lo haremos -respondieron solemnes Gynthar y Lybhinnia.

-       Entonces doy por terminado este consejo, hasta vuestra vuelta -indicó Armhiin.

Los miembros del consejo restantes esperaron hasta que los elegidos abandonaron la plataforma, para luego irse ellos también, con caras serias y duras. Armhiin fue el único que se quedó allí, pues quería intentar hablar con Shilvinix, quien no le devolvía la palabra desde hacía tiempo. No le importaría que algún dios le respondiera, incluso Ahr Arhoura y eso que era la de la sabiduría. Con tal de hablar con alguien estaría feliz. Pero hacía semanas que estaban muy silenciosos, que junto a esta nueva crisis, le daba un presentimiento muy negativo.

Lybhinnia, que ya había preparado lo necesario para el viaje, tanto sus enseres, como elementos para las jornadas que tenían por delante, como para alimentarse. Solo le faltaban las armas, así que se dirigió hacia la armería, el feudo de Dhearryn, que ya estaba allí esperándoles.

-       Lybhinnia, Armhiin me pidió ayer que te preparase lo mejor, este es un arco hecho con madera de roble milenario, la mejor posible, su elasticidad natural, junto con la cuerda de tendón reforzado, lanzará tus proyectiles más lejos y más precisos. Ya no se encuentran robles milenarios, así que cuídalo. También te he preparado está espada corta, por si tienes que luchar de cerca -señaló Dhearryn.

-       Gracias maestro armero -contestó con respeto Lybhinnia, en el mismo momento que entraba Gynthar, con una armadura pesada de escamas grandes, que brillaba con ganas.

-       Gynthar, he preparado una espada larga, de dos manos, como te gusta -dijo Dhearryn como saludo al guerrero-. Se llama Ahlmhirhin, la cortadora de tendones, ya sé que no es un gran nombre, pero su filo es letal.

-       Me da lo mismo el nombre, mientras sea tan letal como afirmas, maestro armero -indicó Gynthar, tomando la espada, sopesando su peso y dando un par de tajos al aire.

-       Armhiin es realmente un mhilderein, envía un arquero y un guerrero, los mejores en sus artes -comentó Dhearryn, sonriente.

-       ¿A qué te refieres? -quiso saber Lybhinnia, mientras Gynthar que ya sabía la respuesta, pues Dhearryn fue su maestro, se limitó a sonreír.

-       En los tiempos antiguos, nosotros luchábamos en parejas, un guerrero y un arquero -explicó Dhearryn-. Uno luchaba de frente y el otro desde su espalda. El guerrero detenía al enemigo cercano, el arquero acababa con el lejano o el detenido. Hace mucho que ya no vamos a la guerra, pero nuestros ejércitos eran letales.

-       Y aun así perdimos Vhal’Thevllanum -indicó Lybhinnia.

Los rostros de los dos guerreros se ensombrecieron. Lybhinnia sabía que había elegido mal sus palabras, no había elfo que no añorara su antigua ciudad, ninguno de los dos que estaban con ella en la armería había visto la gran ciudad, pero aun así lloraban su pérdida. Había sido durante la primera guerra Vhalarya, los enanos, tras un asedio continuado de más de mil días, sometieron la ciudad. Se cuenta que el rey enano, como gesto por la heroica defensa, permitió a los elfos supervivientes, marcharse con lo que pudieran llevar, después se tiró meses en reducir la ciudad a polvo, para eliminar cualquier resto que pudiera indicar que allí hubo una gran ciudad. Los elfos jamás volvieron a formar urbes de esa magnitud, sino que se relegaron a bosques y zonas más pequeñas, en gran parte dejando más sitio libre para los humanos, los recién llegados que se empezaron a extender como una infección.

-       Sí, se perdió Vhal’Thevllanum, pero nosotros perduramos y volvimos a ser fuertes -aseguró Dhearryn, recuperando su amabilidad habitual.

En ese momento llegó una elfa, una cocinera, con un par de paquetes.

-       Os hemos preparado estos suministros para vuestro viaje. Ulynhia ha añadido algunas pociones y cataplasmas, por si tenéis algún problema -dijo la cocinera, entregándoles los paquetes-. Tened buen viaje.

-       Gracias, Thalyan -agradeció sonriente Lybhinnia, tomando su paquete y guardándolo en su macuto de viaje.

Thalyan se quedó junto a Dhaerryn, quien puso brazo derecho sobre los hombros de esta, ambos sonriendo a los que se marchaban. A Lybhinnia le caían bien ambos, lo que era una suerte, porque eran compañeros y el hijo de ambos era uno de sus pupilos para la caza, aunque todavía no se lo había llevado a una real. Pero apuntaba maneras, así que estaba interesada en él.

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