Gynthar y Lybhinnia revisaron que tenían todo lo necesario, uno al
otro comprobaron que llevaban todo bien sujeto a sus cuerpos. Gynthar llevaba
dos bandoleras, bajo ambos brazos, ya que en su espalda iba la espada que le
había preparado Dhearryn. A su vez, le colgaban un par de dagas cortas, a cada
lado. En la espalda de Lybhinnia se hacían compañía su carcaj repleto de
flechas y su macuto, una bolsa larga y delgada. Del cinturón colgaba la espada
corta y una multitud de pequeñas bolsas de viaje. El arco lo llevaba bien
sujeto al hombro. Al contrario que sus colegas humanos, en los arcos elfos no
era conveniente quitar la cuerda.
Los dos se despidieron de Dhearryn y de Thalyan, salieron de la
cabaña del armero y descendieron por las pasarelas, plataformas y escalas hasta
el suelo. Allí estaba Vyridher, Armhiin y Ulynhia. El cuidador de la arboleda
apartó los ojos ante la cazadora. Los otros dos les desearon lo mejor y les
acompañaron hasta la puerta del cercado. Fue uno de los cazadores de Lybhinnia
quien abrió la puerta. Gynthar y Lybhinnia se despidieron, saliendo a paso
rápido, internándose en el bosque, escuchando una plegaria que entonaba
Armhiin, su última contribución a la misión, una nota protectora a sus
esperanzas.
Lybhinnia recordaba que cuando el bosque estaba en su plenitud,
con las copas llenas de hojas, era difícil saber en qué hora se encontraban,
pero ahora, con un bosque muriéndose, los rayos del sol se colaban por las
zonas donde los árboles habían desaparecido. Por eso tuvo en cada momento la
certeza de que hora era. Viajaban ligeros, ágiles, realizando movimientos
precisos y calculados. Siempre atentos a lo que ocurría a su alrededor, siempre
escuchando a la naturaleza. Y de esta forma se dio cuenta de una realidad, de
algo que no había intuido hasta ese momento, no escuchaba a los pajarillos que
habitaban en la foresta. En la arboleda si los escuchaba, pero ahora no oía
absolutamente nada.
Estaba tan enfrascada en poner atención a lo que había y a lo que
ya no estaba allí, que casi pasó desapercibido que Gynthar se había detenido.
El guerrero le hizo un gesto y Lybhinnia se paró, acercándose sigilosa, con
movimientos sinuosos de su cuerpo, hasta donde estaba él.
-
Esta era la charca de Vhyret -dijo Gynthar en voz baja, señalando
algo hacia el frente.
Lybhinnia había estado muchas veces en la pequeña laguna y no
reconocía el lugar. Ya no había agua, sino que el hundimiento se había llenado
de huesos. Como buena cazadora reconoció las osamentas de ciervos, gamos,
pequeños roedores, alguna ave, pero también carnívoros, felinos salvajes,
comadrejas, y hasta algún lobo. Claramente era el lugar donde comía algún ser,
voraz y peligroso, si había podido con el lobo del bosque, un depredador muy
inteligente. Recordaba el vergel siempre verde y lleno de flores que rodeaba al
agua, los arbustos llenos de bayas y los pequeños frutales. Ya no quedaba nada
de eso, solo la tierra removida y los esqueletos secos de los arbustos y algún
árbol.
-
No es buena idea seguir por aquí -indicó Lybhinnia, teniendo un
mal presentimiento si decidían seguir de frente, cruzando la charca-. Demos un
pequeño rodeo.
-
Es buen idea, aquí el ambiente es demasiado intranquilo, algo
espera, algo se oculta, depreda al incauto -asintió Gynthar, sin dejar de mirar
a la antigua charca, ahora convertida en un claro siniestro-. Guíame cazadora.
Lybhinnia se había quedado un poco sorprendida, porque no esperaba
que el guerrero le diera la razón, no tal y como le había tratado en los
últimos días. Tal vez Gynthar había cambiado a mejor. Volvía a ser la persona
con la que se había criado, respetuosa y neutra.
Dar un rodeo fue algo cansado, pues tuvieron que emplear un tiempo
precioso que casi no tenían, pero era eso o jugársela con lo que pudiera haber
en la charca desaparecida. Ambos parecían estar de acuerdo con esa medida. El
resto de la jornada fue un continuo ejercicio, buscando un buen lugar donde
pasar la noche. Ninguno de los dos estaba muy seguro de lo beneficioso que
sería acampar de noche y pasarlo al raso. No se habían cruzado con ningún
animal en todo el día, pero sí con multitud de rastros, lo que indicaba que
había mucha vida aun en el bosque. Eso les indicaba que eran de hábitos
nocturnos, algo bastante raro en el bosque, lo que les daba mala espina.
Gynthar le había preguntado por un lugar específico, la Uña de Osbbhay.
Lybhinnia sabía por dónde quedaba el lugar, una curiosa formación rocosa en el
bosque, ideal para lo que querían, pero las ramas de los árboles les
molestarían un poco. Le guió por una pequeña senda, hasta llegar a la
localización. Para su sorpresa, los árboles se habían retirado y la formación
rocosa parecía un pequeño castillo. Antiguamente, cuando los árboles la
rodeaban, te podías ayudar de las ramas para escalarlo, pero ahora para llegar
a la cima, tuvieron que usar todas sus habilidades y su agilidad. Les llevo un
rato, pero al final y gracias a su pericia llegaron arriba.
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