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miércoles, 24 de enero de 2018

Unión (4)



Los jóvenes dejaron de reír más tarde que Ofthar, y sobre todo cuando esté obligó a las muchachas a alejarse de sus caricias. Ofthar pidió al tabernero que trajera nuevas jarras, pero esta vez con agua fresca, lo que consiguió más quejas por parte de los doce jóvenes. Mhista se dejó caer sobre el banco que ocupaba y empujó al que estaba sentado a su derecha para dejar sitio a Ofthar, que le sonrió y se sentó. No habló hasta que el tabernero trajo la bebida pedida y se fue de vuelta a su barra.
-       El señor Nardiok me ha dado una nueva misión -informó a los jóvenes, que empezaron a murmurar entre ellos, sopesando que tendrían que hacer, que gesta labrarían, la sangre de quien derramarían. Ofthar esperó a que se callaran, pero fue Mhista quien puso orden de un silbido y una cara enfadada-. Bien, no va a ser nada peligroso, más bien algo protocolario, se me envía como embajador del señorío a la corte del señor Naynho.
Las caras de los jóvenes se transformaron y Ofthar pudo ver su decepción marcada a fuego en ellas.
-       Quiero que vengáis conmigo como escolta -prosiguió Ofthar-. Nardiok quiere que demos buena impresión. Podría llevar a un grupo de soldados de cierta edad, pero creo que si os llevo a vosotros, le mostraremos a Naynho que nuestro señorío tiene una nueva generación de guerreros hábiles, no solo unos cuantos veteranos con demasiados inviernos. Mhista actuará de mi sargento y por ello estará al mando de vuestras acciones. ¿Alguna pega?
-       ¿Qué es lo que se espera de nosotros? -preguntó un guerrero rubio, sin barba, pero con un gran bigote, ojos verdosos.
-       Rhime, tenéis que dar ejemplo de guerreros de élite y que os sabréis comportar -contestó Ofthar, sabiendo que pedía mucho a esos hombres, pero a la vez confiaba mucho en sus aptitudes-. Nada que los valerosos doce no puedan hacer.
-       ¡Haremos lo que nos pidas, Ofthar! -bramó un guerrero ancho de hombros, de un rubio pajizo que se encontraba frente a Ofthar, de rostro redondo y ojos oscuros.
-       Esa es la forma de hablar, Otherk -agradeció Mhista, al guerrero que había hablado.
-       Id a preparar las cosas que necesitéis, armas, enseres, lo que queráis llevar y os veo en la plaza del mercado dentro de un par de horas, en vuestros caballos.
Los doce guerreros asintieron con la cabeza, apuraron las jarras de agua, para liberarse de los influjos de la cerveza que ya habían ingerido y se fueron marchando, quedando solo Mhista. El joven, recogió sus cosas y se puso a seguir a Ofthar.
-       ¿No seremos un poco jóvenes para representar al señor Nardiok, ante otro señor? -preguntó Mhista, que había pasado a su forma más seria.
-       Yo también me hago esa pregunta, mi buen amigo -contestó Ofthar encogiéndose de hombros. Mhista era su mejor amigo y el primero que hizo cuando llegó con su padre. Era mayor que él, pero por un único año. Se habían hecho inseparables y lo mejor, como había dicho alguna vez su abuelo Ofha, que era también un Bhalonov, lo que le haría un compañero leal durante toda la vida.
No todos los miembros de su camarilla eran miembros de su clan. Mhista, Rhime, Elbok, Orot y Hefta sí lo eran. Mhista era un primo cercano, mientras que los otros estaban más alejados, pero como miembros del clan, tenían que ayudarse, sobre todo dado que algún día Ofthar asumiría la cabeza del clan. El resto, Otherk, Ubbal, y Phyka, pertenecían al clan Irinat, Ogbha e Irnha, al Arnha, Lirnho al Urtho y Shetol al Fhesra. Los clanes Arnha, Urtho y Fhesra eran los más poderosos del grupo de menores. Estaban emparentados por casamientos con los Bhalonov y los Irinat, los que les hacía ser casi familiares directos, leales al señor Nardiok y al canciller Ofhar. Por ello, los más jóvenes podían formar parte del grupo de Ofthar. De esta forma, el señorío se iba haciendo fuerte y unido, siendo la forma de alejar las guerras civiles tan dañinas en estos reinos tan pequeños.
Ofthar y Mhista llegaron a la casona de Ofhar, un gran edificio circular, no tan grande como la del señor Nardiok, pero que era comparable, dado el poder de la familia Bhalonov. Como todas las de su estilo, tenía dos plantas, pero Ofha en su día construyó un tejado con más altura y pendiente diferente al resto, lo que ayudó a que se creara una segunda planta, usada como almacén de suministros, armas y provisiones. Según Ofthar entró en la vivienda, llamó a los criados, que se dispusieron a preparar todo lo que necesitaban tanto Ofthar como Mhista. Lo primero que hicieron los dos amigos fue visitar al armero y dejar sus armaduras listas. Una vez revisadas, se revistieron con ellas. Ahora les tocaría esperar al resto, así que fue la señora de la casa quien debía encargarse de hacerles pasar el rato.
-       Así que os tenéis que marchar, pues sin los hombres de la casa, me voy a aburrir aquí -se quejó la mujer, de cabellos rubios, escondidos bajo un pañuelo blanquecino. Era joven, pero el primer embarazo había dejado sus marcas en la cara y el cuerpo. Ofhini había sido un bebé muy grande y doloroso. Debido a ello, la señora no parecía estar interesada en dar más retoños a su marido.
-       Las órdenes del señor Nardiok no pueden obviarse -dijo Mhista, muy serio, pero al ver a Ofhini, le hizo una mueca. La niña se escondió tras su madre, ligeramente azorada, al final Mhista era un joven apuesto.
La señora de la casa sonrió ante la reacción de su hija. Aún se acordaba de aquella época, aunque Ofhini era muy joven aún para ello. Ofthar parecía estar más atento a otras cosas que a su hermanastra o a su amigo. En su cabeza solo tenía sitio para sus cábalas sobre lo que esperaba de él Nardiok.

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