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miércoles, 17 de enero de 2018

El tesoro de Maichlons (35)



Cuando Maichlons llegó a su casa por la noche, descubrió que su padre ya le esperaba allí, sentado en la mesa del comedor familiar. Estaba serio, con cara de pocos amigos.
-          No me tienes que contar algo, hijo -dijo Galvar, mirándole directamente.
-          ¿A qué te refieres?
-          Te crees que si vas pidiendo a tus capitanes que sean tus padrinos no me voy a enterar -indicó molesto Galvar-. ¿A quién te vas a enfrentar en duelo y por qué?
-          A Shon de Fritzanark y porque me ha llamado mentiroso en público -contestó Maichlons, dejándose caer en una silla.
-          El maldito bastardo del señor del norte, en mala hora llegó a esta ciudad -espetó Galvar-. Hace lo que le da la gana. Es problemático y le gustan demasiado los duelos. Ha dejado tras él una larga lista de muertos y heridos entre novios, maridos y padres de sus conquistas. No sé cómo te has podido mezclar con él.
-          Estaba en la fiesta del gremio de mercaderes -dijo caer Maichlons.
-          Pero eso no explica nada, pues el pequeño bastardo no suele acercarse a otros varones sin no hay…- las palabras de Galvar se quedaron en la boca de este y miró a su hijo-... una mujer. ¿Estabas con una mujer?
-          Bueno, yo, esto…
-          ¿Con quién estabas? -preguntó Galvar, ligeramente más alegre.
-          Con la hija del señor de Tuvelorn, se llama Gharsiz y…
-          El dueño de la casa Tuvelorn -cortó Galvar interesado-. Es un buen hombre, y sí, creo que tiene una hija casadera. Además la casa Tuvelorn es un negocio muy beneficioso. Tienen mucho dinero.
-          No estoy interesado en su dinero, padre -indicó Maichlons, molesto por la intervención de su padre.
-          Pero sí en ella -afirmó Galvar, contento por la reacción airada de su hijo.
-          ¡Eh, sí! -asintió Maichlons.
-          Entonces cuéntame lo que ha pasado durante el sarao del gremio de los mercaderes -pidió Galvar.
Maichlons fue contando parte tras parte, desde su llegada a la fiesta, como lo recibieron los miembros del gremio y el resto de los invitados. Galvar iba asintiendo con la cabeza y poniendo muecas de que iba entendiendo todo lo que salía de forma rápida por la boca de su hijo. Le narró la conversación con el padre de Gharsiz, el rato que había estado bailando con la muchacha y la confrontación con Shon. Galvar parecía meditabundo.
-          Claramente -dijo por fin Galvar-. Tu honor te obligaba defender a la muchacha y la ofensa de ese pequeño bastardo contra la verdad es obvia. No te quedaba otra que apalabrar el duelo. Pero debes saber que ese tipo de lides no están bien vistas por la corte, y por ello, los capitanes me han ido a ver. Les he ordenado que no te ayuden, para que no queden expuestos y que les degraden.
-          ¿Y de dónde voy a sacar ahora los padrinos? No conozco a mucha gente en la ciudad, llevo bastante tiempo fuera -se lamentó Maichlons que esperaba la ayuda de sus oficiales.
-          Te acompañaran Lhatto y sus hijos, vestidos como los caballeros que son -indicó Galvar-. Iréis en nuestra carroza. Mhilon la está acondicionando ahora mismo en nuestras cocheras. Los capitanes no hablaran del asunto, porque gracias a Bhall, me temen a mí, más que a ti, su líder. Lo llevaremos los miembros de esta casa en secreto. Rubeons se encargará de silenciar a aquel que quiera hacerse el listo.
-          Gracias -murmuró Maichlons.
De alguna forma, Maichlons estaba realmente contento, con una comezón en el pecho, que no sabía muy bien de qué se trataba. Tal vez era una pizca de orgullo y mucho de amor hacia su padre, pues este había arreglado el asunto del duelo de forma limpia y sobre todo, porque no había llegado ni a pasársele por la cabeza que había sido él quien había podido provocar todo. Lo que había notado era la alta estima y confianza que Galvar tenía depositada en él.
-          Por otro lado, ¿qué tienes pensado hacer con la relación de amistad que tienes con la hija de Tuvelorn? -preguntó Galvar-. Que por cierto, ¿cómo se llama? No me lo has dicho.
-          Gharsiz.
-          Gharsiz, bonito nombre, que supongo hace juego con una muchacha de una belleza de bandera -indicó Galvar.
-          Pues supongo que podría acercarme más a ella -dijo dubitativo Maichlons.
-          Sabes que hagas lo que hagas para ahondar esa relación, por mi parte no vas a tener problemas, siempre sigas por un camino donde no deshonres a tu padre y ancestros -comentó Galvar-. Pero por lo que me has contado, queda claro que los padres de ella te ven como el mejor yerno. Así que lo mejor que puedes hacer es revisar tus sentimientos y después descubrir los de ella. Más allá, solo Bhall dirá.
-          Lo pensaré.
-          Para mí, también me fue difícil, pero llegado a este punto, me pregunté qué era para mí Marinnia, tu querida madre y me di cuenta que era mi tesoro más preciado -explicó Galvar-. Una vez sabido eso, no me quedó más que ir donde su padre y pedirla en matrimonio. A tu abuelo no le hizo mucha gracia, pues le salte a él, pero a la larga me dijo que había elegido bien, y eso que tu madre no era ni noble. Pero ahora lo mejor es que cenes algo y te vayas a dormir, mañana tienes un asunto peliagudo.
Galvar, que ya había cenado, se puso de pie y dejó solo a su hijo, porque en esta vigilia él sobraba. Maichlons cenó lo que la vieja cocinera le había preparado y según terminó se fue en silencio, rodeado por sus pensamientos, a su alcoba para intentar conciliar el sueño, mientras daba vueltas a los que le había dicho su padre.

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