Cuando Maichlons llegó a su casa por la noche, descubrió que su
padre ya le esperaba allí, sentado en la mesa del comedor familiar. Estaba
serio, con cara de pocos amigos.
-
No me tienes que contar algo, hijo -dijo Galvar, mirándole
directamente.
-
¿A qué te refieres?
-
Te crees que si vas pidiendo a tus capitanes que sean tus padrinos
no me voy a enterar -indicó molesto Galvar-. ¿A quién te vas a enfrentar en
duelo y por qué?
-
A Shon de Fritzanark y porque me ha llamado mentiroso en público
-contestó Maichlons, dejándose caer en una silla.
-
El maldito bastardo del señor del norte, en mala hora llegó a esta
ciudad -espetó Galvar-. Hace lo que le da la gana. Es problemático y le gustan
demasiado los duelos. Ha dejado tras él una larga lista de muertos y heridos
entre novios, maridos y padres de sus conquistas. No sé cómo te has podido
mezclar con él.
-
Estaba en la fiesta del gremio de mercaderes -dijo caer Maichlons.
-
Pero eso no explica nada, pues el pequeño bastardo no suele
acercarse a otros varones sin no hay…- las palabras de Galvar se quedaron en la
boca de este y miró a su hijo-... una mujer. ¿Estabas con una mujer?
-
Bueno, yo, esto…
-
¿Con quién estabas? -preguntó Galvar, ligeramente más alegre.
-
Con la hija del señor de Tuvelorn, se llama Gharsiz y…
-
El dueño de la casa Tuvelorn -cortó Galvar interesado-. Es un buen
hombre, y sí, creo que tiene una hija casadera. Además la casa Tuvelorn es un
negocio muy beneficioso. Tienen mucho dinero.
-
No estoy interesado en su dinero, padre -indicó Maichlons, molesto
por la intervención de su padre.
-
Pero sí en ella -afirmó Galvar, contento por la reacción airada de
su hijo.
-
¡Eh, sí! -asintió Maichlons.
-
Entonces cuéntame lo que ha pasado durante el sarao del gremio de
los mercaderes -pidió Galvar.
Maichlons fue contando parte tras parte, desde su llegada a la
fiesta, como lo recibieron los miembros del gremio y el resto de los invitados.
Galvar iba asintiendo con la cabeza y poniendo muecas de que iba entendiendo
todo lo que salía de forma rápida por la boca de su hijo. Le narró la
conversación con el padre de Gharsiz, el rato que había estado bailando con la
muchacha y la confrontación con Shon. Galvar parecía meditabundo.
-
Claramente -dijo por fin Galvar-. Tu honor te obligaba defender a
la muchacha y la ofensa de ese pequeño bastardo contra la verdad es obvia. No
te quedaba otra que apalabrar el duelo. Pero debes saber que ese tipo de lides
no están bien vistas por la corte, y por ello, los capitanes me han ido a ver.
Les he ordenado que no te ayuden, para que no queden expuestos y que les
degraden.
-
¿Y de dónde voy a sacar ahora los padrinos? No conozco a mucha
gente en la ciudad, llevo bastante tiempo fuera -se lamentó Maichlons que
esperaba la ayuda de sus oficiales.
-
Te acompañaran Lhatto y sus hijos, vestidos como los caballeros
que son -indicó Galvar-. Iréis en nuestra carroza. Mhilon la está
acondicionando ahora mismo en nuestras cocheras. Los capitanes no hablaran del
asunto, porque gracias a Bhall, me temen a mí, más que a ti, su líder. Lo
llevaremos los miembros de esta casa en secreto. Rubeons se encargará de
silenciar a aquel que quiera hacerse el listo.
-
Gracias -murmuró Maichlons.
De alguna forma, Maichlons estaba realmente contento, con una
comezón en el pecho, que no sabía muy bien de qué se trataba. Tal vez era una
pizca de orgullo y mucho de amor hacia su padre, pues este había arreglado el
asunto del duelo de forma limpia y sobre todo, porque no había llegado ni a
pasársele por la cabeza que había sido él quien había podido provocar todo. Lo
que había notado era la alta estima y confianza que Galvar tenía depositada en
él.
-
Por otro lado, ¿qué tienes pensado hacer con la relación de
amistad que tienes con la hija de Tuvelorn? -preguntó Galvar-. Que por cierto,
¿cómo se llama? No me lo has dicho.
-
Gharsiz.
-
Gharsiz, bonito nombre, que supongo hace juego con una muchacha de
una belleza de bandera -indicó Galvar.
-
Pues supongo que podría acercarme más a ella -dijo dubitativo
Maichlons.
-
Sabes que hagas lo que hagas para ahondar esa relación, por mi
parte no vas a tener problemas, siempre sigas por un camino donde no deshonres
a tu padre y ancestros -comentó Galvar-. Pero por lo que me has contado, queda
claro que los padres de ella te ven como el mejor yerno. Así que lo mejor que
puedes hacer es revisar tus sentimientos y después descubrir los de ella. Más
allá, solo Bhall dirá.
-
Lo pensaré.
-
Para mí, también me fue difícil, pero llegado a este punto, me
pregunté qué era para mí Marinnia, tu querida madre y me di cuenta que era mi
tesoro más preciado -explicó Galvar-. Una vez sabido eso, no me quedó más que
ir donde su padre y pedirla en matrimonio. A tu abuelo no le hizo mucha gracia,
pues le salte a él, pero a la larga me dijo que había elegido bien, y eso que
tu madre no era ni noble. Pero ahora lo mejor es que cenes algo y te vayas a
dormir, mañana tienes un asunto peliagudo.
Galvar, que ya había cenado, se puso de pie y dejó solo a su hijo,
porque en esta vigilia él sobraba. Maichlons cenó lo que la vieja cocinera le
había preparado y según terminó se fue en silencio, rodeado por sus
pensamientos, a su alcoba para intentar conciliar el sueño, mientras daba
vueltas a los que le había dicho su padre.
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