Kounia mandó al grakan que había
permanecido en la torre abajo, debía reforzar al grupo de guerreros de abajo.
Ella y Yholet se encargarían de la observación. El guerrero no parecía muy
dispuesto de permitir que el blanco se quedase solo con Kounia, pero tanto por
la mirada que le echó Kounia y lo que pareció un aullido que vino del exterior,
prefirió que si iba a morir, lo haría con sus compañeros de armas.
- ¿Qué ha sido eso? -preguntó Yholet
preocupado por el extraño aullido, que no se parecía a nada que hubiera
escuchado antes.
- Se preparan para atacar -murmuró Kounia,
agarrando con fuerza su lanza-. Será la hembra alfa que llama a las crías.
Ellas serán la primera línea de ataque.
- ¿Cómo se diferencia a una hembra alfa del
resto? -quiso saber Yholet.
- Tienen una coloración más rojiza que el
resto -respondió Kounia, sin hacerle mucho caso. Aunque solo sabía esa
información por lo que contaban los chamanes, pues hacía mucho que no se había
visto uno en la selva.
- Bien -se limitó a decir Yholet, tomando
una flecha y colocándola en la cuerda.
Kounia señaló algo y Yholet pudo ver como
los adultos se juntaban y entre las hierbas altas aparecían las crías, que eran
como sus progenitores pero de menor tamaño. Aun así seguían pareciendo aterradores,
tanto los jóvenes como los adultos. A Yholet le parecieron que formaban como un
ejército. Los nobles atrás y los soldados delante. No se podía dejar de ver que
los adultos iban a sacrificar a las crías para cazar. Yholet pensó que tal vez
era una forma de hacer que las crías se volvieran más fuertes, pues solo las
más hábiles sobrevivirían. No era algo que se veía mucho en la naturaleza,
donde los progenitores se desvivían por sus descendientes.
Por fin el momento temido llegó. Los
animales se pusieron en marcha y fue a la carrera, tras un aullido de alguno de
los adultos que Yholet no pudo percibir. Los bichos iniciaron su avance a toda
velocidad. A Yholet le asombró ese arranque tan rápido. Entendió como Lystok
podía haber caído tan fácil. Aun así buscó alguna de esas crías. Kounia alertó
a sus hermanos, mientras bajaba de la torre a saltos, sin darse cuenta de que
Yholet no la seguía. Desde la altura, Yholet percibió que las crías eran más
bajas que el parapeto y no tenían cuerpo suficiente para tirar las piedras si
lo golpeaban. Otra cosa serían los adultos. Pero de todas formas quería ver qué
tipo de piel tenían. Dejó marchar una flecha y siguió el disparo hasta que la
punta se clavó en el cuerpo de una cría, que rodó por el suelo, siendo
pisoteado su cuerpo por sus iguales y los adultos. Solo uno de ellos se detuvo
ante la cría moribunda, como investigando porque había caído. Yholet sabía que
había encontrado a la hembra alfa.
Las primeras crías llegaron al parapeto,
pero no supieron qué hacer, en cambio las que venían detrás pegaron un salto y
casi lograron alcanzar la parte superior del parapeto. Alguna lo hubiera
conseguido, pero les recibieron las puntas de las lanzas de los grakan, que
mataron a más de una. Pero las que estaban al otro lado, no se desanimaron,
pues llegaron los cinco adultos que chocaron con fuerza y estrépito contra la
defensa, que vibró y lanzó algo de polvo, pero resistió el primer embate.
Yholet lanzó un par de flechas más, que
dieron en diana y varias crías sucumbieron, pero sin perder de vista al adulto
que se había quedado rezagado. Sin duda ese adulto estaba investigando que era
lo que había matado a la cría. Le parecía que observaba la flecha, incluso la
olía. Pero Yholet tuvo que pasar de él, pues los adultos habían llegado al
parapeto y estaban dispuestos a tirarlo abajo, golpeándose contra él,
esquivando las puntas de las lanzas de los grakan. Había crías pero parecía que
su número había sido reducido y veía los cuerpos de estos a los pies de los
adultos. Lanzó una flecha contra uno de los adultos. Se clavó pero a diferencia
de las crías no lo tumbó. Le pareció que no había profundizado demasiado, lo
que indicaba que la piel era más dura de lo que le había pronosticado. Para
colmo no sabía dónde tenía los puntos vitales ese animal. Tendría que haber
indagado más cuando estaba Kounia. Lanzó dos flechas más, con idénticos
resultados, aunque le pareció que el animal le había mirado directamente a él.
Se habría percatado de que se encontraba ahí arriba. Entonces se le ocurrió
algo. La siguiente flecha la disparó contra un ojo. Esta no solo se clavó, sino
que se hundió hasta las plumas en la cabeza del animal, que cayó al suelo dando
patadas al aire, golpeando a alguna cría que hirió con sus garras afiladas.
Yholet se sonrió porque había encontrado el punto débil del animal. Buscó al
siguiente adulto y lo mandó al diablo con un segundo certero disparo en un ojo.
Por un momento le pareció que las crías perdían el ímpetu e incluso los tres
adultos se movían confundidos por lo ocurrido, sin saber lo que debían hacer.
Entonces llegó el último adulto, con sus tonos rojizos en el cuerpo, golpeando
de cabeza el parapeto, del que se desprendieron varias rocas de la cima,
apareciendo una brecha.
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