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miércoles, 10 de octubre de 2018

Lágrimas de hollín (35)


Fhin se acercó a Terbus y le dio una patada al gladio alejándolo de la mano de su dueño. Junto al cuerpo de Terbus se empezaba a formar un pequeño charco de sangre. Sabía que el líder de los Serpientes no duraría demasiado, pues aparte del costado tenía más cortes por el resto del cuerpo.

   -   Luchas como un verdadero veterano, chico -dijo Terbus, mirando hacia arriba-. Pero ahora te frenas a la hora de terminar el trabajo. Pocos Serpientes quedan ya. Con mi muerte nuestro territorio será tuyo. Pero recuerda esto, los otros clanes no tolerarán tu reinado, señor de la Cresta.
   -   Puede ser que no lo quieran ver, incluso que se interpongan, pero no me pararán, Terbus, pues todos y cada uno de ellos luchan desunidos, temiendo las traiciones, como tú -le respondió Fhin, dando vueltas alrededor de él-. Llevan tanto tiempo temiendo a los que les rodean que se han olvidado de lo importante.
   -   ¿Qué es lo importante? -preguntó con curiosidad Terbus, pero Fhin no le respondió.

Fhin se agachó por la espalda y le cortó el cuello de un único tajo. La sangre manó a borbotones y Terbus cayó hacia atrás, apoyándose en el cuerpo de Fhin. Al retirarse éste, acabó tumbado sobre el suelo, muerto. Bheldur y Usbhalo se acercaron a Fhin y le dieron palmadas en la espalda, dándole ánimos por su gran batalla y hablando de los bien que había terminado el plan. Fhin descubrió que sus dos amigos respiraban rápidos, lo que indicaba que estaban cansados.

Phorto y sus hombres se aproximaron cautelosamente. Fhin le sonrió y guardó sus dagas. Phorto y el resto de los Carneros seguían con sus armas en las manos, goteando sangre.

   -   Has matado al señor de los Serpientes -indicó Phorto-. Eso te hace el nuevo señor del territorio.
   -   Vaya, es el segundo rey Serpiente que mato -dijo Fhin, haciendo unos movimientos para evitar que el cansancio pudiera con él-. Bueno es lo que había que hacerse. Creo que teníamos un trato, Phorto. No vas a hacerlo real.

Phorto se lo quedó mirando. Bheldur y Usbhalo, al ver que el líder de los Carneros dudaba en llevar a cabo lo que le había prometido a Fhin, temieron una traición por su parte. Bheldur pensó que tal vez la ambición que parecía no existir en el corazón de Phorto hubiera aparecido por fin. En este momento, cuando los tres estaban cansados y los Carneros eran más, no lo tendrían tan fácil para sobrevivir. Usbhalo agarró con fuerza el asta de su hacha, listo para defender a su amigo.

Pero el líder de los carneros se arrodilló y los que estaban con él, lo imitaron al momento. Fhin los miró con esa sonrisa que ponía cuando lo que había ideado le salía bien. Bheldur ya la había visto otras veces y respiró tranquilo, dándole unas palmadas a Usbhalo, para que se relajara.

   -   Yo, Phorto, líder de los Carneros te brindo mi lealtad -juró Phorto-. Yo y mis hombres te seguirán allí donde tus decisiones nos lleven.
   -   Puedes levantarte Phorto, pues hay muchas cosas que hacer -pidió Fhin, haciéndole un gesto con la mano-. Estos son mis principales colaboradores, Bheldur, que recaba la información que necesitamos y Usbhalo que me presta su fuerza. Para ti y para todos soy Jockhel, señor de la Cresta. Phorto, te quiero a mi lado, en mi camarilla, pues eres el indicado para dirigir a nuestras huestes. Serás mi primer general.
   -   Seré lo que desees, mi señor -asintió Phorto, que no esperaba que Jockhel le incluyera en su camarilla y menos como líder de los hombres. Este nuevo líder parecía ambicioso, pero también más inteligente que otros que había conocido.
   -   Para mí me basta con que seas Phorto, pero bueno, ya hablaremos de esto más tarde -indicó Fhin-. Lo primero es terminar con lo que se ha empezado. Los Serpientes no han sido acabados del todo y tampoco los Nutrias. Phorto, te llevarás a tus hombres hasta la guarida de los Serpientes y a los que queden les darás a elegir, servirnos o morir. Yo debo enfrentarme a Oltar de los Nutrias.
   -   No creo que los Serpientes me reciban demasiado bien -añadió Phorto.
   -   Llevarás un presente para ellos -afirmó Fhin-. Usbhalo, por favor.

Usbhalo dio un paso hacia delante y descargó su hacha, cercenado la cabeza de Terbus, ante la mirada de Phorto.

   -   Dudo que tengan problemas para elegir -señaló Fhin.
   -   Los Serpientes que queden se unirán a nosotros ante esa visión -aseguró Phorto, que sabía que los que quedaban serían los miembros de más bajo nivel, pues Terbus había venido a la trampa con sus mejores hombres-. Pero no sé cómo Oltar te recibirá. Le has traicionado.
   -   ¡Oh, el viejo Oltar es más bien estúpido! -espetó Fhin-. Se ha dejado convencer de mis palabras, pues tiene un mal que le adolece por encima de todo. Solo había que dejarle creer que era lo que no soy. No verá la traición aunque la tuviera delante.
   -   ¿Y los Nutrias que se han rendido? ¿Qué hago con ellos? -preguntó Phorto.
   -   Tráelos, quiero hablar con ellos -ordenó Fhin.

Phorto asintió y dio las órdenes precisas a sus hombres que se dirigieron al callejón para traer a los Nutrias que habían hecho prisioneros.

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