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sábado, 12 de diciembre de 2020

El reverso de la verdad (4)

Andrei se había quedado parado en la calle, ante el portal donde se encontraba la oficina. Miraba el logotipo de la empresa, junto con las palabras en letra plateado. Productora Les Infants. Así se llamaba la productora. El nombre provenía de una broma de él. Recordaba que le había dicho que sus creaciones eran como sus hijos, unos infantes pequeños y sanos. A Sarah y luego por lo visto a Alexander les hicieron gracia su idea y lo tomaron como nombre para la productora. 

Allí parado estaba cogiendo fuerza y al final, se armó de valor y entró en el portal. El edificio era otra construcción como su vivienda. Un edificio de primeros del siglo pasado, de planta cuadrada y bella decoración exterior. Ellos habían comprado toda la primera planta, y lo habían reformado poco a poco. De esa forma fue el negocio extendiéndose. Ahora tenían treinta o más trabajadores allí. Pero contrataban a muchos más cada vez que tenían una producción en marcha. Habían realizado algunas de las series más famosas del país, así como muchos documentales. Poco antes del accidente, por investigación de Alexander, habían abierto una división de publicidad. Por lo que parecía, estaba dando muchos beneficios, más que las series y los documentales. Solo había visto de pasada el último informe trimestral que le había enviado Alexander, pero la división de publicidad tenía más peso ahora. Las series se mantenían y los documentales estaban casi parados. Eso era evidente, pues en la última época, los documentales de investigación los llevaba Sarah en exclusividad.

Subió por las escaleras de mármol blanco hasta la puerta de la oficina. Pulso en el timbre y al momento se abrió la puerta. Andrei entró, viendo que seguía el mismo color de las paredes, todo limpio y ordenado. Nada parecía haber cambiado, a excepción de las dos señoritas que estaban detrás del recibidor. Una era una chica joven, veintipocos, rubia, algo gordita. Manejaba con soltura el ratón de un ordenador, mientras le hablaba a la otra. La compañera también parecía joven, diría que unos veintiséis o así, Andrei nunca había sido bueno para las edades. Estaba de pie, aunque algo agachada para hablar con la recepcionista. Tenía el pelo negro, muy oscuro, largo y liso. Tenía algo en el rostro que llamaba la atención, era muy pálido, con ojos pequeños, verdes, ligeramente rasgados, con alguna peca aislada. Vestía con una camisa blanca, con el botón del cuello abierto, con lo que se veía la piel y un colgante que parecía un gato negro. La camisa parecía ceñida o un par de tallas menos, por lo que se había pegado a sus curvas. Andrei no pudo evitar una ligera sonrisa, ya que era guapa y tenía una bella figura, pero pronto volvió la figura de Sarah a su mente, recomponiéndose, y culpándose por su mente sucia. 

-   ¿En qué le podemos ayudar? -dijo la del pelo negro con una voz delicada, pero llena de desaire, como la presencia de Andrei la hubiera molestado.

Andrei se la quedó mirando, entre sorprendido y divertido. Claramente esa mujer debía ser una de los nuevos fichajes de la empresa, porque cualquiera de los viejos trabajadores sabían quién era precisamente él. 

-   No tenemos tiempo para esto -volvió a hablar la del pelo negro-. Si no nos dice que quiere no le podremos ayudar. 

-   ¡Hum! -carraspeó Andrei, divertido-. Parece que la cortesía en Les Infants ha decaído últimamente. 

-   Mira, no estamos para las graciet… -empezó a decir la de pelo negro. 

-   Helene, creo que lo mejor es que vuelvas a tu despacho -intervino la rubia, antes de que las cosas se pusieran peor-. Yo me encargo de los clientes. Te llevo el informe en cuanto lo imprima. ¿Vale? 

-   Antes de que se vaya, Helene -dijo Andrei-. Para que sepa lo que pasa, yo soy Andrei Dubois, y si no me equivoco soy el dueño de esto.

Andrei se sonrió al ver cómo tanto la rubia como la morena empalidecían, bueno, más bien la rubia, porque la morena no pareció que le cambiase mucho el color del rostro. Luego le hizo el gesto de que se podía marchar. Helene se disculpó un par de veces antes de marcharse hacia el interior de la oficina. Andrei le indicó a la rubia que había vendo a mirar unas cosas en el despacho de su esposa, de Sarah. Le dijo que ya había hablado con Alexander y que este le había señalado que Bernardette estaría al tanto.

La rubia le dijo que ella era Bernardette, pero que el señor Alexander no le había dicho nada de nada. Andrei indicó que eso era muy propio de Alexander, sonriendo. Tras lo cual le dijo que ya iba él solo al despacho de su esposa, pues dudaba que hubiera cambiado de sitio en la oficina. Bernardette le aseguró que seguía donde siempre. También que estaba en la línea uno, si necesitaba cualquier cosa, que no dudase en llamarla. Andrei le agradeció el gesto y entró en la oficina por la misma puerta por la que se había ido Helena.

Como ya esperaba, su presencia fue algo que todos los presentes estaban avisados, por lo que Helene había pasado la información de que el jefe por fin había hecho acto de presencia en la oficina. La curiosidad o la preocupación les hizo estar atentos. Andrei saludó y habló con los veteranos que ya conocía, tardando más de lo esperado en llegar al despacho de su esposa. A quien no encontró por ningún lado fue a Helene, que sin duda se había escondido en su despacho, para evitar otro encontronazo.

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