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martes, 15 de diciembre de 2020

Lágrimas de hollín (57)

Inghalot, el gran señor de los Águilas y quien durante años había mantenido el status quo del barrio, estaba iracundo. Por primera vez en mucho tiempo se había dejado engañar por un joven. Había pensado que el tal Jockhel se habría sosegado hasta que se reunieran los líderes de los clanes, pero mientras él simulaba que había problemas y demoraba la fecha de la reunión, Jockhel le había ganado la mano, acabando con los líderes de los Osos y los Leones. Incluso tenía el apoyo de los Gatos. Esas malditas asesinas le habían jurado lealtad. Ahora, con la noticia de que el viejo Arghuin estaba muerto aun caliente, le llegaba una nueva, los Caballos y los Ciervos se habían unido a Jockhel. Y para colmo, había recibido las quejas del imperial. El maldito extranjero le ordenaba, a él, que debía terminar con el tal Jockhel o el juego que habían organizado durante años se acabaría. Las formas del magistrado imperial eran intolerables. Ni porque sus arcones estuvieran llenos del oro del imperio, le hacían hablarle como lo había hecho en la carta. La ira de Inghalot estaba desatada, algo que se comprobó al poco tiempo, ante su segundo, ordenó asesinatos hasta por cosas triviales, ante el estupor de su principal lugarteniente. 

-   Mi señor Inghalot, tenemos noticias de Isppal y de Nelbhur -anunció el hombre-. No vendrán a la reunión con Jockhel. Se prepararán para la guerra. Y te aconsejan que hagas lo mismo. El tiempo de las palabras se ha terminado. No van a esperar que les pase lo mismo que a Arghuin o Dhert. 

-   ¡Malditos idiotas, la unión nos hace más fuertes! -bramó Inghalot-. ¿Y los otros?

Su lugarteniente negó con la cabeza. Isppal era el líder de los Cuervos y Nelbhur el de los Toros. Siempre les había tenido por hombres temerosos y separarse de su alianza era algo que ya había previsto. Preferían atrincherarse en sus territorios y esperar. Lo cual podía ser bueno cuando el enemigo era pequeño, pero Jockhel ya no lo era. Tenía que hacer que el resto de los líderes de la coalición se mantuviesen unidos o toda su estrategia se iría al traste. 

-   Voy a preparar varias misivas para el resto de los líderes y otra para Jockhel -informó Inghalot-. Quiero que hombres leales las lleven según estén listas. 

-   Así se hará mi señor -asintió el hombre.

Inghalot se concentró porque debía elegir las palabras para cada líder con sumo cuidado. Pues cada uno de ellos era diferente y podía ofenderse por cualquier cosa.


Fhin y sus principales lugartenientes estaban reunidos en su nueva sede, un complejo de casas que rodeaban a la principal. Las casas que la rodeaban eran cuarteles de sus hombres y sería muy difícil que los otros clanes osasen atacar. La idea había sido de Phorto, que era muy hábil para proyectar áreas defensivas. 

-   Los clanes de los Cuervos y los Toros se preparan para la guerra, Jockhel -informó Bheldur, que con la ayuda de los Gatos, obtenía más información que antes-. Han roto su alianza con Inghalot y el resto. A su vez, se dice que el líder de los Águilas está muy enfadado. Tus últimas acciones le han dejado como un tonto, le ha burlado un niño. 

-   Inghalot no gusta de quedar en evidencia -indicó Bhorg-. Querrá retomar el mando de la situación. Por ahora intentaba quitarte de en medio haciéndote creer que habría una reunión de líderes, que serías aceptado como uno más. Pero la realidad era que quería eliminarte y se repartirían el territorio. Ahora en cambio sin duda querrá eliminarte, pero debe hacer la reunión, pues sus aliados ahora puede ser que al ver peligrar su posición, quieran reconocerte. Quieren mantener el status quo o más bien, restaurarlo, porque tu lo has roto. 

-   ¿Como son los Toros y los Cuervos? -quiso saber un meditabundo Fhin. 

-   Tienen poder, hombres, oro y sobre todo, te tienen miedo -respondió Bhorg-. Van a luchar a la defensiva. Esperaran a que te metas en su territorio y entonces atacarán. 

-   Puede ser una buena táctica, pero su problema es que sus territorios no tienen frontera el uno con el otro -meditó Fhin-. Por ahora les dejaremos en paz. Nuestro próximo objetivo es la alianza de Inghalot. Quiero que recabéis información de todos los aliados de Inghalot. Se los vamos a quitar unos a uno. 

-   Podría ser peligroso ir contra todos a la vez -aconsejó Phorto. 

-   Lo peligroso es dejar que Inghalot tenga una zona de maniobra -advirtió Bhorg. 

-   Ya os he dicho lo que hay que hacer -recordó Fhin-. Y Phorto, usa todo el oro que tenemos si es necesario, pero quiero que nuestros hombres tengan el mejor equipo, por si debemos hundirnos en una guerra. 

-   Así lo haré, mi señor.

Phorto, Bhorg, Usbhalo y Shar se marcharon. Solo Bheldur se quedó junto a Fhin, ya que tenía el puesto de lugarteniente principal y muchas veces era la conciencia de Fhin. 

-   Di lo que piensas, Bheldur -pidió Fhin, cuando el resto les dejó solos. 

-   Inghalot es un peso pesado, y los otros clanes le tienen en gran estima -dijo Bheldur-. Si hubiese algo que rompiera esa aura de gran hombre, puede que consiguiéramos acabar con él y entonces el barrio sería nuestro. Los Toros y los Cuervos no pueden luchar con el estómago vacío, ¿verdad? 

-   Tú eres el que me consigue la mejor información, Bheldur y en quien más confío -aseguró Fhin-. Si Inghalot esconde algo, solo tú podrás obtenerlo.

Bheldur asintió con la cabeza y pasó al siguiente asunto que había que tratar. Ahora tenían que dirigir un pequeño reino.

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