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martes, 29 de diciembre de 2020

Lágrimas de hollín (59)

Bhorg tomó la misiva de Inghalot que le había tendido Fhin y la comenzó a leer. Cuando terminó de hacerlo, miró a Fhin y volvió a leerla, por sí se le había escapado algo. Esta decía:

¡Oh gran líder de los poderosos Dorados! ¡Oh gran Jockhel! Ya es hora que nuestras personas se unan. El barrio no soportará una guerra intestina. Nadie quiere que las calles se empapen de sangre. Por ello lo mejor es reunirnos, los señores de La Cresta y llegar a un acuerdo satisfactorio para todos. Por ello solicito tu presencia en una gran conferencia. En un lugar neutral para todos claro, un lugar fuera de La Cresta. Respondeme y organizaré todo, oh gran Jockhel. 

-   No lo entiendo, Inghalot no te ofende en esta carta -dijo por fin Bhorg-. Quiere una tregua, claramente. No quiere una guerra. Parece preparado para aceptarte como un líder de igual nivel. No entiendo porque has matado al mensajero. Ahora Inghalot querrá acabar contigo. 

-   Me temo Bhorg que Inghalot siempre ha querido acabar conmigo -indicó Fhin-. Todo lo que escribe Inghalot en esa misiva son palabras vacías en las que no cree. No dice lo que realmente busca. Solo son excusas para tenerme en su poder y hay algo más, sabe que soy demasiado listo, incluso más que él. No, Bhorg, no, el tiempo de las palabras ya ha pasado. A Inghalot no se le puede ganar por los vicios o por trampas como a los que ya han muerto. Pero Inghalot como todos, tiene un secreto y Bheldur lo encontrará. 

-   ¿Si es que hay un secreto? 

-   Siempre lo hay -aseguró Fhin-. Una pregunta, Bhorg. ¿Muchos líderes de los clanes pueden ofrecer un lugar neutral fuera de La Cresta? 

-   Bueno, eso es raro, pero… 

-   ¡Responde claramente, Bhorg! -cortó Fhin. 

-   Nunca había oído tal cosa -negó Bhorg-. Los clanes nunca se han involucrado con otros barrios. A excepción de aquí, en el resto están bajo el poder de los imperiales o los nobles leales al imperio. No hemos querido nunca relacionarnos con ellos. Sería una gran traición. 

-   Sabes una cosa, Bhorg, a veces me pregunto como Inghalot consiguió mantener el status quo -habló Fhin, mirando al techo de la sala-. Por lo que sé, antes de que apareciera de la nada, el barrio estaba en constantes guerras internas. Pero él creó la estabilidad. ¿Como? 

-   No estoy seguro del todo -contestó Bhorg-. Creo que hizo un poco como tú, acabó con los líderes más problemáticos. Puso a otros en su lugar que le tenían lealtad. A otros clanes los dividió. El poder de la mayoría de los clanes fue disminuyendo y todos eran parecidos. Unos más grandes y otros más pequeños. Unos protegidos por otros. Y hasta tu llegada, todo se mantenía como lo había definido Inghalot. 

-   Pueden cambiar los líderes, pero siempre los territorios y los poderes de cada clan debe mantenerse -meditó en voz alta Fhin-. Y entre todos, los Águilas son los más poderosos y su líder maneja el barrio a su capricho. Muy astuto y siempre con palabras amigables. El resto de los líderes son unos brutos o unos viciosos, por lo que Inghalot siempre pudo manejarlos. Aún lo hace. 

-   Entiendo tu punto de vista -afirmó Bhorg-. La misiva solo era un intento de engatusarte y llevarte a su propia trampa. Ingenioso. 

-   Sí, ingenioso, pero ahora lo que quiero es adelantarme a él y no voy a bailar al son que quiere imponerme -añadió Fhin-. Bhorg, eres un estratega y muy bueno. Quiero que planees todas las posibles situaciones y batallas a las que podría intentar llevarnos Inghalot. Además quiero que pongas a Phorto en alerta. Hasta que idee mi próxima jugada, pasamos a la defensiva. No vamos a atacar a otros clanes. Que crean que Inghalot es mi único enemigo. Los otros clanes igual hacen como los Cuervos y los Toros. Quiero información de todos los líderes. Posibles traidores en sus filas. todo lo necesario para avanzar. 

-   Así lo haré, mi señor -asintió Bhorg, antes de retirarse.

Fhin se quedó sentado, pensando, acompañado con un silencioso Usbhalo, que siempre actuaba como el jefe de su guardia. Tenía que pensar cuál serían sus siguientes pasos. Pero lo principal, era que su jugada con el mensajero sacara de sus casillas a Inghalot. Si estaba en lo cierto, pronto le llegarían noticias de ello. Si Bheldur había actuado ya, tendría escuchas en la base de Inghalot. El oro abría todo tipo de oídos.

Y Fhin solo tuvo que esperar un par de días para leer un informe de Bheldur. Uno de sus espías, en la base de los Águilas, informaba que Inghalot había recibido la contestación de Jockhel y había perdido su habitual presencia. Sus gritos airados al ver la cabeza en el tarro se habían escuchado a metros de distancia. Incluso habían atravesado paredes. Inghalot había jurado que sacaría las entrañas de Jockhel, que con él no se jugaba, que si lo que quería era guerra, la tendría. Iba a reunirse con los líderes aliados y atacarían a Jockhel, a ver si era capaz de soportar la guerra. Por ahora solo había terminado con líderes débiles y corruptos. Pero ahora se enfrentaría a los poderosos y fuertes. Jockhel ordenó a Bheldur que le pusiera al corriente de todo y sobre todo que se enterase de dónde sería esa reunión. Si la podían atacar, terminarían la guerra de un plumazo.

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