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martes, 5 de enero de 2021

El dilema (57)

Las siguientes jornadas fueron muy parecidas. El ejército recorría lo equivalente a una jornada a caballo. Alvho le presentaba unos lugares interesantes al tharn Asbhul y este levantaba un campamento en el que le parecía mejor. Durante uno o dos jornadas, los hombres de Asbhul levantaban un campamento de viaje y al tercer día llegaba la vanguardia del ejército principal. Esa vanguardia se hacía con el campamento y ellos se ponían en marcha de nuevo.

Alvho observaba a los hombres del ejército de vanguardia. Cada día estaban más cansados, pues cuando no caminaban estaban construyendo. No había descanso para ellos. Solo sus hombres vivían mejor, pues tenían que estar recorriendo los parajes cercanos a los campamentos, en busca de enemigos, que aún no habían encontrado. Cada vez que llegaba la noche, Alvho iba a dar las últimas noticias que ya no eran una sorpresa para ninguno de los jefes. No habían encontrado rastro alguno de las tribus nómadas de las llanuras. Asbhul empezaba a estar cada vez más nervioso. Alvho estaba seguro que el tharn no se creía que no hubiese enemigos y que los hombres de Alvho no dieran con nadie, le ponía en guardia. Asbhul le habló de sus miedos una noche, terminada la reunión con los otros therk. 

-    Alvho, nuestra situación cada vez es más complicada -le dijo Asbhul que había permanecido muy silencioso durante la reunión de esa noche-. El señor Dharkme y sus cortesanos ya dan esto por hecho. Creen que han vencido sin luchar. Me temo que los nómadas nos están haciendo movernos hacia una trampa. Pero no quieren verlo. Se lo he dicho, pero los generales, viejos y lentos, no quieren creer que los nómadas puedan ser tan peligrosos como yo lo veo. ¿Qué crees tú?

Alvho permaneció en silencio. A veces era mejor que los jefes lidiaran con sus fantasmas. Era la maldición del poder. Pero los ojos de Asbhul pedían una ayuda. Una visión parecida a la suya, una forma de no parecer que se estaba volviendo loco. 

-    ¡Deja tu habitual cautela! -espetó Asbhul-. Quiero que me digas lo que piensas. 

-    ¿En verdad quieres saber lo que en mi cabeza da vueltas? -inquirió Alvho. 

-    ¡Claro! -asintió Asbhul, con una mirada de angustia. 

-    ¿Qué pasaría si te dijera que pienso lo mismo que los generales, que el señor Dharkme? 

-    No me lo creería -negó Asbhul-. Tú no piensas como ellos, eres más inteligente. 

-    Adulándome no es la mejor forma de conseguir escuchar lo que quieres oír, mi tharn -le aconsejó Alvho-. Pero en este tema ya sabías mi parecer. No veo la trampa pero sí que intuyó que algo está pasando. Llevamos días internándonos en las llanuras y no hemos encontrado las señales que vigías enemigos, ni los rastros de un viejo asentamiento. No hay nada y no ha habido nadie en la redonda desde hace meses. Tal vez el druida, Ulmay, ha visto o ha tenido una premonición. Sabía ya de antemano que nadie se nos opondría. 

-    Dudo que ese hombre vea más allá de sus pies -rebatió Asbhul, con un deje de desagrado-. Y aun así se nos va a unir pronto, él y su guardia. Lo que ya es pasarse. 

-    ¿Como? 

-    ¡Ah, claro! No lo he comentado en la reunión. Se lo había comunicado a Selvho antes, cuando ha llegado el mensajero -indicó Asbhul-. Por lo visto ha convencido al señor Dharkme de que su presencia debía estar junto al ejército de la vanguardia. Curiosamente los principales asesores del señor Dharkme han coincidido con el druida. Yo que pensaba que no podían ni verlo. La cuestión es que el druida llegará mañana con la guarnición de este campamento. Necesita que seas sus ojos y oídos para dar con el lugar donde reposa la reliquia.

Tras eso, Asbhul se marchó y Alvho se quedó pensando en la verdadera razón para que Ulmay se adelantase al resto. Solo podía ser para encontrar él primero la reliquia y usarla como moneda de cambio con Dharkme. Pero para ello debía alejarse de sus enemigos. Los cuales habían aceptado, con el único propósito de eliminarlo de una vez por todas. Si Ulmay moría lejos de Dharkme y sin la reliquia podrían retomar la situación, regresando las aguas del poder a sus cauces habituales. Por lo cual, no solo debía encargarse de proteger al ejército de vanguardia, sino también a Ulmay.

En ese momento, le pasó una duda, una que ya había tenido desde que se había decantado por ayudar a Ulmay, una que le devolvería a su vida anterior. Y si mataba él a Ulmay, cobrando de Attay su recompensa. Por ahora, sus antiguos amigos no sabían que había decidido cambiar de bando y supuso que esperaban que hiciese su jugada. Ulmay tenía una sentencia de muerte, pero el trabajo no indicaba cuándo debía realizarse o cuál era su fecha de fin. Los asesinatos podían perdurar en el tiempo, siempre que de vez en cuando se intentara alguno o no se descubriese que habías matado a hermanos del gremio. En la arboleda había matado a matones sin beneficio y por ello, estaba a salvo de las posibles iras de Attay.

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