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martes, 19 de enero de 2021

El dilema (59)

En lo alto de la loma escarpada estaban de cuclillas, Asbhul, Selvho, Alvho y Ulmay. Miraban la distante población o campamento. Había algo en el centro de la sucesión de tiendas como una estructura o más bien unas ruinas. Por lo demás, estaban en una ensenada, por lo que si les rodeaban sin que les vieran podían caer sobre ellos. 

-    Deberíamos seguir, pasar de ellos -señaló Selvho-. Si no nos han detectado podemos seguir internándonos al oeste, en busca de la reliquia. 

-    Puede ser que nosotros pasemos desapercibidos, pero el grueso del ejército lo dudo -negó Asbhul-. Además cuanto nos vamos a adentrar hacia el oeste, hasta que lleguemos a donde, al fin del mundo. ¿Realmente donde está la reliquia? No recuerdo haberos oído nunca indicar que el gran Ordhin os hubiese dicho su posición en un mapa. Si sabéis algo, este es el mejor momento. 

-    Tharn Asbhul, no me gusta vuestro tono -se quejó Ulmay, haciéndose el ofendido. 

-    Aquí estamos todos del mismo lado, Ulmay -intervino Alvho, antes de que la cosa se enquistase-. Pero entended que el tharn tiene en alta estima a sus hombres. Es un padre para él. Tal vez podríais hablar con el gran Ordhin y que fuese más explícito con su mandato. 

-    No sé qué quieres que… -empezó a decir Asbhul, pero al ver la cara de Alvho se calló-. Sin duda si el gran Ordhin se pusiera de nuestro lado, podríamos actuar con celeridad. 

-    Sí, me pongo a ello inmediatamente -aseguró Ulmay, deslizándose ladera abajo. 

-    Eres único engatusando a estos tíos -se burló Selvho-. Volvamos a nuestro dilema ahora. ¿Qué hacemos con ellos? 

-    Solo tenemos una opción, creo -dijo Alvho, haciendo que los dos hombres le mirasen-. Debemos capturar a todos los de ese campamento. 

-    ¿Por qué? -quiso saber Selvho, poco partidario de esa acción. 

-    Por un lado está el asunto de la seguridad de este ejército -explicó Alvho-. No podemos permitir que se percaten de nuestra presencia. Por otro lado, diga lo que diga el gran Ordhin, necesitamos información. Los nómadas podrían decirnos dónde están las ruinas del templo. No podemos estar durante años rondando por las llanuras. Necesitamos algo. Y podría decirse que hay una opción más, pero igual no la veis muy ética. 

-    ¿A qué te refieres? -intervino Asbhul. 

-    Esclavos y caballos -respondió Alvho-. Ninguno de nosotros somos como el señor Dharkme que busca la redención. Nosotros debemos ganar algo de riqueza por nuestros esfuerzos, ¿no creéis?

Ambos asintieron con la cabeza. Alvho tenía razón, ellos no se movían por los intereses religiosos del señor Dharkme. Las guerras en el sur se hacían por el botín. Y en esas llanuras, dudaban que hubiese oro u otras riquezas. Eso quería decir que el principal botín serían los esclavos. No sería la primera ni  la última vez que emprendiesen una guerra para hacerse con esclavos. En las minas del norte se necesitaban ingentes cantidades de esclavos para arrancar el hierro y los otros metales de la roca.

Mientras Ulmay seguía desaparecido, Alvho y el resto decidieron levantar una campamento de marcha, mientras ultimaban la acción del día siguiente. Antes de amanecer, se moverían, rodearían la ensenada y caerían sobre los durmientes nómadas. Se harían con todo lo que hubiera allí. Asbhul, al terminar la reunión, mandó un mensajero al ejército principal, sobre lo que iban a hacer. No esperaba contestación, pues suponía que el grueso de este estaría aún a varios días de marcha, hacia el río.

Alvho, por su parte, fue a informar a sus muchachos, de su posición en la batalla y después se fue a la tienda de Ulmay. Le encontró sentado en un sillón, con los pies metidos en una palangana de porcelana llena de agua humeante. Tras el respaldo de la silla, estaba Ireanna, masajeando los hombros del druida. 

-    Ese tharn es un idiota y el therk que esta con él también -espetó Ulmay al entrar Alvho-. Deberías haberles puesto en su lugar, Alvho. Aquí mando yo. Cuando regresemos a Thymok, ya se enterarán, ya lo harán. ¿Verdad Ireanna! 

-    Mi señor, vuestro poder será una voluntad -aseguró Ireanna-. Ellos no deberían osar a ir contra ti. 

-    Dejad de hacer el idiota, ambos -le indicó Alvho, horrorizado con lo que oía. Podía ser que en los últimos tiempos, el estar junto al resto de los cortesanos, les hubiesen convertido en lo que detestaban-. Ambos son buenos hombres y te conseguirán la reliquia. ¿Has conseguido que Ordhin te diga algo? 

-    Ya no me habla -contestó Ulmay con tristeza, como se creyese esas palabras, lo que preocupó más a Alvho. Tal vez Ulmay se había acabado creyendo su propia invención-. Hace días que se niega a hablarme. No me escucha. 

-    Sigue intentándolo -le rogó Alvho-. Mañana vamos a tomar el campamento. Haremos esclavos y les preguntaremos a ellos por las ruinas. Solo sigue con tu actuación y pronto tendremos la reliquia. 

-    ¿Actuación? -inquirió Ulmay, como si no supiera de lo que Alvho le hablaba. 

-    Intenta resarcirte con Ordhin -señaló Alvho, lo que pareció alegrar a Ulmay y a Ireanna.

Alvho se fue de la tienda muy preocupado, pues algo había pasado. Ulmay parecía haberse vuelto loco. Tendría que indagar sobre lo que pasaba. Pero por ahora, su atención estaba en la misión del día siguiente y no tanto en la locura del druida.

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