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martes, 26 de enero de 2021

Lágrimas de hollín (63)

En esa habitación, seis vidas se extinguieron por un chasquido, un simple gesto realizado por Jockhel. Cuando chasqueó los dedos, sus hombres, abatieron con sus ballestas a Mhardoc, a Ibhel, a Mhardoc, a los lugartenientes de los Lucios, los Comadrejas y los Águilas. Tres hombres cayeron al suelo y otros tres quedaron quietos sobre sus sillones. Solo Runn y el muchacho, a excepción de Inghalot seguían vivos. Uno de los encapuchados retiró su capucha, dejando ver el rostro de Bhorg. 

-   Vaya, así que tú estás ahora con Jockhel -dijo Inghalot al reconocer al antiguo asesor de Dhert-. Dhert siempre desconfiaba de ti, no sabía cuál era tu verdadero valor. Seguro que se llevó una desilusión cuando lo traicionaste. Conmigo eso no hubiera pasado. 

-   Él no lo traicionó, sino el resto de sus lugartenientes -indicó Jockhel-. Ellos prefirieron el oro a la lealtad. Bhorg se mantuvo leal hasta el último momento. Por eso le permití vivir y le ofrecí un puesto en mi grupo. 

-   La lealtad, la maldición de los hombres buenos, cuantos han muerto por creer en ella -se burló Inghalot-. Yo nunca he sido más leal que a mi mismo y he sobrevivido. 

-   Hasta ahora -le recordó Jockhel. 

-   Es verdad, hasta ahora -asintió Inghalot-. Parece que al final eres verdaderamente el señor de La Cresta. Bueno, no exactamente, Runn sigue vivo. Y también están los cobardes de Isppal y Nelbhur. Aun tienes que convencerlos a ellos. y esos dos son un par de cabezotas de libro. Te vas a divertir. 

-   ¿Y yo? ¿Qué me espera a mí? -intervino Runn, que había permanecido en silencio. 

-   Runn a ti te ofrezco lo mismo que le ofrecí a Phorto de los Carneros -contestó Jockhel-. Júrame lealtad, sírveme como uno de mis generales, y yo protegeré la vida de aquellos que tú quieres. Pero antes, Bhorg, llevaros a Inghalot a la fragua. Allí seguiremos hablando con él. 

-   Así será, cogedlo y atadlo, nos lo llevamos -ordenó Bhorg a varios hombres que se echaron encima de Inghalot y se lo llevaron de allí, seguidos por Bhorg.

Jockhel mantuvo su mirada sobre un pensativo Runn, que parecía estar considerando la petición de Jockhel. 

-   Antes de que me digáis vuestra respuesta, os tengo que reconocer que os he mentido en una cosa -dijo Jockhel, soltando el hombro del muchacho, moviéndose, acercándose al sillón de Inghalot y dejándose caer sobre él-. Tu escolta sigue viva, pues ya había supuesto cuál iba a ser tu respuesta. Están drogados y listo. Los de ellos muertos, pues no podía correr riesgos. Si quieres te pueden llevar con ellos y cuando los veas, me respondes. 

-   Así sea -asintió Runn. 

-   ¡Usbhalo! -llamó Jockhel y el encapuchado más voluminoso se movió-. Acompaña a Runn y al muchacho abajo junto a sus hombres.

Usbhalo asintió con la cabeza y escoltó a Runn y el muchacho, acompañado de más hombres. Jockhel se quedó junto a los dos encapuchados, que retiraron la tela que mantenía ocultos sus rostros. Eran Bheldur y Shar. 

-   ¿Aceptará? -preguntó Shar. 

-   Sí, lo hará -asintió Jockhel-. Es como Phorto, pone por delante de él mismo a sus hombres. Lo necesito para que ayude a Phorto al mando de los soldados. 

-   ¿Perderá poder? ¿Crees que lo aguantará? 

-   Sí. 

-   Espero que estés en lo cierto, amigo -indicó Bheldur. 

-   No me preocupo, Bheldur -quitó hierro Jockhel-. Tú estarás en las sombras velando porque nadie nos intente traicionar, ¿no? 

-   ¡Oh! Más y más trabajo. Solo soy tu trabajador. Ni una pizca de consideración -simuló Bheldur que se quejaba-. ¿Qué vamos a hacer con Inghalot? ¿Y con los Cuervos y los Toros? 

-   Cada cosa a su tiempo -comentó Jockhel-. Primero debemos reunirnos los líderes en la fragua. Allí os plantearé lo que tengo pensado con los dos clanes que nos faltan de subyugar. Inghalot será un hueso. Costará sacarle información. Pero me gustaría saber qué tratos tenía con las autoridades imperiales. En la fragua le libraremos de esa pesada carga. Es hora de moverse, antes de que los clanes que acabamos de descabezar se percaten de ello.

Los tres se pusieron de pie y se marcharon de allí. Jockhel dio la reunión de clanes por terminada. Pronto, Phorto y un recién unido Runn se encargaron de mover a los soldados. Los clanes de los Águilas, Lobos, Comadrejas y Mantis fueron destruidos en un par de noches. Muchos aceptaron unirse a su nuevo señor. Otros desaparecieron para no ser vistos más. Como todos los golpes de mano de Jockhel fueron llevados en silencio y sin que los habitantes del barrio y la ciudad se enterasen de nada. Pero aún quedaban los Cuervos y los Toros, atrincherados en sus territorios, listos para defenderse del ataque de los Dorados.

Al tercer día, los principales líderes de los Dorados se reunieron en la fragua, que no era otro lugar que el taller de Fibius.

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