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sábado, 2 de enero de 2021

El reverso de la verdad (7)

Andrei abrió los ojos de improviso. Le había parecido escuchar un ruido, como un golpe. Le pareció que se había caído algo en la cocina. Era el sonido que podría haber hecho una cazuela al golpear contra el suelo. Instintivamente fue a tocar el cuerpo de Sarah, pero no estaba en el lecho, recordó al momento, que ya no iba a estar más allí. Pero para su sorpresa, al pasar la mano por la sábana, estaba aún caliente. Se levantó con cuidado, temeroso por lo que estaba sucediendo. Recorrió el pasillo hasta la cocina.

Cuando entró en la cocina vio a su Sarah, de pie ante la placa, colocando un cazo sobre ella. Vestía su batín de cenefas, el que le había regalado él al principio de su relación, cuando eran aún novios. Le seguía estando estupendamente. 

-   Lo siento Andrei se me ha caído el cazo -dijo Sarah, con su dulce voz-. ¿No te habré despertado?

La pregunta resonó en su cabeza, como si no la comprendiera y Sarah se la repitiera muchas veces, pero la voz pronto dejó de ser melodiosa, para ser un sonido más gutural, falto de la belleza que emanaba de la boca de Sarah. Andrei cerró los ojos para terminar con esa pesadilla. Al volver a abrirlos, la figura de Sarah había desaparecido, pero el cazo seguía ahí.

Andrei dio dos pasos y miró al interior del cazo. No había nada dentro. Pero Andrei se percató que la placa estaba encendida. Tocó en la tecla que apagaba la vitrocerámica, pero no pasó nada. Con cada vez más insistencia golpeaba la tecla y no obedecía. Notaba el calor emanando del aparato, empezaba a notar su sudor corriendo por la espalda. 

-   ¿Por qué estás intentando apagar la placa? -escuchó a su espalda la voz de Sarah-. ¿No ves que estoy intentando calentar la leche para el desayuno?

Andrei se dio la vuelta y descubrió a Sarah, sentada a la mesa de la cocina, dándole la espalda, al igual que antes. 

-   No hay leche en el cazo -consiguió decir Andrei-. Está vacío. 

-   Miralo bien, está lleno, hasta el borde -aseguró Sarah, sin darse la vuelta. 

-   No, no lo esta… -empezó a decir Andrei, a la vez que volvía la vista al cazo, tras lo que se quedó mudo.

Sarah decía la verdad, el cazo estaba lleno hasta el borde, como ella había dicho, pero no de leche, sino de sangre, roja y burbujeante por el calor. El terror hizo que Andrei no pudiera mover ni un músculo. No era capaz de apartar la mirada del líquido viscoso que había comenzado a verterse encima de la placa. 

-   ¿Qué crees que estás haciendo? -preguntó a su espalda Sarah, esta vez con su característico tono de enfado, que usaba siempre que pillaba a Andrei haciendo algo poco ortodoxo o falto de ética.

Andrei se armó de valor e intentó apagar el fuego, manchándose las manos con la sangre que había caído en la placa. 

-   ¿Qué crees que estás haciendo, Andrei?

La pregunta volvía a repetirse, pero no alcanzó el tono gutural de la vez anterior, solo parecía una regañina de Sarah. No sabía qué responder. La sangre ya había empezado a caer al suelo de la cocina, surgiendo con fuerza del cazo. Miró hacia abajo y parecía que el líquido amenazaba con anegar toda la cocina. Sus pies estaban cubiertos por la sangre, aunque no notaba que estuviesen mojados. Parecía hundirse o la sangre subía de nivel a gran velocidad. No era capaz de moverse, con la excepción de su mano, que intentaba sin éxito detener la placa. Cerró los ojos, para despertar, pues estaba seguro que estaba en una pesadilla, una horrorosa.

Al volver a abrirlos, estaba tumbado, en su cama. Respiró tranquilo y más sosegado. Se desperezó y estaba a punto de mirar la hora en su reloj despertador, cuando escuchó una tosecilla. Se giró en el lecho y vio una figura de pie mirándolo. Le costó reconocer a la persona, pues el pelo estaba enmarañado, con mechones pegados por sangre reseca. El rostro era una mezcla de heridas, cristales clavados, tajos sanguinolentos y un ojo le colgaba, oscilando como el péndulo de un reloj. El cuerpo formaba ángulos imposibles para la vida. Sabía quién era. Era Sarah, como la recordaba del accidente o exagerada por su mente enferma. 

-   ¿Cuánto vas a esperar Andrei? ¿Cuánto tiempo vas a dejar pasar antes de que pueda descansar tranquila? -preguntó la figura con una voz fría y perturbadora-. ¿No me querías? ¿No me quieres? ¿Me has olvidado? ¿Cuándo me vengarás?

El rostro destrozado de Sarah se fue acercando a donde estaba Andrei, hasta que no viera nada más a su alrededor y al final todo se volviera negro.

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