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sábado, 16 de enero de 2021

El reverso de la verdad (9)

Tras tomar la llave, mientras la manoseaba, se fue hasta un pequeño cuartucho que tenían, que hacía de despensa, a excepción de un armario de metal cerrado. El armario era una caja de seguridad, pero que Andrei había disfrazado de armario para conservas. En su lugar, Andrei había guardado todas sus cosas de cuando había estado en el ejército. Metió la llave en la ranura de la cerradura y la giró. Andrei, pensó que le costaría más abrirla, ya que hacía mucho tiempo que no lo hacía. Por la falta del uso, Andrei creía que la cerradura se habría oxidado. Pero su suposición parecía ser falsa. El mecanismo giró y la puerta se abrió. En el interior había prendas, papeles en dossieres y un par de cajas. Andrei tomó la que parecía de zapatos y la sacó. Volvió a cerrar el armario y se marchó a su despacho.

Sentado de nuevo ante su ordenador, abrió la caja de zapatos y miró su contenido. Era una glock 17, con varios cargadores, todos ellos vacíos, menos uno. Miró con cara de enfado, él creía que tenía más cartuchos que los que realmente tenía. Tendría que conseguir más, pero no podía ir a una armería normal. Lanzó un exabrupto, ya que le tenía que llamar a él. Y hacía años que no lo hacía. No necesitaba buscar su teléfono, lo conocía de memoria.

Sacó su móvil y lo primero que hizo fue llamar a un chino, pidió algo de comida a domicilio y colgó, ya no tenía tiempo de prepararse nada. Tras colgar al restaurante chino, tomó aire e hizo su segunda llamada. 

-   ¿Sí? -pudo escuchar Andrei por el auricular. La voz parecía cambiada, pero tenía ese acento que había tenido tiempo. Andrei parecía recelar a responder, por lo que la otra persona volvió a preguntar-. ¿Sí? Mira, seas quien seas, o me dices algo o me voy a cagar en tu puta estampa y… 

-   ¿Lafayette? -preguntó Andrei. 

-   ¡Eh! -dijo la persona al otro lado, como si la pregunta le hubiese pillado por sorpresa-. ¿Quién eres? 

-   Soy Rochambeau -contestó Andrei. Al otro lado pudo escuchar como a alguien se le cortaba la respiración. 

-   ¡Rochambeau! ¡Cuánto tiempo ha pasado! ¿Cómo estás viejo amigo? -empezó a decir de corrido la voz-. ¿Sigues jodido por las almorranas, Rochambeau? 

-   ¡Vete a tomar por culo, Lafayette! -espetó Andrei, harto de la misma broma. Su viejo compañero siempre le hacía la misma chanza, siempre que le veía. 

-   Sin duda eres Rochambeau. Debía asegurarme. Mi forma de vida es peligrosa -intentó disculparse la voz-. Pero no creo que me hayas llamado por escuchar mi voz, aunque quien sabe. ¿Qué puedo hacer por ti? 

-   Necesito joyas para Sissi -indicó en clave Andrei. 

-   Vaya, pensaba que te habías vuelto alguien bueno, un buen miembro de la sociedad, con esposa y esas cosas -señaló la voz-. ¿Cuántas necesitas? 

-   Muchas. 

-   Tengo muchas, pero como sabrás no puedo mandarlas por correo o mensajería -advirtió la voz-. Tendremos que quedar para vernos. Por los viejos tiempos, Rochambeau. 

-   ¿Esta tarde? 

-   ¡Joder, si que esta Sissi necesitada! -espetó la voz-. ¿Puedes estar en la madriguera? ¿A las seis? 

-   A las siete -asintió Andrei-. ¿El precio habitual? 

-   Por ser tú, me pagas cuando quieras -afirmó la voz-. Sé que eres alguien de fiar. Un viejo amigo, Rochambeau. ¿Cómo te reconoceré? 

-   Si no me reconoces, Lafayette es que en verdad te has vuelto viejo -comentó Andrei.

Colgó sin despedirse, pero escuchando la risotada de su antiguo camarada. Habían hablado en clave porque estaba seguro que la justicia estaba tras los pasos de su amigo. Lo normal es que la policía y los jueces quisieran meter entre rejas a unos de los traficantes de armas más escurridizos y poderosos de la zona. Por ello, había que volver locos a los que estaban tras los teléfonos pinchados o los micrófonos. Ahora tocaba esperar por la comida china y luego alquilar un coche. No podía llevar el suyo, no era seguro. Pero necesitaba salir de la ciudad, pues la madriguera era una antro llamado “La Grande Armée”. Un viejo bar para ex militares de la patria o por lo menos para aquellos con más pelo en el pecho y metal en las entrañas que alguien normal.

Hacia años que no pisaba “La grande Armée”, desde que había conocido a Sarah había dejado atrás todo lo relacionado con su antigua vida y con ello, a sus antiguos camaradas. Aunque como hombre precavido no había perdido de vista a aquellos con los que había luchado hombro con hombro y a parte de Lafayette, solo Guichen seguía vivo. El resto habían muerto, accidentes, vida loca o desórdenes mentales. Más de uno había acabado descerrajándose un tiro en la cabeza. Era difícil mantener la cordura tras años manchándose las manos de sangre.

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