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martes, 11 de mayo de 2021

El dilema (75)

Alvho despertó tumbado en un colchón, no era demasiado cómodo, pero estaba bien. Al abrir los ojos había visto una estructura de tablas frente a ellos. Poco a poco fue dándose cuenta de donde estaba. Sobre el colchón de una litera, con la siguiente encima. Mientras sus sentidos se iban adaptando al lugar, fue percatándose de que había hombres durmiendo, mientras otros hablaban o simplemente jugaban con alguna cosa entre sus manos. 

-   Veo que ya te has despertado -escuchó Alvho la voz de Dhalnnar a su derecha, por lo que giró la cabeza y miró hacía el lugar donde provenía el sonido. El ingeniero estaba junto a su litera, sentado en un taburete-. El tharn Asbhul ha tenido que ir a dar su informe al canciller. 

-   ¿Y Shelvo? 

-   ¿Shelvo? Pues está bien, magníficamente bien -contestó Dhalnnar, con un tono nervioso-. Se ha hecho el dueño y señor de la fortaleza. Bueno de toda esta parte de la ciudadela. Lo que se ha salvado del ejército de vanguardia se ha responsabilizado de guardar los muros norte y noreste de la ciudadela. 

-   ¿Estamos bajo asedio? -inquirió Alvho. 

-   Como tal no -negó Dhalnnar-. Pero se ven jinetes en la lejanía, por lo que el canciller ha llamado a todos los tharn a concilio. 

-   ¿Y qué dice nuestra entendida en la materia sobre esto? -preguntó Alvho. 

-   Palabras nada halagüeñas -intervino Aibber que estaba colocado tras Dhalnnar-. Ha marchado con el tharn Asbhul para convencer a los otros tharn. O así lo ha indicado el tharn Asbhul. El canciller también pensaba lo mismo de ello. Él ha convencido al tharn Asbhul de llevarla con ellos. 

-   No te preocupes, Aibber, el tharn protegerá a Alhanka del resto de los tharns, del señor Dharkme y de lo que es más importante, de Ulmay -aseguró Alvho, moviéndose en el colchón, para ponerse de pie-. Debo ir a ver al therk Shelvo. Ya he dormido demasiado.

Dhalnnar se puso de pie, retirando el taburete, para que Alvho se pudiese levantar. Alvho, seguido por Dhalnnar y Aibber se dirigió a la parte alta de la torre central, en cuyas almenas estaba Shelvo. Se lo encontró sentado en un taburete, silencioso. 

-   No te habrás quedado dormido, therk -saludó Alvho a su amigo-. Voy a tener que dar un mensaje negativo de ti al tharn. 

-   Sabes bien que yo no soy como tú -respondió Shelvo sin volverse-. Te agradezco que nos salvases con esos juguetitos que has colocado en las torres. Therk Alvho estoy en deuda contigo.

Alvho se adelantó y se puso a la altura de Shelvo, dándose cuenta de lo que pasaba. El therk estaba sentado porque ya no le quedaban demasiadas fuerzas. El tono de la piel estaba blanquecino. Le habían vendado el costado, pero rodeando el asta rota de una flecha. Si los sanadores habían hecho eso es que no podían curarle. Estaba seguro que el propio therk sabía que no pasaría de ese día. 

-   Therk Alvho, te necesitaré para que salves a este ejército -dijo de nuevo Shelvo que miraba a algún lugar del cielo, que se iba poco a poco oscureciendo-. Ese loco de Ulmay nos quiere llevar a todos a la muerte. 

-   Tenemos al tharn Asbhul y él no… 

-   El tharn Asbhul solo sabe luchar como un soldado, pero tú no lo eres -negó Shelvo-. Puedes pensar que soy tonto, pero no lo soy, Alvho, tú eres un asesino. 

-   Todos los guerreros matamos gente… 

-   Pero tú los matas de otras formas, yo no me equivoco con lo que veo -aseguró Shelvo-. Hacía mucho tiempo que no veía el estilo de lucha que usas, pero ya lo conocía. 

-   ¿Como? 

-   ¿Cómo lo llamaba? -intentó recordar algo Shelvo-. Arte de la defensa oscura, sí, así lo llama. Siempre le gustaban los nombres absurdos. Hábil con la daga y con las armas más pequeñas, imposible de detectar en las sombras, letal en las distancias cortas, de mente rápida y precisa. 

-   ¿De qué hablas? 

-   No te has dado cuenta, no te hagas el tonto -se quejó Shelvo que empezó a toser y se agarró con cuidado el costado herido, mientras con el otro brazo apuntaba a algún lugar en el cielo-. Habló de él. Me está mirando allí.

Alvho miró al cielo y bajó ligeramente la cabeza. Si había empezado a ver cosas que no existían es que el asunto ya no tenía remedio, su amigo se moría. 

-   Hablas de Hartk -murmuró Alvho. 

-   Sí, de mi hermano -afirmó Shelvo.

La respuesta de Shelvo pilló por sorpresa a Alvho, pues Hartk nunca le dijo que tuviese un hermano. Por la vida que vivía parecía estar solo, abandonado por todo el mundo y de esa forma murió Hartk, a excepción de la presencia de Alvho.

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