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martes, 25 de mayo de 2021

Lágrimas de hollín (80)

Bheldur se presentó ante Fhin cuando este estaba desayunando en uno de los salones de la casa. Lo habían decidido así por guardar las apariencias ante los criados, pero por un momento le pareció que Fhin se estaba adaptando a esa patraña que se habían inventado. 

-   ¿Qué tal está Shar, Bheldur? -preguntó de sopetón Fhin, mientras se cortaba un trozo de jamón cocido que había en una bandeja. 

-   ¿Qué? ¿Como? -se limitó a decir Bheldur presa de un acceso de miedo o vergüenza. 

-   La he visto marchar antes, a primera hora, cuando me he levantado -indicó Fhin-. Supongo que ha venido para darte algún informe. ¿Cómo van las cosas? ¿Algo va mal? 

-   No, todo bien -aseguró Bheldur recomponiéndose-. Le he pasado algunos nombres de personas que me parecieron sospechosas durante la fiesta. Y de paso me ha dado información de las investigaciones que tenemos en marcha. 

-   ¡Ah, bien! -afirmó Fhin, pensativo-. La próxima vez, dile que se quede, me gustaría verla. 

-   ¡Eh, sí, sí! -asintió Bheldur-. Así lo haré. Habrá que pensar cual va a ser nuestra estrategia para llevar a cabo la venganza que buscas. Además de la información que saqué ayer, me he enterado que… 

-   Le he mandado un mensaje a la señorita de Fritzbaron para pasear hoy por los jardines imperiales -cortó Fhin a Bheldur-. Creo que estaría bien si me dejo ver un poco más en sociedad, ¿no crees? De esa forma, tú puedes obtener más información. 

-   Puede ser -se limitó a decir Bheldur, apesadumbrado. 

-   ¿Qué te pasa? -quiso saber Fhin. 

-   Eso mismo me pregunto yo -soltó Bheldur-. No puedes estar haciendo este tipo de cosas o te has creído que en verdad eres un noble o un rico. ¿O es otra cosa? Ya no confías en mi y no me cuentas tus planes, ¿es eso? 

-   Confió totalmente en ti, Bheldur -aseguró Fhin-. Pero no sé, hay algo con esa chica que se me escapa, con Arhanna. Creo que es una pieza clave en mi venganza. ¿Confías en mis instintos, Bheldur? 

-   Sin ellos no serías lo que eres ahora, amigo -asintió Bheldur-. Si son tus instintos lo que estamos siguiendo, así sea. Pero espero que no estés confundiendo los instintos con otra cosa.

Fhin se encogió de hombros y se limitó a desayunar. Bheldur le imitó. Mientras desayunaban, despacharon a los criados y Bheldur comenzó a contarle a Fhin lo que había obtenido de los asistentes a la fiesta. La mayoría de ellos eran mercaderes y la mayoría odiaban con creces a los Mendhezan. Como ni el padre ni el hijo estaban presentes en la fiesta, se vieron más interesados en contar las miserias de sus enemigos. Por lo visto Armhus tenía demasiados tratos con los imperiales, muchos muy secretos. Y Shonet, el hijo, no se quedaba lejos de su padre. A parte de los tratos oficiales con el gobierno imperial, tenía algún chanchullo bastante oscuro con los militares imperiales. Además de estar intentando convencer al alto magistrado Dhevelian de lo interesante que podría ser aliarse con él, dejando de lado a su padre.

A parte de las desavenencias de los Mendhezan, la mayoría de los invitados a la fiesta estaban inquietos por la situación con el ejército imperial. Se rumoreaba que uno de los dos generales que asistían al gobernador, había partido hacia el norte de forma veloz. Por lo que se sabía, en el camino del norte, cerca de la frontera se encontraba el inmenso campamento del ejército imperial. Muchos creían que ese general había ido a por tropas, para sofocar algo, pero desconocían el que. 

-   Para sofocar la unificación de los clanes de La Cresta -señaló Fhin al escuchar los temores de los invitados. 

-   Yo también creo eso -asintió Bheldur-. Y ese es un problema importante. Nuestros hombres no están preparados para luchar contra el ejército imperial. 

-   Así que Dhevelian ha decidido acabar con Inghalot de la forma más bestia -comentó burlón Fhin-. Es un problema, el imperial, pero tiene soluciones posibles, ahora que sabemos lo que es. Habrá que mandar espías fuera de la ciudad para tener controlados a los imperiales -en ese momento tocaron en la puerta-. Ahora seguimos hablando. ¡Adelante! 

-   Un mensaje, mi señor -un criado entró en la habitación y dejó una misiva sobre la mesa, tras lo que se retiró. 

-   Parece que la dama Arhanna acepta mi invitación -anunció Fhin, tras leer la misiva-. Quiero que vengas conmigo y Usbhalo, ¿bien? 

-   Si es lo que quieres, así será -afirmó Bheldur.

Los dos amigos terminaron de desayunar en silencio y se prepararon para la cita de Fhin. Al poco, junto a Usbhalo, tomaron el carruaje y se dirigieron a los jardines imperiales.

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