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sábado, 5 de junio de 2021

El reverso de la verdad (29)

La recepción de la pensión le recordó a Helene la de un hotel de esos que salían en las películas antiguas. Parecía ocupar casi toda la primera planta, lo que quería significar que allí no había ni bar ni comedor. Los ocupantes de ese lugar no eran de los que querían comer o beber, por lo menos no en compañía. Las paredes eran de un papel pintado de color crema, con dibujos de flores de varios colores. Aunque el moho, la humedad u otros tipos de manchas habían provocado el cambio de color. Había un buen número de antiguos y enormes sillones de cuero granate. Estaban la mayoría hundidos o con trozos de cuero levantado. El suelo era de madera, vieja y rayada, aunque lo habían tapizado con alfombras, de estilo persa, aunque Helene dudaba que no las hubiesen comprado en un bazar chino, eran demasiado iguales, unas a otras. La iluminación era prácticamente artificial, ya que las ventanas estaban protegidas por unas cortinas gruesas de terciopelo. Lo que le daba un aura misteriosa a toda la recepción.

Lo único que parecía no cuadrar con ese aire demodé que tenía todo era donde estaba el recepcionista. Habían instalado una jaula de hierro pintado en aguamarina. Sin duda el empleado se debía proteger de los vecinos ociosos y salvajes que debía de tener. Toda la estructura daba a entender sobre el miedo que parecía reinar por la zona. Andrei se dirigió hacia la apertura de la jaula, por donde se podía interactuar con el recepcionista.

El hombre del otro lado parecía de mediana edad, no pudo precisar la altura, porque estaba sentado. El pelo le estaba escaseando, pero el que le quedaba lo llevaba engominado con ganas, peinado hacia un lado, como intentando que su calvicie pasase desapercibida. Vestía con una camisa holgada, llena de manchas, demasiado vieja pues amarilleaba. Su piel parecía algo morena, pero sus facciones no las podía distinguir bien, ya que la cabeza miraba a algún punto hacia abajo, que resultó ser un móvil.

Como no parecía estar muy atento a su presencia, Andrei carraspeó. El recepcionista tardó un poco en reaccionar. El rostro que al final pudo ver Andrei era el de un hombre normal, anodino en todos los aspectos, a excepción de sus orejas, que eran tremendamente grandes y se separaban de la cabeza. Helene tuvo que aguantar un ataque de risa al ver al hombre. En cambio, Andrei vio la mirada lujuriosa del recepcionista al mirar a Helene. 

-   Bienvenidos a “La Dame Avare” -dijo el hombre con una voz ligeramente chillona-. Tenemos las mejores habitaciones de la zona. Diez euros la noche. Lo que tomen de la nevera aparte. Si quieren total privacidad este es su sitio, y… 

-   Busco a una mujer -le cortó Andrei. 

-   Diría que ya la ha encontrado -se hizo un burlón el recepcionista, mirando a Helene y guiñando un ojo. 

-   No, a una de sus clientas -negó Andrei, que no mostró ni un ápice de complicidad con el recepcionista. 

-   Vaya, es de los que no se conforman con una, ¿eh? -inquirió el recepcionista. 

-   Se llama Louise Signoret -indicó Andrei. 

-   ¿Eres poli? -inquirió el hombre-. Pues como esta de bien ahora el cuerpo, joder. 

-   No somos de la bofia -aseguró Andrei haciéndose el ofendido por la pregunta. Prefería que el hombre pensase que era un criminal a un agente de la ley. 

-   Menos mal, porque si este tipo de chicas están ahora en la policía, igual yo también me haría uno de ellos -ironizó el recepcionista-. Por ahora solo hay unos marimachos irrespetuosos, tan violentos como los hombres. 

-   Déjate de tonterías y dime si Louise es una de tus clientas -volvió a intentar Andrei, que estaba hartándose de la conversación. 

-   No me suena de nada -respondió al final el hombre. 

-   Pues es curioso, porque ella me dijo que aquí la podía encontrar -señaló Andrei-. Y Louise no es de las que mienten. 

-   Todas mienten amigo -se burló el hombre, aunque había un deje de recuerdos pasados en la corta frase. Andrei supuso que ese hombre no había tenido buenas experiencias con las mujeres. 

-   En ella lo dudo, espera, te enseño una foto -negó Andrei, mientras sacaba su móvil, lo desbloqueaba y buscaba una imagen que había preparado de Louise-. Esta.

Andrei le presentó el móvil al hombre y este se quedó mirando la fotografía con algo de interés. 

-   Ya te he dicho que todas mienten, amigo -dijo el recepcionista tras un rato mirando la fotografía del teléfono-. Esa no se llama Louise sino Margot. Y ya no vive aquí, la eche hace semanas. La muy puta no me pagaba y hacía bajar la reputación de este negocio. Somos gente honrada.

Andrei le echó una mirada de arriba abajo al hombre y dudo mucho sobre lo de que eran honrados o no en la pensión. Pero parecía que entraban a otro callejón sin salida.

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