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martes, 1 de junio de 2021

Lágrimas de hollín (81)

Los jardines imperiales eran una de las únicas construcciones que habían orquestado el gobierno imperial desde que se hicieron amos y señores del reino. Tiraron abajo varias casas antiguas, de nobles que se les habían opuesto en la conquista y ya no estaban para quejarse. La idea era reproducir los jardines de los nobles. Poseían fuentes, estanques y mucha zona verde y arbolada. En los últimos tiempos, habían construido un laberinto de setos, ya que era una estructura que había empezado a gustar en el palacio imperial. Aunque estaban abiertos a toda la población de la ciudad y se encontraban en el barrio medio, principalmente eran usados por los nobles y los oficiales imperiales. El resto de la población prefería no pisarlos, porque no querían que sus amigos les tachasen de colaboracionistas.

Aunque hacía mucho que el reino había sido absorbido por una conquista imperial, en la población normal y sobretodo en la baja, el sentimiento patriótico de ser un reino independiente seguía tan vigente ahora como en el pasado. Pero a parte de esos sentimientos, el poder imperial no iba a ser tan fácilmente derrotado y por ello, los nobles hacía tiempo que se habían plegado a servir a sus nuevos señores. Que importaba seguir a un rey o a un emperador. Ellos podían pagar los impuestos y seguían manteniendo sus tierras.

El carruaje de Fhin se detuvo ante la entrada sur de los jardines, el lugar donde había quedado con Arhanna. Por la zona había más nobles y sus cortejos. Pero la joven aún no había llegado. Fhin parecía nervioso o eso le pareció a Bheldur. Usbhalo, como siempre parecía ajeno a esos pequeños detalles, estando más enfrascado en su misión de proteger a Fhin de cualquier mal. Cuando todos estuvieron en la entrada, el carruaje se alejó, ya que no podía quedarse parado ahí.

Al final no tuvieron que esperar mucho y un nuevo carruaje, algo más austero que el que usaba Fhin se detuvo en la misma zona que lo había hecho el de Fhin y al abrir la portezuela el cochero, Fhin pudo ver el rostro de la muchacha, por lo que cruzó el espacio que los separaba a pasos largos y le ayudó a descender, retirando al cochero con un gesto. Arhanna se dejó ayudar y llegó al suelo de una pieza. Bheldur hizo una reverencia, a unos pasos por detrás de Fhin. Tras Arhanna descendió una mujer, ligeramente mayor que ella, de una belleza media. 

-   Mi señorita de Fritzbaron -dijo cómo saludó Fhin, haciendo una ligera reverencia. 

-   Mi señor Malven -devolvió la reverencia Alhanna. 

-   Ha sido todo un placer que haya decidido aceptar mi invitación para pasear por los jardines -indicó Fhin, como si estuviera realmente extasiado por la presencia de la joven, que se le iluminó el rostro ligeramente. 

-   El placer ha sido que me hayáis hecho tal invitación -aseguró Alhanna-. no sabéis lo comedidos que son en la capital. Como mi padre es un duque, los nobles por debajo de mi rango no se creen capaces de invitarme. Si no son por los bailes, me aburro mucho en esta ciudad. 

-   Bueno, yo no tengo problema, no soy un noble -comentó con sarcasmo Fhin. 

-   O tenéis más coraje que ellos -añadió Alhanna, intentando hacer un cumplido a Fhin, que como respuesta sonrió, lo que hizo que la muchacha se pusiese roja otra vez. 

-   Me gustaría presentaros a mi hombre de confianza, Bheldur y a mi fiel caballero ya lo conociste ayer -presentó Fhin a sus acompañantes. 

-   Sí, un hombre de su poderío guerrero no se olvida fácilmente -asintió Alhanna, haciendo un gesto educado a Bheldur y a Usbhalo, que ante la total sorpresa de Bheldur, se hinchó aumentando su altura. Podría ser que las palabras de la muchacha influyeran en el cerrado guerrero-. Señor Bheldur, es un placer conocerlo también a usted. Esta es mi dama de compañía, Thilbba de Yhesta.

La dama de compañía hizo una reverencia a ambos y se quedó callada tras su señora. Entonces, Fhin tomó de la mano a Arhanna y la guió hacia el interior del parque. Debido a las normas de compromiso, Bheldur tuvo que andar a la misma altura que Thilbba y Usbhalo iba tras ellos.

Los cinco se fueron adentrando en el jardín. Bheldur seguía con detenimiento las palabras de Fhin y de Arhanna. Era una conversación vacía, no se decían más que los cumplidos típicos de una corte, de lo que hablaban los nobles. Pero poco a poco, fue descubriendo que en verdad, Fhin estaba realizando un interrogatorio a la muchacha. Uno bastante bien orquestado y camuflado por palabras bonitas y algunas añagazas. Sin embargo, Fhin tenía necesidad de saber lo más posible de sus adversarios y sobretodo de lo que hacían los principales nobles de la ciudad. Arhanna sabía cosas, pero lo que eran secretos o las relaciones de la aristocracia con los líderes imperiales o los funcionarios, no eran su fuerte y Fhin sabía que no iba a ser su fuente principal para esos temas. Ahí Bheldur brillaba más como conseguidor de información escondida.

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