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martes, 22 de junio de 2021

Lágrimas de hollín (84)

Tal y como lo había pintado Fhin los tres días siguientes, quedó muy de seguido con la dama Arhanna que liberó toda su agenda, que la verdad gracias a Shonet estaba bastante vacía, para complacer a su nuevo pretendiente, pues para la muchacha, Malven no era otro que un rico que quería su mano. Y por ahora, para su total sorpresa, le gustaba el joven. Pero no era un noble, sino el hijo de un mercader, tal vez su padre pondría objeciones. Aunque la verdad que el oro del padre de Malven le abriría las negociaciones con su progenitor. Su ducado era pobre y con el gobierno imperial más.

Los informes de Bheldur eran muy concienzudos con la información sobre Shonet. El joven noble estaba desesperado por encontrar a un aliado contra Malven. No había podido obtener información por sus canales habituales, incluso los siervos de su nuevo enemigo le eran tan leales que no había forma de sacarles información. Había probado con los funcionarios imperiales, pero tampoco parecía poder tocar sus negocios comerciales. Más aún, aunque los funcionarios conocían de la existencia del mercader y su padre, no estaban muy seguros de con que comerciaba. Como al final la ciudad solo iba a ser un lugar de parada para las mercancías, que iban destinadas mucho más al sur, no había necesidad de informar de lo que iban a llevar las cajas o los toneles. Podría ser desde cachivaches hasta armas.

Al final, Shonet había dado con alguien, un individuo que podría traicionar a Malven, o eso le había asegurado un Bheldur totalmente disfrazado. El joven noble no se fijaba mucho en la gente que vestía y olía peor que él. De esa forma, sin las vestiduras caras que había llevado en el paseo por los jardines, Bheldur era un total desconocido para Shonet. Pero lo que sabía, sí que era más interesante para Shonet. Había mandado un mensaje por los canales oscuros por los que se movía Shonet y se había citado con él, en una taberna de mala muerte. 

-   ¿Tú eres Ghalva? -preguntó Shonet cuando llegó a la mesa que ocupaba Bheldur, disfrazado como un truhan. 

-   ¿Y tú eres el hombre de la bolsa de oro? -respondió Bheldur, con una mirada hosca y una sonrisa poco amigable. 

-   Me han dicho que sabes cosas sobre Malven de Jhalvar -dijo Shonet sentándose en la mesa. 

-   Podría ser o podría no ser, todo depende de lo que estés dispuesto a pagar -aseguró Bheldur. 

-   El oro no es un problema para mi, pero lo será para ti si la información que me das es una mierda -advirtió Shonet, con un tono que no esperaba ni una broma de más. 

-   ¿Qué quieres saber? 

-   Quiero saber porque no sé nada de él -indicó Shonet, dejando una moneda de oro sobre la mesa, pero al ver que Ghalva no abría la boca, dejó otra. 

-   Eso está mejor, amigo -asintió Bheldur-. El que no sepas nada de él es porque tiene amigos poderosos en la ciudad. Individuos que no dan mucho valor a la vida y sobretodo que no tiemblan cuando hay que desollar a alguien vivo. 

-   ¿Los imperiales? He preguntado a los funcionarios imperiales, pero no saben nada de él -negó Shonet, empezando a pensar que el tal Ghalva se estaba riendo de él, iba a recuperar sus monedas, cuando la mano de Ghalva las hizo desaparecer como si fuera un truco de magia. 

-   Los imperiales son corderitos comparados con ellos -se burló Bheldur-. Malven paga a Jockhel por la protección de sus negocios. Ni los imperiales miran a lo que Malven se trae entre manos y por lo que sé, va a ser algo muy jugoso. Los imperiales ni se van a llevar su tajada y a la larga les será un bocado duro de pasar. 

-   ¿Jockhel? ¿Quién es Jockhel? -Shonet decidió hacerse el despistado, pues sí que había oído hablar del líder de La Cresta. 

-   ¿Quién es pregunta? -repitió Bheldur-. Es un animal, un hombre sin escrúpulos, un criminal y sobre todo alguien que no quieres como enemigo. No teme a los imperiales, se los merienda. Ha eliminado a todos los líderes de los clanes de la Cresta, solo quedan sus hombres. Pero hay solo una cosa que reverencia más que otra en el mundo, el oro. 

-   ¿El oro? Que cosa más típica -comentó Shonet, empezando a ver cual debería ser su estrategia-. Tienes que conseguirme una cita con Jockhel. 

-   ¿Estás loco? -se hizo el sorprendido Bheldur, pero al ver la cara seria de Shonet, añadió-. Eso no es barato. Tengo que pagar un buen número de intermediarios, hablar con estos y aquellos, tengo que… 

-   ¿Con esto te llega? -inquirió Shonet dejando una abultada bolsa llena de tintineantes monedas encima de la mesa-. ¿Cuánto tardarás en conseguirla? 

-   Un par de días. 

-   Por tu bien, no tardes más -le advirtió Shonet, poniéndose en pie-. No te conviene robarme. Ya sabes como contactar conmigo.

Bheldur le observó cómo se marchaba, al tiempo que se reía por dentro, ya que el noble había caído en la trampa que Fhin había urdido días antes.

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