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martes, 8 de junio de 2021

Lágrimas de hollín (82)

Los pasos de Arhanna les fue llevando hasta una plaza redonda que era el centro neurálgico de los jardines. Allí podían ver a otros noble y algunos criados. La mayoría parecían madres con niños y alguna pareja más. Pero pronto se destacó un hombre, joven, de algo más edad que Fhin y mucho mejor vestido. Se podían ver sus ropajes de las telas más ricas. El hombre parecía buscar algo y cuando miró hacia Arhanna y Fhin, por su expresión dio a entender que lo había encontrado.

Pero no solo Fhin y Bheldur se habían fijado en la actitud del hombre, que ahora se dirigía con un paso resuelto a encontrarse con ellos. Usbhalo, en su misión de defensa, había echado un ojo al hombre. No le parecía demasiado peligroso, pero de su cinturón colgaba la vaina de una espada ceremonial, de un acero más ligero y por ello impropio para luchar, además de que la vaina brillaba por la recargada decoración de oro, plata y algunas gemas. Pero hasta una espada de ese tipo, en unas manos expertas podía provocar un buen susto y Usbhalo no iba a permitir eso. Así que salió de su apatía y se movió más rápido de lo que su apariencia podría hacer pensar, colocándose cerca de Fhin, y por consiguiente de Arhanna, listo para acabar con el hombre. 

-   Dama Arhanna -saludó el hombre, haciendo una ligera reverencia-. Es un día espléndido para pasear, ¿no cree? 

-   Sí, y por ello no estoy en mi casa -respondió Arhanna, con un ligero deje de molestia, que con su encanto habitual había intentado cubrir. 

-   Os iba invitar a pasear -reconoció el hombre, que pasó su mirada a Fhin-. Pero veo que ya habéis encontrado a un conocido. 

-   Sí, me ha invitado esta mañana -asintió Arhanna, esta vez sin esconder el regocijo por ello. Bheldur no pudo obviar ni el comportamiento de la muchacha, ni la reacción de molestia del hombre. 

-   Temo no conocer a vuestro acompañante, dama Arhanna -comentó el hombre. 

-   Tenéis razón, que fallo por mi parte, me había olvidado que no asististeis al baile de anoche en la sede del gremio -Arhanna se disculpó de tal manera que ni parecía la culpable ni lo sería nunca. Había algo en la forma de ser de la muchacha que dejaba patente que no le caía bien ese joven-. Este caballero es Malven de Jhalvar, que acaba de llegar a la ciudad para montar una base comercial para su padre. Malven este es don Shonet de Mendhezan. 

-   Mucho gusto -se dijeron al unísono Shonet y Fhin, inclinando la cabeza. 

-   ¿Jhalvar? No recuerdo donde queda esa región -murmuró Shonet, en un claro intento de malmeter contra Fhin. 

-   Lo suficientemente lejos de aquí y lo suficientemente pequeña para que alguien que no encuentra consuelo en las bibliotecas desconozca de ella -contestó Fhin con ingenio y para devolver la ocurrencia a Shonet, eso si, sin sonreír, manteniendo un rictus tan neutro que nadie fuera capaz de encontrar las verdaderas intenciones. 

-   Sí, puede ser -se limitó a decir Shonet, sabiendo que le habían devuelto su bravata. 

-   Bueno, Shonet, me temo que no queremos entretenerte más -intervino Arhanna, contenta de que Fhin fuera rápido de reflejos y le hubiera puesto en su sitio a Shonet. Pero bien sabía que lo mejor era no alargar la guerra con Shonet, no sabía jugar y menos respetar al ganador. 

-   Es verdad, tengo cosas que hacer -asintió Shonet a mala gana, haciéndose a un lado.

Shonet fue a moverse hacia el lado de Fhin, pero se encontró al inmenso Usbhalo, por lo que dio un par de saltitos hacia atrás, lo que le hizo parecer un cómico y se ganó una sonrisa de Arhanna. Posiblemente alguna de las otras personas que había cerca también le pudo parecer graciosa la escena, pero como conocían demasiado bien a Shonet, no se dejaron pillar por ella. Shonet dejó pasar a todo el cortejo y se volvió para ver cómo se alejaban de él, hacía otra parte de los jardines. Había perdido su oportunidad de unirse al paseo de Arhanna y de seguir haciéndole la corte. Y lo que era peor, alguien más parecía querer entrar en el juego. Pero no había eliminado al resto de los competidores para perder ahora. Ese Malven no sabía a quién se iba a enfrentar. El hijo de un mercader no era nada ante el hijo de un duque.

El resto de la mañana, Fhin y Arhanna siguieron conversando, la mayoría de las veces de cosas intrascendentes. Incluso Fhin descubrió con cierto interés que la muchacha era incluso más culta y leída que él. Habían leído parecidos libros y Arhanna había estudiado sin que lo supiera su padre nociones de lógica, filosofía y ética. Las tres eran materias que rara vez las damas de las familias nobles y ricas llegaban a tratar, ya que sus padres no las consideraban necesarias para sus mentes y los menesteres a los que se encargarían en el futuro.

Al final, Fhin escoltó a Arhanna hasta donde habían dejado los carruajes y la ayudó a subir al de la dama. Se quedó parado despidiendo a la dama, mientras se alejaba el carruaje y esperaban el suyo.

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