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sábado, 19 de junio de 2021

El reverso de la verdad (31)

Helene permanecía en silencio. Había sacado de su bolso una lima de uñas y estaba arreglando una de ellas. Había decidido que iba a tomar una apariencia de que sabía lo que iba a ocurrir y no le importaba nada lo que le iba a pasar al hombre. Y la verdad es que se lo merecía. Ya que no había querido el dinero que le había ofrecido, sino su carne. Y a ella no le tocaba ningún miserable baboso. Le había detectado como ese tipo de persona desde que le había visto. Era muy fácil distinguirlos. Y mucho más manejarlos. Había sido muy fácil que se bajase los pantalones, esperando que le hiciera una mamada. En ese momento le había metido un rodillazo y ahora estaba a merced de Andrei. Y por lo que veía y olía se había meado. Vaya baboso valiente, pensó Helene. 

-   Bueno, que me decías de Margot, ¿donde la puedo encontrar? -preguntó Andrei, serio, jugueteando con la pistola, como si tuviese ganas de usarla. 

-   Suele merodear por el arenal, junto al río -respondió el recepcionista-. Es una más del montón. Allí se reúnen muchas de ellas. Por lo que he oído últimamente es una de las más cerdas de las que ahí se reúnen. Te vas a divertir.

Andrei en vez de dispararle, le metió un bofetón, bien sonoro y seguramente bien doloroso. El recepcionista le miró con odio, más del actual. 

-   Lo que a mi me guste o me deje de gustar, mejor te lo callas -le advirtió Andrei-. Espero que la información sea buena, amigo. Porque como tenga que volver no voy a ser tan amistoso como ahora. ¿Lo entiendes? 

-   Sí -asintió el recepcionista moviendo la cabeza con desesperación. 

-   Bien, pues quedate un poco sentado ahí -le ordenó Andrei, al tiempo que iba hacia la puerta donde estaba Helene apoyada.

Helene se quitó de su camino, y Andrei abrió la puerta, pasando a la recepción. Allí se dirigió a una mesa lateral donde había una torre de ordenador y una pantalla. En esta última se veían una serie de imágenes distintas, formando un collage. Sin duda eran las cámaras de seguridad que tenía en la recepción y en alguna otra parte. Andrei empezó a mover el ratón y a pulsar en el teclado. Tras un rato tecleando dejó el ordenador, sin que nada pareciese haber cambiado en la pantalla. Regresó a la sala de atrás y el recepcionista no parecía haberse movido. Se dirigió a la puerta de salida y descorrió el cerrojo. 

-   Bueno, como has sido un chico bueno, te voy a dejar de una pieza -le dijo Andrei guardándose la pistola y abriendo la puerta-. Solo te advierto una cosa. Que no tenga que volver por aquí. Vamonos.

Andrei le hizo un gesto a Helene para que saliera la primera. Él la siguió y cerró la puerta. En el mismo momento de cerrar, le pareció notar a Andrei el golpe de una silla al caer contra el suelo y el cerrojo volviéndose a correr. Por lo que una ligera sonrisa le apareció en la cara. Ambos se dirigieron a la salida de la pensión. 

-   ¿Y ahora qué? -quiso saber Helene. 

-   Pues tenemos que ir a la vega del río -indicó Andrei. 

-   O sea que nos vamos a pasear por este barrio -dijo Helene, pensativa. 

-   No exactamente, primero vamos a irnos a otro lado -negó Andrei-. Será mejor esperar un poco. Con la caída de la noche, tendremos más posibilidades de dar con Margot. 

-   ¿Y entonces a dónde vamos? 

-   Sorpresa -respondió Andrei, curiosamente contento y misterioso.

Los dos salieron de la pensión y regresaron al coche. Una vez seguros dentro del vehículo, Andrei lo puso en marcha y se incorporaron en el tráfico. Para sorpresa de Helene, cada vez que Andrei cambiaba de calle les iba sacando del barrio conflictivo. Y al final regresaron a la zona de los polígonos industriales y a la autopista. Tras un buen rato conduciendo por ella, acabó dejándola en otra zona de polígonos, pero que resultó ser un centro comercial, uno de los que eran más grandes y populares de la ciudad.

Cuando aparcó bajo el edificio central del centro comercial, Helene se enteró de los planes de Andrei. Verían una o varias películas y comerían allí. ya cuando atardeciera volverían en busca de Louise. Aunque Helene se quejó de que con la oscuridad, el barrio se volvería más peligroso y tal vez les costase encontrar a Louise. Andrei no pensaba así, y le aseguró que sería más fácil dar con la mujer, que buscarla a la luz del día. Por la noche todos los gatos eran negros, había dicho Andrei. Y al final, Helene no había sido capaz de contradecir a Andrei. Así que se encargó ella de elegir las películas que verían, así como el restaurante para comer. Lo eligió todo pensando que irían contra los gustos de Andrei, a modo de castigo.

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