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sábado, 7 de agosto de 2021

El reverso de la verdad (38)

Andrei ahora sabía que tenía un enemigo, uno lo suficientemente listo para preparar celadas, como las que él mismo haría. Aun había cosas que el joven debía responder o al menos debía intentarlo. 

-   Vale, ese hombre te dio un número y le debías llamar si alguien preguntaba por Margot -repitió Andrei-. ¿Cuántos han preguntado por Margot y tú has avisado a ese hombre? ¿Se ha dedicado a eliminar a todos los clientes de Margot? 

-   No, sé diferenciar a los clientes de los que no lo son -dijo con presteza el joven, temiendo un nuevo golpe, mordiéndose el labio inferior, para contener el dolor-. Tú claramente no eres un cliente. 

-   ¿A sí? ¿Por curiosidad, que tengo yo que te indica que yo no la buscaba cómo cliente? -inquirió Andrei interesado. 

-   Nadie busca una puta piojosa y drogadicta cuando lleva con él a una puta mucho más guapa -espetó el joven, señalando a Helene, que puso una mueca de ofendida.

Lo siguiente que salió de la boca del joven fue un segundo alarido, ya que Andrei le había golpeado en la otra rodilla. 

-   Esa es una dama, no una puta -le corrigió Andrei-. De ahora en adelante será mejor que te andes con cuidado en tus respuestas. Si la faltas al respeto otra vez, desearás no haberlo hecho. Bien, prosigamos, aseguras que no tengo pinta de cliente porque ya iba conmigo otra chica. Podría estar buscando hacer un trío, ¿no? 

-   Lo dudo -negó el muchacho, tras recobrar el aliento tras el último golpe-. Tú sacaste una fotografía y la llamaste por otro nombre. El que me dio las instrucciones hizo lo mismo que tú, no buscaba a Margot, sino a Louise. Y ese fue el tipo de persona por la que tenía que avisar. Los clientes no preguntaban, ya sabían en qué habitación se hospedaba Margot. O venían acompañándola. 

-   Vale -le cortó Andrei-. ¿Como o cuando llegó Margot a tu hotel, si lo podemos llamar así? 

-   Hace meses -contestó el muchacho. 

-   ¿Sola? 

-   No, vino con un hombre o más bien con varios -rememoró el joven-. Pero los otros parecían escoltas del primero. Margot estaba drogada. Los armarios llevaban sus maletas y el hombre hizo el contrato de la habitación. Pagó por un par de meses, la acompañó a la habitación y al poco se marchó. No sé si era un cliente de Margot o algún viejo amigo. 

-   ¿Y cómo era ese viejo amigo? -quiso saber Andrei. 

-   Yo ese día estaba como personal de la limpieza -indicó el muchacho-. Solo lo vi de lejos, pero vestía demasiado bien para como se estila en el barrio. En la recepción estaba Armand, él se encargó de todo el papeleo. 

-   ¿Armand? ¿Y dónde puedo encontrar a ese Armand? 

-   Murió, a los pocos días, en un robo -respondió el joven-. No se puede ir demasiado borracho por el barrio. Se acercan los indeseables. Le apuñalaron para robarle la cartera. Una pena para ellos, nunca llevaba el dinero en la cartera. Ahora el tipo estará en otro sitio, huyendo de un muerto y sin sacar nada de ganancia. 

-   Pobre Armand -murmuró Andrei, como si realmente lo sintiese-. Bueno, pues no podré saber quien fue el buen samaritano que llevó a Margot al hotel. Pero si que me interesa que me des el teléfono del hombre al que llamaste. 

-   No me lo sé de memoria -señaló el muchacho, pero al ver que Andrei manoseaba el cilindro, aclaró la voz-. Está en mi móvil, bajo el nombre de Margot. 

-   Bien, dame las claves y el Pin -ordenó Andrei.

El joven le dio lo que le pedía y este se levantó para tomar el móvil del muchacho que había dejado en el coche. Helene se quedó mirando al muchacho, que al ver que Andrei se había alejado, se llenó de valor. 

-   ¿Qué vais a hacer conmigo? -Helene le siguió mirando pero no le dijo nada, por lo que el joven se envalentonó-. Te hablo a ti sucia puerca. Si tuviera las manos libres te ibas a enterar de lo que es un verdadero hombre. ¡Zorra asquerosa! 

-   ¡Quién te ha dado permiso para hablar, cagarruta! -gritó Andrei, acercándose-. Creo que te he dicho que ella es una dama y has de tenerle un cierto respeto. ¿No escuchas, verdad?

El muchacho levantó la cabeza, para ver como Andrei se acercaba a gran velocidad y lo último que vio el tubo metálico haciendo un arco hacia su cabeza, luego sintió un fuerte golpe en la sien, unido con una punzada de dolor y todo se volvió negro. Ya no notó el golpe de todo su cuerpo contra el suelo.

1 comentario:

  1. "¡Quién te ha dado permiso para hablar, cagarruta! -gritó Andrei, acercándose-. "

    Esa expresión me ha traído muy buenos recuerdos, por el personaje de Alvaras. XD

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