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martes, 26 de octubre de 2021

El dilema (99)

Alvho y su línea fueron los últimos en encaramarse en la parte más alta de la base de la empalizada, donde se veían las bases de los troncos, aún humeantes. Estaba cansado, con los músculos entumecidos y lleno de sangre, gracias a Ordhin de sus enemigos. Según llegaron fueron sustituidos por guerreros de reemplazo de las líneas de retaguardia, que habían sido los primeros en entrar en la brecha por fuera, eliminando a los Fhanggar que habían conseguido hacer que los guerreros de dentro se replegasen. 

-   La mayoría de los guerreros se han replegado -dijo Irmak a su lado, que parecía que llevaba un rato esperando-. El canciller ha dado la orden de retorno a la ciudadela. Nuestro esfuerzo no ha valido de nada. 

-   Nuestro esfuerzo -repitió Alvho, un poco molesto con Irmak, ya que él no había salido con el resto, aunque estaba seguro que si se lo hubiera permitido, habría sido uno de los más letales-. Si el resto del ejército ha conseguido regresar a la ciudadela, lo que hemos hecho ha valido la pena, Irmak. 

-   Puede ser -reconoció Irmak, a duras penas. 

-   Irmak, ¿qué hace el enemigo? -quiso saber Alvho. 

-   Han pasado de atacar en otros puntos de la empalizada -indicó Irmak-. No entiendo su forma de luchar. Se han centrado en vosotros y en la brecha. Aun lo hacen. 

-   Su falta de previsión militar y su orgullo desmesurado son nuestras mejores bazas para conseguir que jueguen a nuestro juego -se limitó a decir Alvho-. Tenemos más posibilidades de sobrevivir si los Fhanggar se empeñan en devolver cada una de nuestras ofensas. Ahora solo se fijan en nuestro ejército de vanguardia, que les ha atacado por detrás, aplastando su ataque, paseándose por el campo de batalla como si fuese el dueño y bloqueando la brecha. Mandarán todo aquí y ahora. 

-   Eso quiere decir que estamos otra vez sobre un avispero -añadió Aibber que estaba quitando sangre de su hacha. 

-   ¿Cuando no lo estamos, Aibber? -preguntó Alvho, que prosiguió hablando ya que no esperaba respuesta e impidió que alguno se la diera-. Irmak, llévate a los más cansados y forma un muro de escudos junto a las puertas interiores. Pero mucho cuidado con las trampas del canciller. Cuando tengas el exterior de la puerta bajo tu control y hayas formado un buen muro, házmelo saber y avanzaremos hacia ti. 

-   Como órdenes -asintió Irmak con un tono de descontento, pero se marchó movilizando a los hombres que necesitaba.

Alvho se fijó en él. Sabía que Irmak quería luchar, quería vengarse por lo ocurrido al llegar a la ciudadela tras ser perseguidos por los Fhanggar. Pero Alvho lo necesitaba en un segundo plano, era inteligente y despierto. Defendería bien la puerta y había decidido que luchase con él los últimos momentos, que diese rienda suelta a su venganza cuando sería más necesaria esa vitalidad que daba el odio. 

-   Irmak quería luchar -dejó caer Aibber. 

-   Lo sé -asintió Alvho-. Y luchará. Este día volverá a hundir su espada en las carnes de los Fhanggar. Pero en este momento está donde más le necesito, donde más le necesitan sus compañeros. 

-   Eres único jugando con nosotros como si fuéramos piezas de juego -se burló Aibber. 

-   ¿Tú crees? Si lo ves así, tal vez sea hora que vuelvas a la brecha -sentenció Alvho, con una sonrisa, pero Aibber no se movió, ya conocía demasiado bien a su jefe-. No, mejor descansemos hasta que Irmak nos avise. Entonces ambos tendremos Fhanggar para elegir -en ese momento se escuchó un zumbido sobre sus cabezas-. Solo Dhalnnar se divierte ahora. Maldito extranjero amante del fuego. 

-   ¿Sobreviviremos? -bajó el tono Aibber para que los guerreros que tenía más cerca no le escucharan. 

-   Eso solo lo sabe Ordhin -contestó Alvho-. Pero te puedo asegurar que entre mis planes está llegar a esta noche. Y sino, que narices, pienso rubricar un final sanguinolento y lleno de violencia. Espero que quieras hacer lo mismo, Aibber.

El joven no respondió, pero henchió el pecho. Le había llenado de orgullo o por lo menos de ganas de seguir combatiendo y pronto tendrían mucha lucha, pues debían retornar hacia la ciudadela, matando con ganas, para evitar morir ellos. Sabía que Dhalnnar habría guardado una serie de tinajas, las suficientes para darles unos minutos preciosos, cuando empezasen el repliegue y tuvieran que abandonar la brecha. Así que su destino no solo estaba en sus manos, sino en la de los hombres que le rodeaban, en la de un loco extranjero y claro está en las de Ordhin. Alvho pensó que estaba apañado.

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