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sábado, 30 de octubre de 2021

El reverso de la verdad (50)

Andrei había pedido a Helene que parase el coche en la última vaguada de la carretera y que esperase en la cuneta unos diez minutos, después se podría poner en marcha y llevar a cabo lo que le había explicado. Gracias a esa parada y ese tiempo de impasse, Andrei cruzó las fincas que separaban la vaguada del muro de la hacienda de los LeGrange. Había elegido el camino que quedase más oculto del juego de cámaras que rodeaba todo el recinto, rezando porque no hubiese nadie mirándolas.

Cuando llegó a la base del muro, se apoyó en la pared, miró su reloj y esperó. Ahora era el momento de la distracción. Aguzó el oído y pudo escuchar el ruido del motor del coche acercándose a la valla. El sonido del timbre fue evidente y Andrei lanzó su chaqueta sobre la parte superior del muro, que se enganchó al alambre de espino. Tiró de la manga y vio que esta no se soltaba, por lo que la uso para escalar. En su mente pensó que era una pena de chaqueta, le gustaba. Pero hizo su trabajo que impedir que se electrocutara cuando pasó sobre el alambre.

La chaqueta también le ayudó a descolgarse del muro sin hacerse daño. Ya dentro de la hacienda tiró de la chaqueta y ante su asombro, esta vez sí se soltó. Podría ser que usarla para subir y bajar la hubiese liberado. Pero no se había librado de un buen rasguño donde el alambre se había clavado. Aun así se la puso. Cruzó a toda velocidad el terreno hasta la casa, desenfundó su arma y se introdujo por una puerta abierta. Era hora de buscar a su presa, y resultó fácil ya que escuchaba su voz, enfadada, ya que Helene estaba siendo muy pesada, como le había indicado él.

Se fue acercando con cuidado hasta lo que resultó ser la entrada principal de la vieja mansión. Junto a la puerta, sujetando un telefonillo y mirando una pantalla pequeña había una mujer que se parecía demasiado a una muerta, a excepción de que el pelo era rojizo. Se lo había teñido para pasar desapercibida, pero poco más. Andrei se acercó a ella, con el cañón apuntando a su cabeza y se detuvo cuando este estaba a milímetros del pelo. 

-   Tu lápida era muy bonita, Marie -dijo Andrei, lo que hizo que la mujer pegase un bote importante-. Aunque me temo que si hay alguien debajo del mármol no eres tú. Deja entrar a la chica del coche, viene conmigo.

Marie se volvió con cuidado y lo primero que vio fue el agujero de la pistola, negro. Luego ya posó su vista en la cara de Andrei y pareció serenarse ligeramente. Andrei le hizo un gesto con la mano libre, señalando la cara que se veía en la pantalla. Marie como volviendo a la vida se giró y apretó el botón, colgando el telefonillo. 

-   Eso está mejor, Marie -aseguró Andrei-. No es de personas educadas dejar a las visitas en la calle. Aunque tampoco lo es poner alambre de espino electrificado en lo alto de los muros. No se piensa en los pobres animalitos que se chamuscan, ¿verdad? 

-   ¿Andrei? -consiguió decir Marie. 

-   ¡Hum! Eso está bien, me has reconocido, por lo que ahora ya no puedes decir que me he equivocado de persona -afirmó Andrei.

La última afirmación de Andrei hizo que Marie lanzase un ligero bufido. Pero la atención de Andrei se volvió al ruido de su coche que se acercaba. Helene lo aparcó en un ángulo muerto para que si alguien miraba o llegaba a la hacienda no lo localizase hasta el último momento. Andrei quería tener la sorpresa de su lado hasta él último momento. La parte frontal de la casa estaba formada por una gravilla, por lo que los pasos de Helene se hicieron evidentes desde que se apeó del vehículo y se acercó a la puerta de la mansión. 

-   Abre a Helene, Marie, no es educado dejar a la gente fuera, a la intemperie -ordenó Andrei con palabras amables. 

-   Pero la gente tampoco tendría que auto-invitarse donde no se los espera -se quejó Marie. 

-   Un muerto no puede elegir a sus invitados, Marie -recordó Andrei, sonriente.

Si Marie iba a decir algo se quedó en el interior de la boca. Se aproximó a la puerta y la abrió, justo en el mismo momento que Helene iba a apretar el timbre. Al ver la puerta abierta, entró, para llevarse un susto al ver a Marie, la verdadera Marie vivita y coleando, tal y como había asegurado Andrei.

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