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sábado, 23 de octubre de 2021

El reverso de la verdad (49)

Andrei desandó el camino hasta la plaza y se adentró en ella, para buscar a Helene. Como había temido, Helene había llamado la atención, pero qué culpa tenía ella, solo estaba mirando la ropa y los jóvenes de la población ya se la habían rifado. Helene no parecía darse cuenta del revuelo que estaba montando. Pero Andrei si vio las miradas viciosas de ellos y las celosas o más bien airadas de ellas. Decidió que era hora de acabar con las esperanzas y las miradas maliciosas. Se acercó a Helene y la cogió del hombro. Ella se volvió sobresaltada, pero al ver la cara de Andrei se relajó. Los jóvenes que la rodeaban se fueron marchando, así como otros hombres más mayores. 

-   ¿Has encontrado algo interesante? -preguntó Andrei. 

-   Con el dinero que me has dado no he podido coger mucho, pero si que me he encontrado con un par de trapitos -afirmó Helene orgullosa de sus compras y sus regateos con los vendedores. Había comprado sólo en los puestos que regentaban hombres, había sido más fácil regatear con ellos. Un quiebro o un saltito habían sido suficientes para desarmar a sus oponentes. Que fácil era lidiar con los hombres-. ¿Ya tienes el fármaco? ¿Vamos a buscar información? 

-    No, ya no hace falta buscar información -negó Andrei, guiñandole un ojo y bajando el tono-. Vamos a ver a una muerta. 

-   ¿Qué? 

-   ¿Le temes a los fantasmas? -se rió Andrei. 

-   Yo no le temo a los fantasmas, a los espíritus ni a nada parecido -aseguró Helene, siguiendo a Andrei, que se había puesto a andar hacia el coche, tras arrebatarle de las manos las bolsas con sus compras-. Pero si has dicho eso es que la has encontrado. Está viva como tú pensabas. 

-   Eso es -asintió Andrei, abriendo la puerta del conductor y tirando la bolsa en el interior-. Vamos a visitar la hacienda de los LeGrange.

Ambos se metieron en el coche. Andrei puso en marcha el coche y se marcharon de allí. Fue siguiendo las indicaciones de la farmacéutica. Había sido muy concienzuda con los cruces, los cambios de rasante, incluso los árboles y otros elementos del paisaje que iban a ver. La hacienda de los LeGrange apareció al subir por una colina. Era una señora edificación, un casoplón de los de antes. Demasiado vieja y bastante descuidada. Si era verdad que el dueño se ausentaba mucho, era normal que poco a poco se fuera viniendo abajo.

Lo que verdaderamente le preocupaba a Andrei era la seguridad que rodeaba la finca. Había un muro que para unos ojos inexpertos, parecía a los de otras fincas de la zona. Cubiertos de hiedra en ciertas partes y agrietado en otras. Seguía el mismo look que el resto de las edificaciones. Pero Andrei tenía otros ojos y se percató de que un cable corría junto al alambre de espino que había colocado sobre el muro, para impedir que se saltara el muro. El alambre estaba electrificado. Un detalle que podría provocar la muerte de un intruso poco observador. Otro punto era la gran cantidad de casetas para aves que había en muchos de los troncos de los árboles de la finca. Un mero espectador de la zona pensaría que el dueño era un amante de los pájaros o un ornitólogo. Andrei veía una instalación masiva de cámaras de seguridad que no dejaban ni un solo punto ciego. Solo podría entrar ahí con una distracción. Por ello, Andrei paró en la cuneta del camino. 

-   ¿Qué sucede? -preguntó Helene al detener el vehículo Andrei. 

-   Creo que es buena idea que conduzcas tú -indicó Andrei, saliendo del vehículo. 

-   ¿Yo? -inquirió sorprendida Helene, pero apeándose a su vez. 

-   Sí tú, ¿porque sabes conducir, verdad? 

-   Claro que sé -afirmó Helene, haciéndose la ofendida. 

-   En ese caso todo bien -asintió Andrei, rodeando el coche hasta llegar a donde estaba Helene-. Ahora es momento de explicarte lo que tienes que hacer. No se puede dudar en esto, ya que nos jugamos mucho. ¿Entendido?

Helene asintió con la cabeza. Andrei le empezó a explicar qué parte era la que tenía que hacer y lo que esperaba de ella. Helene le fue haciendo algunas preguntas sobre la marcha, para entender bien los puntos claves y porque eran tan importantes. Cuando todo estuvo claro, Helene rodeó el coche y se montó frente al volante. Andrei, se sentó en el asiento junto a ella. Helene arrancó el motor y se puso en marcha. Claramente sí sabía conducir, aunque lo hacía de una forma más civilizada y menos violenta que Andrei. No había prisa, ni nada que les persiguiera en ese momento.

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