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martes, 26 de octubre de 2021

Lágrimas de hollín (103)

El avance hasta la plaza por parte del contingente imperial había sido seguido con detenimiento por los hombres de Bheldur que enviaban informes a la posición de Jockhel. 

-   Pensaba que las acciones de nuestros hombres les habrían hecho hervir de ira -indicó Bheldur después de que un mensajero había informado de que el contingente imperial se había detenido en la plaza y se había atrincherado tomando los edificios que la formaban. 

-   Esos soldados quieren venganza, pero su general se ha percatado de nuestra estrategia -explicó Fhin-. Estoy seguro que se ha puesto en contacto con los otros contingentes. Va a esperar que le alcancen y avanzar todos juntos. Esperará todo lo que sea necesario. Lo que quiere decir que hasta la tarde no podrá moverse. 

-   ¿Hasta la tarde? -preguntó Bheldur sorprendido, pues aún quedaban horas para el mediodía. 

-   Los otros contingentes están muy extendidos intentando cazar a nuestros hombres -prosiguió su explicación Fhin-. Necesitan tiempo para recomponer sus filas y luego se moverán en línea recta hacia la plaza. Ahí les atacaremos con ganas. Que lleguen el menor número de ellos a la plaza. Bheldur que los aguijoneen como si fueran abejas defendiendo sus panales. Pero estos dudo que ya sigan a nuestros hombres. El general del primer contingente parece que es el líder. 

-   Hubiera sido mejor que hubiese muerto cuando cayó del caballo -murmuró Bheldur. 

-   Puede que sí o puede que no -aseveró Fhin-. Puede que tuviera un oficial tan precavido como él. El destino lo marca todo, Bheldur. Trasmite mis órdenes, que sigan martirizando su marcha. 

-   Bien, ¿y los de la plaza? -quiso saber Bheldur. 

-   En la plaza están seguros -comentó Fhin-. No vamos a intentar nada con ellos. Que los hombres preparen nuevas trampas en esta calle. Es por donde avanzarán cuando se reúnan los contingentes, para asaltar nuestro baluarte. Tienen nuestros hombres suficiente tiempo para ello.

Bheldur siguió las indicaciones de Fhin en el mapa. La calle la habían medio preparada, porque no sabían a ciencia cierta por donde se iban a mover los imperiales por el barrio. Pero si Fhin tenía razón y no iban a atacar a los imperiales de la plaza, tenían el tiempo necesario para darles un recibimiento interesante. Así que Bheldur se retiró para preparar órdenes y dirigir los trabajos de acondicionamiento.

Fhin se acercó a una de las ventanas, con las manos en la espalda. Que su enemigo estuviese dirigido por un oficial precavido era lo que más necesitaba para que su plan se realizase en los tiempos que necesitaba. Requería la oscuridad para que los imperiales le perdieran la pista. Qué buscasen fantasmas en las sombras de la noche. Pero aún debía enfurecer más a los hombres, a los soldados, para que llegasen a ese grado que ya no acatarían a sus mandos. Entonces, la disciplina y el orden desaparecerían. El gobernador y los generales tardarían mucho tiempo en recuperar la situación. Ellos ya estarían muy lejos de todo.

Esperaba que sus hombres no se dejasen llevar por la buena situación y entablasen un combate real con los imperiales. Eso era totalmente inaceptable y Fhin lo había recalcado con una convicción que hiciese que sus hombres le acatasen sin rechistar. Ellos eran campeones en la lucha callejera, pero no en las batallas campales de los imperiales. No debían luchar directamente, o por lo menos no hasta el último momento. 

-   Bheldur, vamos a hablar con el general enemigo -dijo de improviso Fhin. 

-   ¿Qué? 

-   Ya me has oído, quiero hablar con ese hombre -repitió Fhin-. Jockhel le va a hacer rabiar. Necesito que el enemigo me odie hasta lo más ínfimo. Pero seguro que si ve una bandera de tregua, el general la aceptará. Aun así quiero que me traigas los siguientes objetos.

Fhin comenzó a pedir una serie de cosas, todas ellas molestarían el fuero interno del general enemigo y los que le acompañasen. Algo que provocaría más ira en los soldados imperiales, que cuando les tocase entrar en acción se moverían con mayor violencia y romperían antes los lazos que les ataban con la disciplina militar. Bheldur no sabía si a veces Fhin era un genio o estaba totalmente loco. Lo que pretendía hacer parecía hasta suicida. Bheldur no creía que el militar imperial accedería a comportarse ante Jockhel cuando estaba llevando una acción de castigo contra ese mismo hombre y sus seguidores. Pero Fhin había asegurado que los generales imperiales tenían su honor en un punto muy alto y romper alguna de sus reglas era atacar a su propio orgullo. Accedería a parlamentar y no rompería la bandera de tregua, no delante de otros oficiales.

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