Seguidores

martes, 2 de noviembre de 2021

El dilema (100)

Aibber le avisó que Irmak hacía señales desde la puerta de la ciudadela. Era lo convenido, estaba listo con el grupo de hombres que se había llevado. Era hora de replegarse y no iba a ser cosa fácil. Alvho se puso de pie, se volvió a colocar el casco, que se había quitado para respirar un rato y quitarse el sudor. Blandió su hacha y levantó su escudo. Los hombres a su alrededor, al ver sus gestos le imitaron. Solo había tres filas de guerreros luchando en ese momento, pero ya deberían estar cansados, había que hacerles pasar a la vanguardia. 

-   ¡Amigos! ¡Hermanos! ¡Es hora de dar el último golpe! -anunció Alvho con voz potente-. Nuestros camaradas nos esperan dentro de la ciudadela. Debemos ir con ellos. Pero el enemigo no nos lo pondrá fácil, ni nosotros a ellos, ¡Por Ordhin! Vamos a retroceder, entre las banderitas. No os salgáis del camino o no podré ayudaros. Las banderas señalan el camino seguro. ¡Regresaremos con nuestros camaradas! ¡Somos sus héroes! 

-   ¡Héroes! ¡Héroes! ¡Alvho! ¡Alvho! -coreaban los guerreros, incluso los que estaban luchando. Alvho levantó las manos, pidiendo silencio. 

-   Yo dirigiré el flanco de retaguardia, frente a frente con el enemigo -prosiguió Alvho cuando los guerreros dejaron de gritar su nombre-. Aibber el flanco a nuestra izquierda. Berok, la vanguardia. Si los Fhanggar se demoran, evitaremos que se interpongan entre Berok y Irmak. Avanzaremos en cuadro. ¿Alguna pregunta?

Los hombres le miraban silenciosos, ninguno habló para nada. Alvho se sintió orgulloso de comandarlos y de luchar con ellos. 

-   Una cosa más, para los que se encuentren en los costados del flanco de retaguardia -indicó Alvho-. Patear las banderitas. Los Fhanggar no necesitan saber dónde están las trampas. Les espera una sorpresa. ¡A formar!

Los hombres formaron el cuadro con rapidez. Las filas que luchaban se abrieron y les sobrepasaron las tres primeras líneas del nuevo cuadro. Como llegaron con nuevas fuerzas, provocaron que el enemigo creyese que el enemigo hacia una salida y se retirase hacia atrás, lo que provocó que chocasen con las líneas que tenían detrás, haciendo un lío de hombres, una masa de brazos, cuerpos y piernas, que recibió un par de tinajas de fuego por parte de Dhalnnar.

Mientras los mandos Fhanggar intentaban ordenar sus huestes de nuevo, Alvho y sus hombres comenzaron a retirarse. Como parecía que los Fhanggar estaban demasiado ocupados en otras cosas, los guerreros de Alvho se separaron de la brecha sin que les siguiese nadie, tomando el camino hacía la puerta. Alvho les instaba a moverse a sus hombres, mientras no perdía ojo de la brecha. Tras el pasó de unos minutos preciosos, un rugido se escuchó al otro lado y una masa de guerreros apareció en el hueco. Solo para recibir una descarga de flechas, seguida por otra tinaja. 

-   Maldito Dhalnnar, nos va a quitar todo el trabajo -espetó Alvho-. Seguid a este paso, los Fhanggar están recibiendo de lo lindo ahora mismo.

Pero pronto se vio que aunque los arqueros desde la muralla interior y las tinajas de Dhalnnar, que a opinión de Alvho, debían quedarle muy pocas, los Fhanggar eran demasiados y pronto una lengua de ellos avanzó a la carrera. Solo para chocar con fuerza contra los escudos de Alvho, que había hecho parar el cuadro. Entre los escudos, las espadas y hachas saludaron a los aturdidos recién llegados, mientras daban sus usuarios un paso atrás, para fortificar el cuadro.

Alvho vio como un guerrero inmenso avanzaba hacia su frente, que seguía retrocediendo. El guerrero, protegido por sus compañeros que hacían de diana a los arqueros, seguía a paso firme, en dirección a Alvho, con una espada larga y pesada entre las manos. Sus ojos estaban inyectados en sangre y por los tatuajes de su cuerpo, según lo que le había contado Alhanka, debía de ser un mando, equivaldría al rango de un therk o un tharn. Y sin duda, había distinguido a Alvho como el jefe de los guerreros que retrocedían. Parece que pronto tendría un combate singular, lo que no le apetecía nada a Alvho, ya que no era bueno en esa forma de lucha.

Mientras Alvho ideaba como lidiar con él, los arqueros de Asbhul debían haberse dado cuenta de que ese Fhanggar era especial, pues se había convertido en su blanco. O por lo menos lo intentaban, ya que las flechas solo abatían a los guerreros que lo rodeaban. Pero uno de estos cayó delante del guerrero y este se trastabilló, saliéndose del camino que seguían los hombres de Alvho, con tal mala fortuna que pisó sobre una de las cestas de mimbre que ocultaban las zanjas que habían cavado por orden del canciller. El hombretón se hundió y debido a su inusual altura, quedó oculto hasta la base del cuello. Lanzó un aullido, se sacudió, miraba con odio a Alvho, pero no se movió de allí. Alvho podía ver un hilo de sangre que nacía de un punto del pecho, donde había brotado la punta de una de las lanzas que erizaban las zanjas. El hombre se había empalado con la lanza. Estaba muerto o lo estaría en poco tiempo. Los Fhanggar a su alrededor se detuvieron y miraron con estupor a su líder caído. Algunos parecían llorar, otros miraban con miedo o estupor. Pero la mayoría empezaron a caer abatidos. Los arqueros de la ciudadela no iban a mostrar ningún tipo de piedad durante la batalla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario