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martes, 9 de noviembre de 2021

El dilema (101)

La muerte del líder Fhanggar y el estupor que provocó solo hizo que el asalto se detuviese durante unos minutos. Tras los cuales entraron más y más guerreros por la brecha. Las flechas seguían cayendo sobre ellos, pero las tinajas ya no. Alvho no se había dado cuenta cuando había caído la última, pero los Fhanggar parecía que sí, pues entraban por la brecha con una fiereza y unas ganas de venganza elevadas. Por lo que podía distinguir, ahora sí que llegaban los verdaderos enemigos. Sus tatuajes eran más elaborados que los mestizos o los prescindibles. Les tocaba luchar contra la élite de los Fhanggar, aunque a Alvho le parecía que eran más bien guerreros jóvenes.

Mientras Alvho se centraba en la columna que avanzaba contra su cuadro, no se fijó que otro grupo se lanzó contra las murallas de piedra. Al no estar totalmente terminadas, eran menos altas de lo preciso y aún se podían escalar. O eso es lo que pensaron los Fhanggar, que llevaban con ellos garfios atadas a cuerdas. Lo que no sabían y las primeras líneas de ataque se toparon con ello, es que al igual que la trampa en la que había caído el líder Fhanggar, el canciller había tapado el foso con cestos y según el peso de lo guerreros Fhanggar se colocó encima, estos cedieron, haciendo que todos los que estaban sobre los cestos y los que llegaban corriendo detrás cayesen un par de metros, contra lanzas, estacas y todo tipo de elementos puntiagudos. Los que consiguieron parar a tiempo de caer, fueron abatidos por los arqueros. Ese ataque se desmoronó antes incluso de convertirse en peligroso.

Nuevos Fhanggar chocaron con fuerza contra la línea de Alvho, pero los guerreros aguantaban, con más tesón que por fuerza. Alvho estaba más atento al combate, pero también intentaba seguir los movimientos del enemigo. Algunos habían empezado a atacar por los flancos. Pero por su derecha solo habían encontrado la muerte, ya que estaba el foso camuflado. Los que fueron a por Aibber y sus hombres, también lo tuvieron complicado, pues había más trampas, todas ocultas. Los enemigos atacaban en tromba, sin fijarse y unos cuantos caían en una de ellas. Lo único que Alvho no podía observar era cuanto le quedaba hasta la puerta, por lo absorto que estaba en el combate. 

-   ¡Therk Alvho! ¡Therk Alvho! -escuchó la voz de Irmak-. Nos cambiamos con vos, puede volver atrás.

Si había alcanzado la posición de Irmak quería decir que sus hombres ya estaban cruzando el arco en construcción de la puerta. 

-   ¡Vamos, un último esfuerzo! -gritó Alvho, que vio cómo un hombre se metía entre él y su compañero de la derecha. Era Irmak, que golpeó con su escudo a un Fhanggar, a la vez que le metía un espadazo.

Los hombres de su alrededor lanzaron un clamor y siguieron retirándose. Al poco notó a su izquierda a Aibber y a su derecha a Irmak. Los hombres del flanco de Aibber se habían ido replegando sobre el propio flanco, ya que debían estrecharse para pasar por debajo del arco. Lo que no sabía era cómo iban a impedir que el enemigo entrase en la ciudadela. No tenían puertas como en la empalizada. No podían cerrar nada. Entonces se fijó en unas poleas sobre sus cabezas y hombres listos para tirar de las cuerdas. Miró al suelo y vio que estaban pasando por un puente de tablas. Habían preparado algo para elevar el puente.

Los arqueros a ambos lados del arco estaban abatiendo a los enemigos a placer, pero seguían siendo demasiados los que seguían a Alvho. Este gritó que les pasasen lanzas. Los de atrás les costó pero cumplieron la orden de Alvho. Él fue el primero en colgar su hacha del cinturón y blandir la lanza contra el enemigo, que se echó hacia atrás al ver la punta metálica que se le echaba encima. Aibber e Irmak se dieron cuenta de lo que quería y se armaron con las lanzas. Pronto toda la primera línea blandía las lanzas, que cubrían todo el puente. 

-   ¡Tirad de las cuerdas! -gritó Alvho.

Los hombres que esperaban esa orden empezaron a tirar. El tablazón que estaba unido por unos ganchos anclados en la parte que quedaba bajo el inicio del arco se elevó, dejando un espacio entre el tablazón y el borde ante el foso. Algún Fhanggar intentó saltar para agarrarse al tablazón, pero Alvho y Aibber le atacaron con las lanzas. Los enemigos perdieron el agarre y se precipitaron a lo más hondo y mortal del foso.

Alvho y sus hombres fueron sustituidos por hombres que portaban unos escudos cuadrados, muy grandes que se colocaron ante el arco. Tras ellos se colocaron arqueros, que disparaban por la rendijas que dejaban entre los escudos. Los Fhanggar se habían quedado parados ante el foso sin saber que hacer y fueron víctimas de los arqueros.

Más hombres llegaron con bloques de roca que habían estado en la zona de los picapedreros y fueron levantando un muro circular alrededor de la parte interior del arco, lo suficientemente alta para proteger a los arqueros que se iban a colocar allí, para proteger el acceso. Cuando estuvo listo se retiraron los hombres de los escudos cuadrados, pero los Fhanggar se habían retirado hacia la brecha. La empalizada o lo que quedaba de ella les protegía de los arqueros de la ciudadela.

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