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sábado, 27 de noviembre de 2021

El reverso de la verdad (54)

Por fin las risas de Markus se fueron sosegando y su rostro se fue relajando. 

-   Supongo que nos dirás que es lo que te ha hecho tanta gracia, camarada -inquirió Andrei, cuando Markus se calmó. 

-   Desde que Marie tuvo que morir, he estado investigando al grupo de Alexander -indicó Markus-. Hace unos días estaban todos como locos. Les habían hackeado, haciendo que uno de sus negocios de apuestas diera un resultado adverso para sus negocios. Pero mira por donde tengo al hacker delante. Alexander desconoce tu antigua vida, ¿verdad? 

-   Dudo que Sarah le contase sobre algo que desconocía -aseguró Andrei-. El día que Rochambeau dejó el ejército, murió y sus recuerdos se escondieron. 

-   Pues eso es lo que te ha salvado hasta ahora -afirmó Markus-. Por lo que sé los miembros de ese grupo no suelen ser piadosos. Y si te has convertido en su enemigo, en algún momento lo pagarás. 

-   ¿Eso quiere decir que Marie se convirtió en su enemiga? -preguntó Andrei. 

-   Murió antes de que eso ocurriera -contestó Markus-. Cuando ella vino a mi, justo tras la muerte de Sarah, no le permití que llegase a esa posibilidad. Para Alexander y su grupo Marie murió en un terrible accidente. Me parecía que Alexander lloraba en el funeral. Aunque igual lo hacía de felicidad, si es que estaba a punto de iniciar una serie de limpiezas de su organización oscura. Es algo que no llegará Marie a saber. 

-   ¿Qué más sabes de la organización? -quiso conocer Andrei. 

-   Sé que tiene el dinero y poder suficiente para levantar un ejército de matones -afirmó Markus-. Pero si quieres saber más, me gustaría que tuvieras un gesto. Tal vez tu promesa de que no le vas a hacer nada a Marie.

Andrei le miró y sonrió. Era una sonrisa perversa, pero Markus no pareció afectado por su visión. Podía ser que ya la hubiese visto antes. Se puso de pie, sacó de su bolsillo una navaja y liberó la hoja. Se acercó a Marie y levantó la navaja, hasta que quedó a la altura de la cara. 

-   ¡Por Dios, no lo hagas! -gritó Helene-. ¡Ya nos ha dado lo que querías! 

-   ¡Por favor! ¡Por favor! -repetía Marie, temiéndose lo peor.

Markus no dijo nada, solo observaba serio, sin mover un músculo de más. Andrei suspiró, hizo que Marie se girase y cortó la cinta de carrocero que aprisionaba sus manos. 

-   No puedo prometer que no le voy a hacer nada a un muerto, Guichen -negó Andrei-. No sé si piensas que soy tan macabro como tú. Aun me acuerdo lo que hacías con los cadáveres de los enemigos muertos. ¿Marie sabe de esos juegos que hacías? Seguro que no. Marie, se buena y desata a tu hermano.

Andrei le dio la navaja a Marie, para que cortase la cinta de sus pies y luego se encargase de Markus. Él regresó a la silla en la se había sentado. 

-   Supongo que es suficiente gesto de buenas intenciones, Guichen -murmuró Andrei, con una mezcla de cansancio y molestia. 

-   No me esperaba esto, Rochambeau -admitió Markus-. Sabes que soy más fuerte que tú. Podría dejarte inconsciente de un golpe. 

-   Me arriesgaré a que seas un buen anfitrión. 

-   ¿Desde cuándo hay que ser buen anfitrión de los que entran a robar? -inquirió Markus-. Podría incluso llamar a la policía. 

-   Podrías, pero no lo vas a hacer -negó Andrei-. Eso sería llamar la atención. Incluso algún policía vería a Marie y podría recordar las fotografías del accidente. Nunca se sabe donde hay una persona avispada. No, no te pondrás en contacto con la policía. Y además, como buen anfitrión nos vas a dejar dormir aquí a Helene y a mí. 

-   ¿Y eso por qué? -preguntó Markus, intrigado-. Una cosa es que me olvide de tu visita y otra que la quiera alargar. 

-   En primer lugar porque me debes una explicación ante lo que pronto me enfrentare. Un favor por información -indicó Andrei-. En segundo lugar porque hace mucho que no te ves con un viejo camarada y en último lugar, porque no quieres que me vaya enfadado y defraudado. Y me hagas jugarme todo a la carta de qué pasaría si a Alexander le llega la carta anónima indicando que una persona que creía muerta sigue por ahí. Como he dicho antes a un muerto no se le puede hacer nada, a menos que se le devuelva a la vida, ¿verdad Guichen? 

-   Eres un maldito perro viejo -espetó Markus, asintiendo con la cabeza. 

-   Solo aprendí mis malas maneras de mis viejos compañeros de armas -se burló Andrei.

Marie se levantó y le hizo un gesto a Helene para que le siguiese. Era el momento para que los dos hombres hablasen. No se dirían cosas hermosas y Marie no quería escucharlas. Por ello le indicó a Helene que la acompañase, no era lugar para las damas. Luego, mucho más tarde, ya regresarían. Cuando ambos hombres se hubiesen puesto al día.

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