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martes, 23 de noviembre de 2021

El dilema (103)

Mientras la mayoría de guerreros estaban comiendo, bebiendo y disfrutando de un descanso merecido, Alvho revisaba las líneas enemigas y mandaba informes detallados al canciller y el resto de los tharns. El enemigo se movía con cuidado, pero Alvho era capaz de distinguir cada uno de los pasos imperceptibles que daban. Había visto cómo se habían estado haciendo con madera. Estaban haciendo pasarelas o un nuevo puente para atravesar el foso y el arco de la puerta en construcción. 

-   Parece que el canciller va a llevar a cabo tu descarada petición -dijo Asbhul a la espalda de Alvho-. La idea de que estén construyendo pasarelas le ha convencido. Los hombres tienen la tripa llena y la moral por las nubes. Eso puede ser todo para no sucumbir aquí. 

-   ¿No hay posibilidades de que lleguen refuerzos por el puente, verdad? -preguntó Alvho. 

-   No hay trabajadores arreglándolo aún -indicó Asbhul. 

-   Nos toca seguir luchando solos, más para nosotros -se burló Alvho. 

-   Ese es el espíritu -afirmó Asbhul-. Parece que Gherdhan cree que Ordhin te ha tocado o algo parecido, incluso los guerreros piensan eso. Gherdhan te ha asignado proteger el arco de entrada. 

-   Hum, me toca la peor parte o donde va a estar todo más reñido -aseveró Alvho-. Encima ese Dhalnnar ha gastado todos los suministros que tenía. No puede lanzar nada que haga pupa a los Fhanggar. Creo que tienen una pasarela grande para salvar el foso ante la puerta. Nos van a lanzar todo a nosotros. Espero que los arqueros puedan aliviar al enemigo un poco. 

-   Haré todo lo que pueda -aseguró Asbhul. 

-   Te ha vuelto a poner al mando de los arqueros, por lo que veo -señaló Alvho-. ¿Y qué va a hacer nuestro buen canciller? 

-   Va a formar un muro de escudos tras el tuyo, la última línea de batalla -contestó Asbhul. 

-   ¿Y la torre del río? 

-   Se ha atrincherado Ulmay y sus partidarios, con suministros y mujeres -se rió Asbhul-. Aguantarán hasta la muerte o hasta que se queden sin agua, rodeados de enemigos. 

-   Pero ya están rodeados de enemigos, tharn -dijo Alvho-. Si sobrevivimos o morimos todos da lo mismo para ellos, nosotros y los Fhanggar somos sus enemigos. Pero prefiero ser su enemigo a estar muerto. Debo preparar a mis hombres y las defensas. 

-   Así sea, Alvho -asintió Asbhul, que se dio la vuelta para marcharse, pero tras dar un par de pasos se volvió-. Que esta no sea nuestra última batalla, therk. Espero grandes cosas de mi parte y de la tuya.

Alvho observó como el tharn se marchaba y repetía las últimas palabras de este, que eran una declaración de intenciones en toda regla. Alvho dejó su puesto de vigía y se dirigió a donde descansaban Aibber y el resto. 

-   Se acabó el descanso, el canciller quiere volver a la carga contra el enemigo, ahora mismo -informó Alvho a unos desganados hombres-. Se ha llenado de nuestro espíritu heroico. Nos ha premiado con la defensa de las puertas. Habrá que rubricar una pugna digna de Ordhin. ¡Moved a los hombres!

Aibber y el resto se pusieron en marcha, dejando a Alvho solo con Dhalnnar, que le miraba inexpresivo. 

-   Supongo que ya no te queda munición para ninguno de tus juguetes, ¿verdad? -inquirió Alvho. 

-   Me temo que ya no queda nada, a excepción de mi mano -negó Dhalnnar. 

-   ¿A qué te refieres? 

-   Que esperaba que me dieras la oportunidad de luchar a tu lado -indicó Dhalnnar-. Si voy a morir quiero hacerlo empuñando el acero y rodeado de amigos. ¿Es mucho pedir? 

-   ¿Ya sabes manejar un arma? -se burló Alvho, sin malicia-. Pensaba que los constructores no erais muy duchos en el uso de las espadas. Pero si quieres vamos a la armería y eliges una de las que hay. 

-   No hace falta, tengo mi propia arma -sonrió Dhalnnar-. Llevo ya muchos años en el sur y hace mucho que soy un constructor libre, no un esclavo. Me contrató tu canciller para esta construcción, no he venido obligado. En mi celda de la torre tengo todo lo que necesito. Vuelvo enseguida.

Alvho le hizo un gesto y le vio marcharse dando saltitos. Parecía que Dhalnnar estaba ansioso por entrar en batalla. Podría ser que fuese un buen guerrero además de constructor. Pronto lo descubriría. Se puso en marcha hacía la puerta, donde había una vorágine de hombres moviéndose a cada lado. Se acercaba la hora de la verdad. En poco tiempo los Fhanggar atacarían, estaba seguro. El canciller había empezado a retirar a los centinelas, mientras llegaban agachados arqueros y otros guerreros. La idea de Alvho estaba empezando a tomar fuerza.

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