Seguidores

sábado, 9 de abril de 2022

Aguas patrias (83)

Durante el trayecto entre el puerto y el palacio del gobernador, el capitán de la Osa intentó en varias ocasiones empezar conversaciones, para conseguir más información o por lo menos para llenar el agujero que parecía tener en su fuero interno por esta llamada tan fuera de lugar. Pero don Rafael fue quien llevó la voz cantante, para evitar que se le proporcionase ninguna respuesta satisfactoria. Al final, tras una conversación bastante escasa y un silencio muy pesado, el carruaje se detuvo ante la entrada del palacio del gobernador.

Un criado no permitió que el carruaje entrase en el patio de armas del palacio, lo que a todos los presentes les pareció realmente raro. Los capitanes tuvieron que apearse de la caja y cruzar el patio andando. Pronto entendieron el porqué de que el carruaje no pudiese entrar. Estaba atestado de hombres a caballo. Eran miembros de la milicia de la ciudad. Eugenio se saludó con alguno de ellos, ya que los conocía por la acción de San Juan de Antigua. De todas formas, los oficiales de la armada siguieron silenciosos. Eugenio iba a la par de don Rafael, mientras que a sus espaldas andaba de la Osa y cerraban Álvaro y Marcos.

Justo cuando iban a entrar por la puerta principal del palacio, salieron varios oficiales a la carrera y se dirigieron a los caballos que les tenían preparados varios criados. Casi estuvieron a punto de chocar con los capitanes, pero los reflejos de los últimos, impidieron tal problema. El choque hubiera sido una nueva afrenta entre los ya enemistados cuerpos. Una vez en sus cabalgaduras, todos los jinetes salieron al trote del patio de armas. 

-    El gobernador nos ha llamado -anunció don Rafael a uno de los criados de la puerta. Don Rafael no parecía interesado en el revuelo de los caballos al ponerse en marcha. 

-    El gobernador les espera, síganme -indicó el criado, poniéndose en marcha hacia el interior del palacio.

Don Rafael lanzó una tosecilla, para hacer que sus subalternos se dieran cuenta de que se tenían que poner en marcha y dejasen de atender a los jinetes. Se puso a seguir al criado, seguido por el resto de capitanes. Les guió hasta una de las salas cercanas al despacho del gobernador, con los lujos para entretener a varias personas, pero sin ser una sala demasiado grande. El gobernador permanecía sentado en una silla y a los ojos de Eugenio no tenía muy buena cara. 

-   Señores de la armada, por favor siéntense -dijo el gobernador, con un tono que no parecía insolente, pero tampoco amigable. Les estaba ordenando hacer algo, sin ser quien podía ordenarles nada.

Aun así, don Rafael se sentó y el resto de oficiales le imitó. Si alguno sintió malos modos en las palabras del gobernador, se tragaron sus posibles quejas, ya que don Rafael se mantenía con un gesto neutro y ellos harían lo mismo. Cuando el último de ellos se sentó, el gobernador prosiguió. 

-   Ayer me enteré de un peligroso acontecimiento. Un oficial de la marina y un civil se iban a batir en duelo en mi ciudad. Por lo visto su idea era hacerlo en un par de días. Les mandé una carta a ambos, explicándoles lo que iba a hacer si se llevaba a término tal locura. Por lo que me enteré después varios de los aquí presentes, no solo estaban enterados si no que iban a participar como padrinos. ¿Es verdad eso? 

-   Mucho me temo que así es -contestó don Rafael. 

-   Lo sabía usted y no me dijo nada -se lamentó el gobernador. 

-   Lo siento, pero me enteré como usted ayer, cuando recibí una carta del oficial de la marina para convertirme en su padrino -indicó don Rafael-. Aún no he respondido al oficial y… 

-   Ya no va tener que responderle nada -le cortó el gobernador-. Ya no se va a producir el duelo. El capitán Trinquez está en el hospital de la ciudad. Los médicos dudan que sobreviva. 

-   ¿Como? -preguntó don Rafael, asombrado por la noticia.

Y no era el único, también lo estaban el resto de los capitanes, que miraban al gobernador ávidos de conocer el porqué de la situación de su compañero de profesión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario