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sábado, 2 de abril de 2022

El reverso de la verdad (72)

El Dartz desentonaba bastante en medio del tráfico. Era enorme, con unas formas toscas debido al blindaje. Cuando miraba a los coches que adelantaban, encontraba las caras de asombro de los que iban en su interior. Incluso en un par de ocasiones vio a personas haciendo fotografías con sus móviles. No era buena idea llamar tanto la atención. Al poco de acceder a la autopista, ocurrió lo que tanto temía Andrei. Las sirenas de un coche patrulla se acercaban y se colocaron tras ellos. 

-   Te he advertido que fueras más cauteloso en tu forma de conducir -se quejó Andrei-. ¿Qué coño vamos a hacer ahora? 

-   Parar -dejó caer Markus. 

-   ¿Qué? -preguntó Andrei asombrado por la respuesta de Markus.

Andrei le miraba con los ojos como platos. Podía haber escuchado bien. No podía estar en sus cabales. Tenían todo el coche lleno de armas, en una cantidad que podían empezar una pequeña guerra. A los agentes no les haría mucha gracia lo que iban a ver. Pero Markus comenzó a bajar la velocidad, al tiempo que se detenía en el arcén derecho de la autopista. La ira y la sorpresa parecía haber dejado a Andrei como una estatua. Markus detuvo el coche por completo y bajó la ventanilla de su puerta. Andrei no le pareció que Markus fuera a disparar al agente. Los dos policías del coche patrulla se bajaron de su vehículo. El conductor se dirigió hasta la ventanilla, mientras el otro observaba el Dartz. 

-   Los papeles del vehículo -ordenó el agente cuando alcanzó la ventanilla-. No creo que este mastodonte pueda ser conducido por aquí. 

-   Me temo agente que no puedo enseñarle los papeles -dijo Markus, con una cara como si no hubiera roto un plato, al tiempo que movía una mano delante de la cara del policía. 

-   ¿Como que no puede enseñarme los papeles? -indagó el agente, que miró a Markus primero y luego a Andrei. 

-   No es necesario ver los papeles, hombre -Markus volvió a mover la mano ante la cara del agente. 

-   Creo que soy capaz de saber si hay que ver los papeles o no -le advirtió el agente-. Y me trata de agente o señor. Nada de tutearme. 

-   Sigo pensando que no hay necesidad de papeles -insistió Markus, que por tercera vez movió la mano. 

-   Le doy la última oportunidad, o me enseña los papeles o le enchirono -el agente parecía cansado del juego de Markus-. Y déjese de hacer que es un jedi, esto no es una película. 

-   Me enchirona, ¿quién? ¿Usted y el otro imbécil que está junto al coche? -inquirió presuntuoso Markus, que señaló con el pulgar la parte de atrás del Dartz-. Ustedes no están preparados para nada. Mejor que se vuelvan a su coche y santas pascuas.

El agente miró primero a Markus, luego el rostro sudoroso de Andrei y después hacía donde señalaba el pulgar de Markus. La cara sombría del agente se crispó. Era la primera vez que le echaba un ojo a la parte trasera del vehículo. Había armas, pero no un par de escopetas de caza, no, ametralladoras, rifles, uno de ellos, enorme, de francotirador, y mucha más munición. Incluso le pareció distinguir una caja con la señal de explosivos. Tal vez granadas. El agente lanzó un silbido, a la vez que buscó su pistolera. Pero Markus había sido más rápido. Ya estaba subiendo la ventanilla, al tiempo que arrancaba, metía la marcha atrás y salía disparado hacia atrás, golpeando el coche patrulla y al final, debido a su tamaño, subiéndose encima. 

-   ¡Alto! ¡Alto! ¡Policía! -gritó el primer agente, al tiempo que apuntaba su reglamentaria contra ellos.

Markus le mostró el dedo central de la mano derecha, y cambió la marcha, pisando el acelerador y saliendo disparado hacia delante. Los dos agentes abrieron fuego, pero el blindaje hizo su trabajo. Las balas, aplastadas, caían al suelo de la autopista. Los agentes dejaron de disparar cuando el Dartz empezó a cambiar de carril, moviéndose entre el tráfico, en casos haciéndose hueco entre los otros coches que lo evitaban intentando no chocar o ser embestido por el enorme vehículo.

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