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martes, 5 de abril de 2022

Falsas visiones (10)

En el centro del campamento, los criados de Spartex habían hecho un fuego con la madera que se habían encargado de tomar del bosquecillo cercano. Estaban calentando algún tipo de potaje en una gran olla. Habían distribuido un buen número de cojines, como los que había en el interior del carruaje del mercader, en una zona del suelo, cercana a la fogata. Solo estaban las criadas y los conductores, no se veía a Spartex, ni a su hija, ni los guerreros partos. Rufo se había alejado un poco, por lo que Varo se aproximó al conductor con el que habían hablado al principio. 

-   Veo que Spartax os ha invitado a quedaros -dijo el conductor al ver a Varo-. Le encantan los guerreros. Ya sean los de Roma, como los de otros lugares. 

-   ¿Y eso? -preguntó Varo. 

-   Yo no llevo mucho trabajando para él, pero me contaron que en su juventud fue un auxiliar en el ejército romano, como vosotros -explicó el conductor-. Incluso me comentaron que su familia es la de grandes oficiales egipcios. Algunos compañeros aseguran que su estirpe desciende de uno de los generales de Ptolomeo I. 

-   ¿Quién? -inquirió Varo, que no sabía de quién hablaba. 

-   No has escuchado nunca hablar de Ptolomeo I -el conductor parecía realmente sorprendido. 

-   No te quedes espantado, amigo -intervino Rufo que se había aproximado al ver que los dos hablaban-. Varo es un gran guerrero, pero no le van los estudios y menos la historia. Ptolomeo I fue un general del gran Alejandro de Macedonia. Así que Spartex tiene tan buenos ancestros, es algo interesante. 

-   Mucho creo yo -aseguró el hombre. 

-   Eres el primer carretero que le gusta la historia -murmuró Rufo, como si se acabase de dar cuenta de ello. 

-   No todos nacemos siendo lo que somos -indicó el conductor-. En otra época fue otra cosa, un hombre de otro tipo. Pero ahora soy uno de los carreteros de Spartex. La verdad es mejor esto que morir de hambre o ser esclavo, ¿no crees? 

-   Siempre se es mejor no ser esclavo -intervino Varo, que sin duda no le hacía gracia tener que convertirse en esclavo. Rufo le miró con una cara de sorpresa, pues su amigo parecía hacer buenas migas con las esclavas de su padre y nunca las había hecho de menos.

Rufo notó que el carretero se había puesto a la defensiva y veía incómodo seguir con la conversación, tal y como se encontraba ahora. Pero parecía que Varo tenía otras cosas mejores de las que hablar. 

-   La hija de Spartex, ¿también es descendiente de esos insignes guerreros? -inquirió Varo. 

-   ¿Lutenia? 

-   La misma -asintió Varo. 

-   Me temo que no, Spartex la ha apadrinado pero no es hija suya -indicó el carretero-. Quiero decir que no tienen la misma sangre. Aun así, es una chica maja y muy distinguida. Y es mejor que te quites ideas raras de tu cabeza. Spartex la quiere con locura y la protege de cualquier galán. 

-   No sé de qué hablas -negó Varo haciéndose el sorprendido por la advertencia del conductor.

Tanto Rufo como el carretero miraron a Varo. Ambos sabían que había dicho aquello para evitar que tanto el conductor como su amigo le afeasen por sus ideas. El conductor aprovechó el silencio para disculparse y marcharse de allí. Rufo prefirió esperar antes de encararse con Varo. 

-   Preferiría que esta vez intentases mantener tus necesidades lujuriosas acalladas -advirtió Rufo-. Viajamos con esta gente para ganar algo de seguridad. Es mejor ir con otras personas. Aún no estamos seguros de que los cántabros no nos sigan hacia el sur. 

-   No hemos visto ninguno y… 

-   Igual no los hemos visto porque no quieren que los veamos -le cortó Rufo, ligeramente enfadado por la simpleza de su amigo, que no parecía estar dándose cuenta de la verdad de la situación-. No estamos haciendo un viaje de placer, Varo. 

-   Ya sé que… -empezó a decir Varo, pero Rufo levantó una mano, indicándole que se callase.

A Rufo le parecía haber escuchado un ruidito a su espalda. Pero al volverse no vio a nadie. Estaba casi seguro que había alguien espiándolos. Pero ahora ya se había marchado o se había escondido. Lo suficientemente bien para que no pudiese dar con esa persona. 

-   Será mejor que cenemos algo y descansemos -dijo Rufo-. Mañana será otra dura jornada. Y Varo, no hablaremos más sobre la finalidad de nuestro viaje. No sabemos quién se esconde en las sombras, ni tras un carromato. 

-   Está bien, señor -asintió Varo, pronunciando el “señor” con un deje de ironía.

Rufo le sonrió pero sabía que su amigo podía ser muy hiriente con frases que cualquier profano no entendería. Era mejor dejar las cosas así por ahora. En Legio, las cosas cambiarían.

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