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martes, 26 de abril de 2022

Falsas visiones (13)

El avance durante el día fue realmente monótono. La caravana no era rápida por lo que tanto Varo como Rufo pudieron sin problema descabalgar y hacer parte del trayecto andando, dejando descansar a sus monturas. Spartex no les solicitó nada. Cuando llegó el mediodía, un criado les trajo más jamón ahumado, y esta vez pan recién hecho. Rufo le preguntó al criado por el pan del día y este le contó que Spartex había enviado a algunos criados a una aldea que habían dejado de lado a comprar el pan. Era una cosa que solía hacer su señor, para que todos pudieran comer pan nuevo si se terciaba.

Los guardias armados habían aumentado. Ahora junto a los carreteros había un guerrero y los jinetes parecían ser más, no solo los cuatro partos. Los guerreros lucían un número de armaduras de diferentes manufacturas. Sin duda Lutenia no había mentido sobre el gusto de su padre para contratar antiguos guerreros de diferentes naciones o provincias. Algunas de las armaduras las recordaba de las descripciones de los códices históricos de su padre.

Al atardecer, Rufo divisó una estructura en lo alto de una colina por la que ascendía la calzada. Un criado se acercó y le dijo que Spartex le requería. 

-   ¡Ah, joven Rufo, que rápido! -dijo Spartex a modo de saludo cuando este se aproximó a su carro-. Allí descansaremos esta noche. Espero que la seguridad de la empalizada os haga descansar mejor. 

-   ¿Es un puesto militar? 

-   Me temo que no -negó Spartex-. Aunque ese sería su origen. Por lo que sé, se construyó como campamento de defensa de las líneas de suministro cuando el gran Augusto venció a astures y cántabros, en su gran campaña. Pero los romanos, una vez que finalizaron la conquista, lo dejaron vacío. La provincia había sido unificada por las águilas y ya era parte de Roma, estaba pacificada. 

-   ¿Entonces qué es? ¿Por qué las empalizadas parecen mantenidas? -inquirió Rufo lleno de curiosidad. 

-   Un puesto de la calzada, tiene establos, una posada y sitio para los carros -explicó Spartex-. Conozco al dueño, un buen hombre, un antiguo legionario. He mandado un mensajero para que nos reservase el mejor sitio. O más bien casi todo el sitio. Mi caravana casi llenará todo el interior. Allí pasaremos bien la noche. Sin miedo a ataques. 

-   Sí, claro -asintió Rufo, mirando mejor el lugar.

Estaba erigido en lo alto de la colina, por lo que podía verse bastante de la campiña a cada lado de las empalizadas. Cualquiera que se acercase, aún de noche, no podría avanzar sin ser visto. Y Spartex tenía muchos guardias para defender las empalizadas. Si los cántabros les estaban siguiendo, no intentarían nada tan loco como asaltar ese campamento. 

-   Y lo bueno es que hay otros en nuestra marcha, hasta Legio -añadió Spartex-. Conozco a todos los dueños y nos recibirán con buen trato. 

-   Eso es una gran noticia.

Spartex sonrió y le siguió hablando a Rufo de los campamentos y después de las guerras de Augusto. Sin duda, al mercader le gustaba la historia bélica del imperio. Para no ser un romano de pleno derecho, sino un emigrado, parecía conocer mucho de cómo Roma se había forjado como el imperio que era en la actualidad. La distancia que les faltaba hasta el campamento, se le pasó a Rufo volando con la conversación con el mercader. Aunque también fue un duro juego con él, ya que en cada nuevo cambio de la conversación, Spartex intentaba conseguir nueva información sobre la verdadera identidad de él y de Varo. Por lo que tuvo que estar atento a cada una de las palabras del mercader y a las suyas propias. 

-   ¡Spartex, viejo zorro! -gritó un hombre de pelo cano, corpulento, pero que cojeaba de una pierna. Tenía un bigote cano y muy poblado bajo la nariz, peinado a la forma de los galos-. ¡Bienvenido a mi pobre posada! 

-   ¡Rargix! -Spartex se bajó de su carro de un salto y se abrazó con el hombre-. De pobre no tiene nada. Diría que has vuelto a engordar otra vez. 

-   ¿Y tú qué? -inquirió Rargix, intentando devolverle la broma-. Vamos, vamos, que entren tus hombres, que se hace tarde y hay que cerrar las puertas. ¿Y esos dos?

Rargix había señalado a Varo y Rufo. El posadero tenía la cara asustada o por lo menos sorprendida. 

-   Viajan con nosotros hacía Legio -le indicó Spartex, al tiempo que hacía girar a su amigo y le hizo avanzar hacia la posada. Bajó el tono-. Hay problemas. Ahora te lo cuento, en privado.

Rargix se dejó llevar, regresando con su amigo hacia su posada. Rufo se los quedó mirando, pero no intentó seguirlos. Supuso lo que iba a hacer Spartex, pero prefería no meterse, pues en parte era mejor que esa gente supiese lo que pasaba en el norte. Todos estaban en peligro.

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